El 6 de diciembre pasado, al tiempo que denunciaba la "proscripción" sobre su persona, la vicepresidenta Cristina Kirchner juró públicamente que "no sería candidata a nada" en 2023.

En un sistema tan verticalista como es el peronismo, donde ella funge como líder indiscutible del movimiento, suena sospechoso que dirigentes de su círculo salgan espontáneamente a contradecirla, en un operativo clamor que tiene como eslogan romper el cerco de la proscripción.

Hace una semana aparecieron afiches en barrios de la Ciudad de Buenos Aires y del conurbano bonaerense con la leyenda "proscripción un carajo" y "Cristina 2023". Esos mismos afiches empapelaron la entrada y las inmediaciones de Matheu 130, la sede del PJ donde el jueves pasado se celebró la primera cumbre de la "mesa política" del Frente de Todos, donde el kirchnerismo copó la parada con narrativa propia, subrayando la centralidad de Cristina y eclipsando al resto de las tribus peronistas.

Si la ex mandataria declinó sus aspiraciones electorales y ejerce una autoridad vertical sobre su fuerza política, ¿cómo se explica que sus dirigentes salgan públicamente a reclamar una candidatura que ella no quiere y armen una puesta en escena en ese sentido? Un primer intento de respuesta es que el operativo clamor, en realidad, cuenta con luz verde de la propia vicepresidenta, que deja hacer a su dirigencia en el marco de una estrategia deliberada para empoderar al kirchnerismo de cara a las negociaciones que se vienen por los lugares en las listas del Frente de Todos. Más allá de que la decisión de Cristina Kirchner ya esté tomada, mantener viva la expectativa de una candidatura suya posiciona al kirchnerismo en un lugar de mayor fortaleza en la interna oficialista, y le permitirá negociar desde mejores condiciones. 

Naturalmente, el hecho de que Cristina Kirchner no esté al frente de la boleta le baja el precio al kirchnerismo y eso atentaría de lleno contra los intereses de esa fuerza política, que así tendría más dificultades para hacer uso de la la lapicera y tener la hegemonía en las listas electorales. 

Exactamente por la misma razón el presidente Alberto Fernández mantiene latente la posibilidad de ser candidato presidencial. Desistir anticipadamente de una candidatura a la reelección podría leerse como una confesión de que su Gobierno fue decepcionante, lo cual condenaría a su espacio político (el albertismo) a la insignificancia y el ostracismo político. Lo que está en juego, en definitiva, es quien controla la lapicera para el armado de las listas electorales en los distritos clave.

Al mismo tiempo que el kirchnerismo busca magnificar la centralidad de su jefa política, también busca esmerilar a Alberto Fernández para bajarlo de la competencia. Para los sectores referenciados en la vicepresidenta, el de Alberto Fernández es un ciclo cumplido que no cumplió las expectativas del contrato electoral del 2019, y que por ende no merece una revalidación. Por eso algunos referentes le exigen un ultimátum para que defina desde ahora si será o no candidato. Así se lo transmitieron dirigentes gremiales K en la reunión de la mesa política del Frente de Todos, en una apurada que no gustó en Balcarce 50. Y desde el kirchnerismo lograron que el líder del Frente Renovador, Sergio Massa, también presionara al presidente para que clarifique lo antes posible el rol que jugará en las próximas elecciones 

"Proscripción" de Cristina: una mise en scene

Rápido de reflejos, el albertismo salió a pararle el carro a las presiones a través de la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, quien sostuvo que será el propio presidente quien "maneje los tiempos" del anuncio" y destacó que "queda un tiempo para seguir fortaleciendo la gestión".

"Ellos pueden tener su verdad relativa a la hora de plasmar que el Presidente debe tomar esa decisión o anunciarla con mucho tiempo de anticipación pero ese capítulo ya se cerró el día de la mesa (política del Frente de Todos). Volver a discutir sobre eso no tiene mucho sentido porque él es quien maneja los tiempos. Él siente que queda un tiempo para seguir fortaleciendo la gestión", indicó, y recordó que Néstor y Cristina Kirchner siempre comunicaron sus decisiones electorales sobre el filo de los cierres legales para la inscripción de candidaturas.

