En un sistema maduro de Ciencia y Tecnología, la ciencia no sólo genera resultados deslumbrantes y aportes disruptivos, también provoca cientos de hechos cotidianos que fortalecen la actividad empresarial, que crean nuevos empleos y posibilitan exportaciones exportaciones o mejoran las oportunidades de quienes han quedado excluidos por un sistema productivo estrecho y concentrado.

En la Argentina tenemos que sostener el actual rumbo y alcanzar un sistema maduro, que se distinga por ciertos rasgos observables como pueden ser facilitar la transformación de una interesante base de conocimientos científicos, en buena medida abstractos y generales, en nuevas soluciones y herramientas prácticas que permitan superar problemas concretos y potenciar los resultados de quienes dedican su esfuerzo en el ámbito productivo o en la atención de necesidades sociales.

El punto de partida es alentador. Nuestro país ha logrado consolidar una de las plataformas de I+D más importantes de América Latina. Hoy, el desafío es convertir esa ciencia en tecnología. Sin dudas, se requiere de la responsabilidad del Estado para cruzar ese umbral.

La trayectoria de los países más avanzados confirman que es el sector público el que asume las inversiones iniciales y genera la masa crítica de actores y resultados que luego permiten a las empresas, grandes y pequeñas, recorrer el último tramo para renovar y diversificar la oferta en los diferentes mercados en los que operan.

El sistema productivo global muestra una consolidación de la denominada economía basada en el conocimiento donde cobran fuerza nuevas maneras de trabajar y donde los activos intangibles son los verdaderos recursos estratégicos. Pero esto no debe conducir a confusiones: el conocimiento circula y se aplica de manera global, pero su generación sigue siendo un proceso que se resuelve de manera local.

El conocimiento sofisticado es una combinación de saberes, resultado de combinaciones que se logran por una interacción donde aún la cercanía física, la confianza mutua y los códigos culturales compartidos juegan un papel determinante. Y los beneficios más importantes derivados del conocimiento quedan, cada vez más, para quienes participan en su génesis.

LEER MÁS: ¿Es posible el acceso mundial a internet inalámbrico?

Por esta razón, a la Argentina no le alcanza con recuperar volumen económico, necesitamos combinar reactivación con transformación al alentar nuevas actividades, sectores, actores y nodos productivos. Es ahí donde el sistema de Ciencia y Tecnología pasa a cumplir un nuevo rol de desarrollo que necesariamente debe ser federal.

Es un hecho totalmente novedoso haber aprobado durante este Gobierno la Ley de Financiamiento Plurianual de Ciencia y Tecnología. Esto nos otorga un marco de previsibilidad tanto en materia de recursos como en las condiciones para asegurar una buena asignación de los mismos, al pautar a lo largo de una década el incremento sostenido y gradual de la inversión pública.

En efecto, el Congreso ha establecido un compromiso de mediano plazo: que los próximos presupuestos públicos asignen recursos de manera tal que en 2032 la I+D pública resulte equivalente al 1% del PBI. Este sendero converge con otro estímulo igual de importante y generado por la Ley de Promoción de la Economía del Conocimiento, un conjunto de condiciones tributarias que alientan el desarrollo en el seno empresarial de actividades de I+D privadas, capacitación para sus planteles para el personal empleado y nuevas exportaciones. La Argentina de hoy ofrece un relevante sistema de promoción que impulsa la creciente participación de los sectores ligados a la nueva economía en el total de la matriz productiva.

La imagen dominante sobre la industria argentina no incluye a la innovación como el camino principal hacia la competitividad. Sin embargo, hay un conjunto cada vez más importante de empresas que trabajan en este sentido. Desde la Agencia I+D+i estamos acompañando a un conjunto cada vez más importante y no solo brindando financiamiento.

El sistema de apoyo actual está conformado por una batería de acciones e instrumentos que incluye trabajar para lograr una mejor articulación con los organismos regulatorios o vincular al sistema de promoción de la innovación con otros sistemas de promoción como los créditos productivos o las acciones destinadas a abrir nuevos mercados e incrementar las exportaciones.

Necesitamos contar con nuevos actores, imprescindibles para el desarrollo argentino, para tener el vigor que necesitamos, para recuperarnos de estos años de crisis, pero también para transformarnos. Es habitual que frente a procesos de cambios tecnológicos la economía y los actores se muevan en distintas velocidades.

LEER MÁS: ¿Se primariza el sector tecnológico argentino?

Ante este contexto, el Estado tiene una doble función: alentar el cambio, acelerando todo lo que sea conveniente, pero también difundir las nuevas soluciones disponibles y facilitar el acceso para no perder capacidades adquiridas y ensanchar las oportunidades de modernización para sectores de gran relevancia en la trama social y productiva en ciertas regiones.

El cambio tecnológico se convierte en sinónimo de progreso cuando el Estado acierta con las políticas públicas que se necesitan para marcar el ritmo de la transformación, genera condiciones para combinar lo nuevo con lo ya existente y amplía el alcance de la difusión de las novedades tecnológicas.

Con esas premisas, la Agencia I+D+i evalúa proyectos y otorga subsidios que apoyan, organizan y orientan las tareas de más de 25 mil investigadores/as y cuenta con un historial donde más de 6.000 pymes y cooperativas han desplegado iniciativas innovadoras. Más de 9.000 proyectos forman parte de la cartera actual de proyectos activos en la Agencia.

Cada uno de estos proyectos tiene el potencial de contribuir a un cambio en la matriz productiva y en la inclusión socioeconómica. En este sentido observamos una serie de vectores clave para abrir camino al desarrollo argentino:

* Mejorar el acceso a la salud, contribuyendo con el desarrollo de nuevas herramientas de diagnóstico y tratamiento tanto de enfermedades de amplia prevalencia como también atendiendo afecciones olvidadas por los intereses comerciales.

* Impulsar un salto hacia la calidad en la producción de alimentos, al sustituir ingredientes y procesos y lograr una nueva ecuación entre masividad y calidad nutricional.

* Alentar la producción verde tanto al reducir los efectos indeseados de las actividades productivas como al integrar al ciclo de productos sus envases y desechos.

* Propiciar una participación en los procesos de transición energética y transición digital no solo como usuarios de las nuevas tecnologías sino también como productores a fin de beneficiarnos del incremento del valor agregado que estos dinámicos sectores están generando a escala global.

Trabajamos para enlazar en cada uno de estos ejes la inversión con la innovación para que el resultado general sea un futuro con un desarrollo más inclusivo y soberano.

(* - Fernando Peirano es presidente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación).