En estas elecciones se juega lo de siempre en una elección de medio término y bastante más. Estoy desde hace unos días en campaña, conversando con mucha gente y son muchas las personas que manifiestan su desazón, la falta de esperanzas y sobre todo, el dolor de ver que sus hijos se están preparando para buscar un futuro mejor en algún otro país.

Muchos ven que esta elección será la última señal que determinará la decisión de emprender un nuevo proyecto o no y en muchos casos si quedarse o irse. En mis 50 años de activa participación política jamás vi algo así.

Estamos frente a un final de época, a un punto de inflexión, la moneda esta en el aire, depende de cómo caiga, para que una enorme cantidad de compatriotas renueve su compromiso por seguir adelante, haciendo de este el lugar donde llevar una vida agradable con posibilidades y oportunidades o buscarlo en otros lugares los que puedan, o resignarse a mantener la persistente decadencia, la gran mayoría.

En general, a los oficialismos les va mal en las elecciones cuando la situación económica es mala, hay desocupación, pérdida de poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones y la inflación no para de crecer.

Si a esto le agregamos una falta total de empatía de los gobernantes con el sufrimiento del pueblo como el patético caso de la foto del cumpleaños en Olivos, el vacunatorio vip, la pésima política en materia de compra y distribución de vacunas entre otras varias cosas, todo indica que el futuro está en las manos de lo que el pueblo argentino elija.

El triunfo de una oposición fortalecida en su unidad, que haga de las PASO el ámbito de unión e integración, será la oportunidad de abrir una puerta a la esperanza. A la desorientación y la deriva al pasado que nos propone el Gobierno, tenemos la oportunidad de convocar al pueblo a seguir un rumbo claro hacia adelante, al futuro. Se trata simplemente de hacer lo que de distintas formas han hecho los países del mundo que han logrado prosperar y permitido que su gente progresara.

¿Dónde y con quiénes?

Proponemos tres ejes principales que orienten hacia dónde y con quiénes realizar una profunda transformación que saque al país adelante. El primero es alentar y apoyar las enormes capacidades productivas de cientos de miles de argentinos que, en emprendimientos personales, en empresas de todos los tamaños han desarrollado en el campo del complejo agroindustrial, en el  de la economía del conocimiento, y en cientos de industrias y servicios una economía competitiva de alta productividad.

Una reforma tributaria, que baje la inmensa presión impositiva que agobia a la producción y que logre equidad, eficiencia, donde todos paguen en la medida de sus capacidades contributivas, será un primer gran paso.

El segundo es el institucional. Solo será un ámbito propicio para el desarrollo de los distintos proyectos de vida que se despliegan en una sociedad, el que se afirme en los principios fundamentales que con sabiduría marca nuestra Constitución, igualdad ante la ley, respeto irrestricto a las garantías y derechos consagrados en la carta magna.

Raúl Alfonsín abrió las puertas a la democracia y a la vida popularizando el preámbulo, es nuestra responsabilidad hacer de una buena institucionalidad la base de nuestro despegue. El tercero es en el plano internacional. El mundo es una oportunidad no una amenaza.

Se alinean los planetas a nuestro favor. Tenemos habilidades para producir bienes que el mundo demanda y tienen buenos precios, las tasas de interés son de las más bajas de que se tenga registro. Está todo dado para estimular la inversión y el crecimiento, solo se requiere una dirigencia capaz de entenderlo y apelando al arte de la buena política logre los acuerdos que permitan llevar esto adelante.

La Argentina debe dejar de ser el soporte de cuanta dictadura queda en América Latina y pasar hacer un jugador más en el equipo de las democracias desarrolladas del mundo. El Congreso puede y debe ser el lugar donde se pueda dialogar y avanzar en acuerdos que permitan este rumbo, por eso esta elección es más que una elección de medio término, es una oportunidad para que la mala política deje de ser un problema y la buena política empiece a ser parte de la solución.

Dejemos de invocar su santo nombre en vano, esperanza será solo la buena política que permita que nuestros compatriotas tengan trabajo y posibilidades de progreso y bienestar.

(Facundo Suárez Lastra es diputado nacional de la UCR y precandidato a diputado nacional de Juntos por el Cambio por la ciudad de Buenos Aires).