La situación de Alberto Fernández en el peronismo, se sabe, no es cómoda, ya que a pocos meses de finalizar la gestión, los apoyos a su continuidad en la Casa Rosada se reducen a una velocidad asombrosa. Al riñón de dirigentes leales de lo que él se niega a nombrar como "albertismo" podría agregarse un puñado de gobernadores y un sector minoritario de la CGT. El Movimiento Evita que solía ser uno de los sostenes políticos más importantes en medio de las disputas feroces con el kirchnerismo, ahora mira a Fernández con escepticismo, y preferiría a Sergio Massa como candidato.  

El flamante jefe de Gabinete, Agustín Rossi, señaló que “sería raro” que el presidente "tenga que someterse a unas PASO dentro de su propio espacio político". Lo mismo hizo Tolosa Paz. Son conscientes que Alberto Fernández parte de una situación de debilidad política y a diferencia de lo que sucedió en otros períodos de la historia con presidentes en ejercicio que aspiraban a la reelección, no podrá evitar la competencia interna.

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Paradójicamente, el líder de La Cámpora, Máximo Kirchner, utilizó el mismo argumento al señalar que sería "raro" que el presidente vaya a unas PASO contra dirigentes del mismo espacio. La intencionalidad del titular del PJ bonaerense, evidentemente, es bien distinta. Al identificar la anomalía, no hace otra cosa que sugerir que Fernández se baje para evitarle el bochorno de perder la interna "contra un compañero". 

En marzo, Alberto Fernández continuará con sus recorridas por el interior del país para testear si hay agua en la pileta para un hipotético lanzamiento suyo como candidato. Sin embargo, tendrá una prueba de fuego el 1 de marzo, cuando será el protagonista casi excluyente de la Asamblea Legislativa para la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso. El presidente se guarda la bala de plata para ese día, cuando tendrá la oportunidad de marcar agenda propia y revalidar credenciales como jefe de Estado.

La vicepresidenta, por su parte, tendrá su "mise en scene" el 24 de marzo, cuando convocará a la militancia a movilizar por el Día de la Memoria bajo la consigna "Argentina y democracia sin mafias". El kirchnerismo pondrá ese día en la calle la épica de "la lucha contra la proscripción", con el objetivo de alinear al peronismo detrás de la ex presidenta.

El cumpleaños número 70 fue otro pretexto que utilizó el kirchnerismo para seguir alimentando la centralidad de su jefa. "Nada sin Cristina", es el hashtag y consigna que se viralizó ayer en los comentarios que dirigentes y militantes publicaron en redes sociales para felicitar a la vicepresidenta por su natalicio. Un mensaje no demasiado sutil en clave interna política, metiendo presión para que sea ella la principal constructora del armado electoral. Quien quiera oír, que oiga.

Como si fuera poco este lunes se sumó otro capítulo de esta serie del Frente de Todos con el anuncio del secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla Corti, quien llamó a participar del primer plenario abierto de la militancia previsto para el próximo sábado 25 de febrero en Esteban Echeverría para conversar sobre cómo "romper la proscripción". 

El kirchnerismo ya logró tallar con fuerza en la mesa política del Frente de Todos cuando pudo imponer la cuestión de la lucha contra la proscripción en la letra del documento final que se difundió como corolario de las deliberaciones. Y encima a propuesta del bancario y líder de la Corriente Federal de Trabajadores, Sergio Palazzo, se acordó poner en marcha una comisión que tendrá como misión ir a pedirle a Cristina Kirchner que reconsidere su decisión y se ponga al frente de la candidatura presidencial. Un instrumento más del montaje del relato contra "la proscripción".