Esta semana fue noticia la imposibilidad de cubrir 200 puestos de trabajo en Toyota. Los requisitos no parecían elevados, la empresa solo pedía el  secundario completo, y sabemos cuán apreciados son en todo el mundo los beneficios asociados a los empleos en la industria automotriz.

En este caso la remuneración propuesta era de 150.000 pesos, cinco veces el salario mínimo. Desde la Unión Industrial Argentina reconocieron que esa misma dificultad aparece con frecuencia en distintos sectores productivos. Es un fenómeno multicausal, pero no cabe duda de que en él la decadencia educativa tiene un fuerte protagonismo.

Podemos empezar a proyectar lo que sucederá cuando al mercado de trabajo lleguen las generaciones de alumnos que atravesaron la tragedia educativa provocada por el manejo de la pandemia.

Qué suerte podrá tener ese millón y medio de chicos que no tuvieron contacto con la escuela desde diciembre de 2019; cómo recuperarán, aún aquellos que siguen en el aula, los saberes perdidos en este año y medio sin clases. Lo padecerán ellos en términos individuales, sus grupos familiares y todos nosotros como sociedad.

Será fundamental medir profundamente el estado desde el cual los docentes tendrán que empezar a amortiguar el daño provocado en el tiempo perdido.

En eso, como en tantas cosas, el Ministerio nacional tuvo dichos y desmentidas. Más allá de la última posición pública a favor de los operativos de evaluación, la ejecución de solo el 5,9% del presupuesto asignado -cumplidos siete meses del año en curso- demuestra que conocer la realidad nunca estuvo en los planes del actual Gobierno.

Los progresos que llegan a la población no tiene que ver con el volumen de los anuncios demagógicos sino con lo que se plasma en los hechos. Los gastos devengados arañan, en promedio, solo el 31% de lo votado y en muchos rubros, como Mejoramiento de la Calidad Educativa, Formación Docente o Becas

Progresar, son incluso menores. Se redujo, además de su pobre ejecución, el presupuesto vigente en áreas como Jardines o en Infraestructura. No es lo que se dice, es lo que se hace.

Los equipos de maestros de gran parte del país y, sobre todo, los de la provincia de Buenos Aires, reclaman por la ausencia de directivas pedagógicas para encarar un desafío inédito.

Hasta ahora, de todo el territorio, la única preocupación de los funcionarios del Palacio Sarmiento ha sido mirar los 200 kilómetros cuadrados de la Ciudad de Buenos Aires en busca de contrastes con el jefe de Gobierno con fines meramente electorales.

Esto se demostró, una vez más, con la gira mediática que sostuvo el ministro de Educación de la Nación estos días. En todas las notas desgranó la misma letanía: cuestionar la voluntad porteña de volver a la presencialidad completa.

Ahora que el Presidente de la Nación anunció el fin de la cuarentena -seguramente estimulado por las encuestas electorales tormentosas- veremos, cronómetro en mano, cuánto tarda en girar sobre su eje para apoyar aquello que critica.

En política no alcanza con tener razón, hay que tenerla a tiempo.

Mientras las cabezas educativas nacionales y bonaerenses sigan en campaña no tendremos horizonte de salida. Con ese espíritu militante han clausurado las políticas públicas que empezaban a mostrar el camino para escapar de la frustración que desnuda el caso Toyota.

Aunque a priori podría parecer poco, lo que necesitamos es seguir poniendo el foco en Lengua y Matemática. Nuestros chicos
tienen que aprender a leer, a escribir y a manejar las operaciones básicas. Tienen que desarrollar lógicas, leer libros y aumentar su vocabulario. Eso mejorará su capacidad de pensamiento.

Era el objetivo de iniciativas como Aprender Matemática, Secundaria 2030 o Escuelas Faro. Con planes de Formación Situada buscábamos dar herramientas para el día a día de los docentes. No pasa lo mismo, por ejemplo, en las aulas de Lezama y las de La Matanza y queríamos que pudieran estrechar vínculos con las comunidades y sus particularidades.

El objetivo primordial de los ministerios de educación debe ser el aprendizaje de los alumnos. Ese es el único proyecto al que deben dirigir sus esfuerzos.

(*) - Alejandro Finocchiaro es un ex ministro de Educación de la Nación y precandidato de Juntos a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires.