El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, referente de las posiciones de derecha, desautorizó a su vicepresidente, el general retirado Hamilton Mourao, por condenar la invasión rusa a Ucrania y solicitar el involucramiento de los militares brasileños en el conflicto europeo en declaraciones públicas realizadas el jueves 24 de febrero.

En Buenos  Aires, el encargado de negocios de Ucrania en Argentina, Sergiy Nebrat, está aguardando, desde hace una semana, que Cristina Kirchner lo reciba en el Senado para que el cuerpo legislativo avance en una declaración de condena firme a la Federación de Rusia por la invasión militar al territorio ucraniano.

Un reclamo que incomoda a la vicepresidenta por sus lazos con el régimen de Vladimir Putin afianzados durante sus dos presidencias y, continuado por la irrupción del coronavirus y la importación de vacunas del Instituto Gamaleya que afianzó la relación bilateral al ritmo de lo que se denomina, en círculos políticos, como la “diplomacia de las vacunas” que sirve para abrir mercados y afianzar afinidades políticas e ideológicas.

Sin dudas, el estallido de la guerra en la península de Crimea, ha incomodado a los dos países más importantes de América del Sur. Tanto Argentina como Brasil están shockeados por los rápidos cambios  geopolíticos que se están produciendo en el mundo y, a medida que se profundiza el conflicto y se extiende su duración, la tradicional postura de neutralidad argentina se verá jaqueada, al tiempo que los Estados Unidos, gobernados por los demócratas de Joe Biden, comienzan a analizar con mayor recelo los movimientos del presidente Bolsonaro y su explícito apoyo a Putin.

Las giras a Rusia de Alberto Fernández y Bolsonaro que inquietan a Occidente

Veinte días antes del comienzo de la invasión a Ucrania, el “Día Z”, la Z alude a la idea de la desnazificación que el ejército ruso utiliza como justificación de la violación del derecho internacional al penetrar en un territorio extranjero, el presidente argentino, Alberto Fernández, ofertaba a Vladimir Putin, en el Kremlin, que Argentina sea la “puerta de entrada de Rusia a América Latina”.

Ocho días antes del 24 de febrero, el presidente brasileño en el mismo palacio de Moscú, relativizó las críticas de su visita de parte de los funcionarios de la administración de Joe Biden, expresando, “Brasil es un país soberano. Tuvimos informaciones de que a algunos países les gustaría que el evento no se realizase y algunos pensaban que lo peor podría suceder durante nuestra presencia aquí", en Moscú, afirmó el brasileño cuando los  tambores de guerra sonaban cada vez con más insistencia.

Acaso, como si se tratara de dos caras de una misma moneda, el gobierno de Alberto Fernández y la administración de Jair Bolsonaro, coincidieron en los días previos a la guerra en agradar al régimen autócrata de Vladimir  Putin.

Pero el conflicto bélico y el desastre humanitario, captado por cronistas de guerra y por ucranianos que lo enseñan a través de redes sociales, lo han trastocado todo. La tensión diplomática y los efectos recesivos en la economía de un conflicto que puede extenderse en el tiempo deja poco espacio para los neutrales y las diferencias de posicionamiento estallan dentro de las coaliciones gobernantes de los dos países.

Vicepresidentes críticos que evitan la unidad de criterio ante la crisis

“Quien habla sobre esas cuestiones se llama Jair Mesías Bolsonaro y quien tenga dudas, que consulte la Constitución", afirmó el mandatario brasileño, junto con el canciller Carlos França, durante una transmisión por redes sociales que realiza todas las semanas.

Esta reafirmación pública de autoridad se debió a las declaraciones  previas de su vice, Hamilton Mourao, quien sostuvo “Brasil no es neutro. Debemos dejar muy claro que respetamos la soberanía de Ucrania y no concordamos con una invasión del territorio ucraniano. Esto es una realidad”, afirmó el militar en el Palacio del Planalto, sede de gobierno, ante periodistas acreditados.

La sociedad entre los dos integrantes del poder ejecutivo se quebró definitivamente tras este entredicho. Una  relación que venía desquiciada desde mediados del año 2020, el año de la pandemia, cuando Mourao criticó con dureza las políticas sanitarias de Bolsonaro que se adoptaron en Brasil para enfrentar la diseminación del Covid-19 que mató a más de 635.000 brasileños.

