Suele decirse que los gobiernos recién asumidos cuentan con una "luna de miel", en la que la ciudadanía les tiene paciencia y justifica algunas acciones, o la ausencia de acción, en virtud de ese encanto inicial entre los ciudadanos y aquellos que eligieron como representantes.

En la década del 60 se decía que el primer año era siempre favorable para un gobierno, plazo que se redujo a 100 días a partir de la década del 90.

Es probable que, en el caso de Javier Milei en la Argentina, esa "luna de miel" no sea de 100 días, sino de tan solo 100 horas.

En la sociedades contemporáneas todo se acelera, tanto los modos de comunicación que se superponen unos a otros, privilegiando lo rápido, lo llamativo y lo efímero, como los procesos políticos que se modifican en tiempo récord a partir de movimientos que a veces es difícil captar con las herramientas de
investigación.

Al mismo tiempo, nos encontramos con sociedades mucho más fragmentadas, a las que les cuesta dialogar y privilegian discursos de odio, al igual que la cancelación, construyendo burbujas de comunicación entre quienes piensan igual generando procesos de polarización creciente.

La ciudadanía es cada vez más impaciente y requiere respuestas y soluciones que muchas veces la política tradicional no puede o no quiere dar. Estos procesos son los que permiten el surgimiento de liderazgos disruptivos, que representan a estas sociedades desencantadas, enojadas y descreídas y que se presentan en distintos países del mundo.

Sumemos en la Argentina la enorme crisis económica y el fuerte proceso inflacionario, para pensar que nuestra sociedad camina sobre gelatina, molesta e impaciente, sin saber qué le depara el futuro.

Comunicarse con la ciudadanía en este contexto es muy complejo, tal como se debatió la semana pasada, en el encuentro anual de la Asociación Argentina de Consultores Políticos (ASACOP) en La Plata. Esa complejidad aplica a las campañas, pero sobre todo a la comunicación de gestión en un gobierno que comienza.

La motosierra al poder.

Después del contundente resultado del balotaje, ahora estamos asistiendo a un proceso acelerado de construcción, reconfiguración y destrucción de alianzas políticas, del nuevo oficialismo y la oposición. Se trata de un escenario que pone en evidencia tanto la debilidad de la fuerza que llegó el poder con Javier Milei como la incertidumbre sobre aquello que puede suceder en el futuro en términos económicos, políticos y sociales.

No podemos saber hoy con certeza cuáles serán las características del Gobierno que inicia, pero sí podemos pensar que el consenso social sobre un cambio necesario no es tan claro cuando se habla de las medidas específicas del plan de gobierno de Milei, cuya "motosierra" generará costos importantes en diversos sectores sociales.

La sociedad argentina requerirá de respuestas rápidas y de medidas potentes que, al mismo tiempo, deberán generar consensos mayoritarios. Es por eso que afirmamos que el Gobierno que asume tendrá muy poco tiempo para acomodarse al manejo de la botonera del poder y estará condicionado por una ciudadanía esperanzada, asustada e impaciente.

En este contexto, Milei deberá mantener el centro de la escena política y manejar la agenda pública, ya no desde el lugar de la denuncia, sino desde la acción y la política.

En la etapa previa a asumir, y en los primeros días, Milei está construyendo su marca política como presidente, que determinará el modo en que lo percibe la ciudadanía.

Conducir una nueva agenda de gobierno e instalarla en la opinión pública será estratégico para construir una imagen de gestión sólida que le permita moderar los conflictos sociales que probablemente se genere ante políticas de ajuste.

Será un enorme desafío para un Gobierno que como dijimos, no tendrá una "luna de miel" de 100 días sino de apenas 100 horas.

(*) - Maximiliano Aguiar es presidente de la Asociación Argentina de Consultores Políticos (ASACOP).