Así como este Gobierno abandonó al mundo del trabajo y la producción, a la educación, a la seguridad, también dejó de lado la política social.

Abandonó todo diseño real de política pública de la promoción social para pasar a tercerizar el gerenciamiento de los recursos destinados a los sectores más castigados por esta situación tan inédita como desastrosa.

Inédita porque nunca atravesamos una crisis de esta escala sin un Gobierno verdadero. Desastrosa porque los niveles de descomposición social nunca han sido tan altos en la Argentina.

Frente a esto, el desvío de los recursos públicos hacia personeros del poder generan la necesidad de varias reflexiones urgentes.

Abandono de la responsabilidad del Estado. Les resta sentido a las áreas específicas de los tres niveles. Les vacía la caja y el sentido. La construcción de un poder paralelo, para-estatal, del que emanan referentes claramente antidemocráticos.

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Personeros que amenazan, condicionan, extorsionan y obturan a las autoridades legítimamente al frente de las reparticiones. Personeros que nadie ha elegido y que tienen enorme poder. Manejan millonarios recursos, la calle y, lo peor de todo, manipulan una nueva forma de esclavitud.

Es el paroxismo del clientelismo político y el cercenamiento de la libertad.

Es uno de los peores fracasos de este Gobierno. Probablemente el peor después de la muerte evitable de miles de argentinos por el mal manejo de la pandemia, otro hijo natural de los prejuicios ideológicos: haber creado kelpers en el continente, ciudadanos de tercera clase.

*Alejandro Finocchiaro es ex ministro de Educación de la Nación.