De hecho, Bolsonaro está buscando un candidato a la vicepresidencia para las elecciones presidenciales  de octubre donde intentará conseguir su reelección ante un fortalecido, en las encuestas, Lula Da Silva. Por su parte, Hamilton Mourao, se postulará como senador por el sureño estado de Río Grande Do Sul.

El capitán retirado del ejército brasileño llegó a realizar declaraciones, a título personal, a favor del involucramiento del ejército brasileño en el conflicto. “…porque de lo contrario, Rusia podría avanzar como lo hizo la Alemania de Adolf Hitler, en la década del ‘30”.

La respuesta oficial liderada por el ministro Carlos Franca fue la de adoptar una postura públicamente crítica contra la Federación de Rusia y el embajador ante Naciones Unidas, Ronaldo Costa Filho, en su discurso del 21 de febrero ante el Consejo de Seguridad de la ONU, evitó criticar a Putin pero reclamó “la desmovilización de tropas  y equipos militares” en la frontera  rusa-ucraniana.

Cuando Rusia cruzó la frontera de su país vecino, Brasil votó a favor de la resolución de la Asamblea General de la ONU que el miércoles 2  de marzo condenó la invasión y exigió el retiro de las tropas rusas del territorio ucraniano. Pero, lo hizo considerando de manera crítica y calificando de “indiscriminadas” a las sanciones contra Rusia impuestas por los miembros de la OTAN.

La Argentina de los Fernández, se sumó al repudio en Naciones Unidas pero, al igual que la diplomacia brasileña, decidió no condenar a Rusia en la Organización de Estados Americanos  (OEA).

La Cancillería argentina se amparó en la tradición de neutralidad de su diplomacia, donde no hay amigos ni enemigos. “El único alineamiento que tenemos es con los intereses de los argentinos y argentinas. Acá no hay bandos que elegir”, afirmó el canciller, Santiago Cafiero.

Si bien los diplomáticos ucranianos que residen en Buenos Aires se mostraron satisfechos con la actuación diplomática en Naciones Unidas, “…estamos muy conformes con la decisión de la Argentina de apoyar la declaración de la ONU contra Rusia”, la posición neutral en la OEA y el poco eco en la oficina de la vicepresidenta argentina para emitir una declaración similar en el Senado de la Nación y en la Cámara de Diputados que conduce Sergio Massa, estarían mostrando las diferencias de criterio entre el ala que responde al presidente Alberto Fernández y el pensamiento que guía a los dirigentes kirchneristas.

La socia principal de la coalición gobernante del Frente de Todos demoró cuatro días desde que se produjo la invasión hasta que se pronunció por su cuenta de twitter defendiendo la soberanía territorial de Ucrania pero evitando condenar la invasión de Putin.

En su escrito comparó la situación ucraniana con el reclamo nacional por el territorio de las islas Malvinas al señalar, “…el doble estándar de la  grandes potencias en materia de derecho internacional” que siempre le han dado la espalda al argumento de la integridad territorial en el caso de los archipiélagos del Atlántico Sur.

En materia económica Brasil tiene más intereses en juego que Argentina. A pesar de la oferta de Alberto Fernández para convertir a la Argentina en la puerta de entrada a las empresas rusas Brasil es  el  socio principal del país gobernado  por  Vladimir Putin al punto de conformar junto a China; India y Sudáfrica el club de países conocidos como los BRICS. Acrónimo  utilizado para nombrar a las cinco economías nacionales emergentes que, a comienzos de siglo, eran las más prometedoras del mundo.

Brasil; Rusia; India; China y Sudáfrica explican, en conjunto, el 40% de la economía mundial y frente al avance de las tropas que sirven a la Federación de Rusia en territorio ucraniano, han preferido la cautela.

Argentina, inmersa en una compleja renegociación por su deuda  con el Fondo Monetario Internacional (FMI), oscila entre la necesidad de no abandonar las instituciones auspiciadas por Occidente, entre ellas está pendiente la invitación para ingresar a la OCDE, organismo multilateral del cual Rusia fue expulsado recientemente, y convertirse en un socio confiable de los poderosos gobiernos autócratas ruso y chino.