La cotización del dólar en el mercado paralelo se disparó hasta alcanzar en los últimos días niveles récord en la "city" porteña y según consultoras privadas, la inflación de junio se ubicaría por encima de la registrada en mayo pasado, cuando el INDEC reportó un avance de 5,1%, después del 6,0% de abril y 6,7% de marzo de este año.

Sin embargo, en el seno del Gobierno la interminable interna entre albertistas y cristinistas, azuzada públicamente por el jefe de Estado y su número dos en el Poder Ejecutivo nacional, relegó a un segundo plano en el epílogo de la semana la discusión -y la preocupación en Balcarce 50- por la volatilidad cambiaria, en el comienzo de otro mes que se prevé agitado para el oficialismo.

El próximo 14 de julio se espera que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) dé a conocer la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) de junio, un dato que podría ubicar incluso bajo una mayor presión al ministro de Economía, Martín Guzmán, y oscurecer aún más los nubarrones de tormenta que revolotean sobre su figura, tras comenzar a ser cuestionado últimamente también por sectores del massismo.

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El desempeño de Guzmán, convertido en solitario líder de la cruzada del Gobierno contra los espeluznantes niveles de inflación en la Argentina, ahora que absorbió a la Secretaría de Comercio y ubicó allí a un hombre propio tras la salida de Roberto Feletti, será sometido a un exigente escrutinio en los próximos meses, mientras crecen las dudas en torno a su capacidad para domar la disparada de precios.

Según pudo averiguar NA en pasillos de la Casa Rosada, por momentos da la sensación de que hoy solo el sector albertista del Gobierno defiende la continuidad de Guzmán en el Gabinete nacional, con argumentos relacionados con su función de "garante" del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y con la "herencia inflacionaria" con la que ha tenido que lidiar hasta ahora, es decir, que no se trata éste de un problema que haya surgido durante la actual gestión.

El kichnerismo se ha cansado de pedir su salida del Palacio de Hacienda, mientras que sectores del massismo ya han empezado también a mirarlo de reojo a Guzmán, de igual modo que al presidente del Banco Central, Miguel Pesce, que quedó bajo fuego en los últimos días tras el marcado aumento de los dólares financieros y también del blue en el circuito cambiario de la ciudad de Buenos Aires, luego de la decisión oficial de ajustar el "cepo" a las grandes empresas.

Un problema más político que económico

Con respecto a la suba del billete estadounidense en el mercado secundario -ganó 31 pesos durante junio para quedar a tiro de los $240 por unidad para la venta en la "city" porteña-, un sector del Gobierno procuró restarle importancia, al considerar como "chico" al volumen de operaciones que se realiza de manera marginal: en esos términos se manifestó incluso la vocera presidencial, Gabriela Cerruti.

No obstante, otros referentes albertistas en la Casa Rosada admitieron días atrás que el aumento del dólar blue puede generar un incremento de precios "por especulación" y tener, en consecuencia, un impacto en la economía familiar del día a día, en momentos en los que el Gobierno esperaba anunciar -y es poco probable que así suceda- una nueva desaceleración de la inflación en junio: según consultoras privadas, el índice se ubicaría por encima del 5%.

Con las disparatadas variaciones del IPC que se registran en la Argentina desde hace largos años, parece claro que el problema es más político que económico, es decir, que las soluciones dependen de las decisiones que se animen a tomar quienes gobiernan, asumiendo los eventuales costos -electorales incluso- que esas determinaciones provoquen.

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De momento, Guzmán machaca sobre la necesidad de achicar el déficit fiscal en el país -o sea, intentar acomodar mejor el gasto en función de los ingresos del Estado-, mientras el kirchnerismo insiste en que estará pavimentado el camino hacia una derrota del oficialismo en los comicios generales del año próximo si la Casa Rosada procura cumplir con las recetas del FMI.

En este sentido, el ala dura del Frente de Todos (FdT) echó a rodar definitivamente el operativo clamor para que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner sea candidata en 2023: según el dirigente camporista y ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, Andrés "Cuervo" Larroque, es la "única" que puede "generar esperanza" en la Argentina.

En medio de la interna en el Gobierno, que encuentra al jefe de Estado Alberto Fernández y a Cristina peleándose ya de manera deliberada en público, el sector moderado del FdT, por su parte, sostiene que las postulaciones con vistas a la votación presidencial del año próximo deberían dirimirse en una PASO, a la que el oficialismo tendría que llegar manteniendo su unidad.

De cualquier modo, el FdT volvió a mostrarse dividido en ocasión de la conmemoración de la muerte del ex mandatario y fundador del movimiento justicialista, Juan Domingo Perón, cuya muerte a los 78 años, el 1 de julio de 1974, terminó de empujar al país hacia un desfiladero trágico que sometió a la sociedad argentina a los momentos más oscuros de su historia, en especial tras el golpe militar de 1976.

"La relación está rota"

El kirchnerismo, con Cristina a la cabeza, organizó un acto en el distrito bonaerense de Ensenada, mientras que Fernández rindió homenaje a Perón este viernes en la sede de la Confederación General del Trabajo (CGT), acompañado por funcionarios del Gobierno y un pequeño grupo de gobernadores justicialistas e intendentes. En la puerta de la mítica central obrera de la calle Azopardo, en la Capital Federal, apenas un puñado de militantes brindaron su respaldo al primer mandatario.

En Balcarce 50, según confiaron a esta agencia fuentes confiables, quienes procuran mantenerse a salvo de la "grieta" interna en el FdT siguen de cerca las mediciones de imagen que distintas consultoras publican habitualmente y están atentos a la posibilidad de que el deterioro de la figura del presidente arrastre con su lodazal a Cristina.

Entre ambos, aseguran, "la relación está rota" y en este contexto, ni el jefe de Estado ni su número dos en el Poder Ejecutivo nacional se preocupan por disimularlo, al igual que sus principales alfiles. Por el contrario, las tensiones y asperezas volvieron a quedar en evidencia en estos días, con un renovado intercambio de chicanas y eufemismos relacionados con la "lapicera" del Presidente.

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Mientras prepara su reunión bilateral de fines de mes con su par estadounidense Joe Biden en Washington, Fernández comenzó la semana procurando tender puentes con el kirchnerismo tras su regreso al país procedente de la Cumbre del G-7 en Alemania, al visitar a la condenada líder de la agrupación Tupac Amaru, Milagro Sala, en Jujuy, donde permanecía hospitalizada.

Su sorpresiva incursión en territorio jujeño, duramente vilipendiada por el gobernador local, Gerardo Morales, le valió a Fernández una "felicitación" por parte de referentes de La Cámpora, al mostrarse supuestamente comprometido con una causa que solo abriga y defiende el kirchnerismo más duro en la Argentina. Sin embargo, el presidente, enigmático como de costumbre, apenas días más tarde salió al cruce de Cristina en la CGT.

Pese a la feroz interna en el FdT, durante el viaje por Alemania, y aunque parezca llamativo, algunos integrantes de la comitiva oficial se permitieron bromear con la abrupta salida del Ministerio de Desarrollo Productivo de Matías Kulfas, especialmente cuando brindaban declaraciones "off the record" a periodistas que cubrieron las actividades de Fernández junto a los líderes mundiales del Grupo de los Siete. El Gobierno, por su parte, procuró sin éxito promocionar esa excursión por Europa como un éxito de su política internacional.