Llegó a la Presidencia de la Nación en 2019 con la promesa de "cerrar la grieta", entre otras arengas de campaña, favorecido por el padrinazgo de Cristina Fernández de Kirchner y el descalabro económico de la segunda mitad del Gobierno de Cambiemos que sepultó las aspiraciones de reelección de Mauricio Macri.

Su postura moderada y su predisposición a dialogar con distintos sectores de la política nacional, hasta con el propio Macri, más allá de sus críticas hacia el líder del PRO, le valieron un significativo respaldo en las urnas incluso de votantes de centro-derecha, no solamente de centro, desencantados con la gestión "amarilla".

Sin embargo, con el correr de los meses tras su desembarco en la Casa Rosada, aquel perfil que generaba en la sociedad una esperanza de reconciliación ciudadana comenzó a torcerse, en un proceso de mutación que convirtió a Alberto Fernández, el mismo que antes fustigaba a la jefa del proyecto que permitió luego que alcanzara la primera magistratura, nuevamente en un enigma.

Hoy, la "nueva normalidad" de Fernández tras los avatares de la pandemia de coronavirus, las polémicas de su gestión y los escándalos palaciegos, en especial el llamado "Olivos-Gate", lo encuentra transformado en un funcionario de primerísima línea que contribuye casi permanentemente con la polarización, a la que azuza en sus discursos en público.

Mucho se ha discutido hasta el momento sobre su rol y su capacidad de mando en un Gobierno de coalición cuya principal figura política -además de "dueña" de los votos incondicionales- es la vicepresidenta desde finales de 2019 hasta la actualidad, pero otra de las interrogantes que generan sus metamorfosis y comentarios altisonantes gira en torno de las convicciones propias del presidente en su cargo de Jefe de Estado.

¿Cuál es el verdadero Fernández? ¿El que hablaba de "corrupción revolucionaria" y tildaba de "deplorable" al segundo mandato de Cristina, de quien decía incluso que tenía una "enorme distorsión de la realidad"? ¿O el actual funcionario que no escatima elogios hacia la figura de la líder del Frente de Todos?

Más aún, ¿es el candidato presidencial que durante la anterior campaña llamaba a terminar con la "grieta" para dejar de vivir "en el país de la locura" o el mandatario que confronta con la oposición, en especial con Juntos por el Cambio, en cada aparición pública con un discurso cada vez radicalizado y de impronta kirchnerista en este año electoral?

¿Quién es? ¿Qué piensa en realidad? ¿Es aquel moderado de 2019 o este pseudo-"revolucionario" de 2021? ¿Es aquel que tildaba  de "idiotas" a quienes no cumplían con las medidas de restricción impuestas por la pandemia de Covid-19 o este de los últimos días que intentó justificarse tras no haber cumplido con las normas que él mismo como jefe de Estado dispuso por decreto?

¿Es el de las fotos en la Quinta Presidencial de Olivos? ¿Con el líder sindical Hugo Moyano, en la celebración de cumpleaños de su esposa Fabiola Yañez en 2020 o en los festejos de fin de año en diciembre pasado? ¿O el que responsabilizaba a la sociedad, sobre todo a los jóvenes, por la propagación del coronavirus en uno de los momentos más preocupantes de la pandemia?

Versiones en microfilme de una misma persona

¿En serio considera que la docente Laura Radetich que increpó a los gritos y desaforada a un alumno que cuestionaba al kirchnerismo en una escuela de La Matanza mantuvo un "formidable debate" con el estudiante, desautorizando una vez más así a su ministro de Educación, Nicolás Trotta? ¿O intenta una vez más congraciarse con el núcleo duro de votantes del Frente de Todos (FdT) con sus palabras?

En definitiva, ¿existe un verdadero Fernández o todas esas versiones en microfilme de una misma persona son las que reunidas, moldean y finalmente conforman en un todo al dirigente político que encabeza el Poder Ejecutivo en estos días, en un momento a todas luces complicado del devenir nacional?

Si el objetivo del presidente es mantenerse de esta forma en el candelero, definitivamente lo ha conseguido. De cualquier manera, la actualidad encuentra hoy al enigmático jefe de Estado golpeado, al menos en términos de medición de imagen, después del escándalo de los festejos y las visitas sociales a Olivos, y alejado de Buenos Aires, quizás a la espera de que baje la polvareda.

Fernández se refugió en el interior en los últimos días y con un discurso cada vez filoso y radicalizado intenta capear la tormenta, en momentos en los que las encuestas comienzan a marcar el pulso de la estrategia electoral del oficialismo, especialmente, en ese cardinal enclave político que significa la provincia de Buenos Aires para el kirchnerismo.

Allí, en actos de presentación de precandidatos, tomaron la posta otros referentes del FdT, como el líder de La Cámpora Máximo Kirchner, que este viernes en Escobar responsabilizó a los medios de comunicación por el ataque con un arma de fuego que sufrió el legislador correntino Miguel Arias.

Expresiones como las del hijo de Cristina, jefe del bloque de Diputados del FdT en el Congreso, incentivan aún más la "grieta" y, por ende, agudizan el clima de odio que existe en el país, que divide a la sociedad argentina desde hace años y que el propio Fernández prometió subsanar.

Es probable que la polarización se vea estimulada por sectores de la prensa, parados a un lado y el otro del surco, pero indudablemente la política, ya sea persiguiendo una finalidad electoral u otros intereses, se ha encargado en forma denodada de contribuir con esa segmentación en los últimos tiempos.

Justamente es en este contexto que Macri logra mantenerse vigente como dirigente político e incluso como líder de la oposición  después del fracaso de su Gobierno, con indicadores económicos sumamente deteriorados en cuanto a poder adquisitivo del salario y pobreza en el tramo final de aquella gestión.

Regresado de Europa, el ex presidente se subió al ring de la campaña electoral, mientras se intensifica la disputa por el respaldo de los jóvenes en las urnas -más de 6,5 millones de personas habilitadas para votar en las próximas elecciones tienen entre 16 y 24 años- y Juntos por el Cambio intenta evitar la fuga de votos hacia ofertas electorales más liberales, como las que encarnan José Luis Espert en la provincia de Buenos Aires y el camorrista Javier Milei en la Ciudad.

Como suele suceder en campañas electorales, cada uno atiende su juego y apuesta sus fichas en el tablero, buscando golpes de efecto. Por el momento, se habla mucho de "pasado" y de "futuro" en vísperas de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del próximo 12 de septiembre, pero poco del "presente".

Y el presente, dicho sea de paso, continúa siendo incierto.