Las PASO de este domingo en la Ciudad de Buenos Aires pondrán en juego la sucesión de Horacio Rodríguez Larreta como jefe de Gobierno, después de 16 años
ininterrumpidos de hegemonía del PRO, además de elegirse cargos de legisladores y comuneros.

El propio alcalde porteño, que ahora va por el pozo mayor como precandidato presidencial de Juntos por el Cambio, pateó el tablero meses atrás al establecer la modalidad de votación concurrente, desafiando a la voluntad del ex presidente Mauricio Macri, que le hizo saber su disconformidad con independizar la sucesión en la Ciudad del destino nacional.

Elecciones concurrentes significa simultaneidad de fecha de elecciones con las nacionales, pero un desdoblamiento de hecho al implementarse un sistema de votación de boleta única electrónica, lo cual supone depositar el voto en urnas diferenciadas dentro del aula.

Esto supone que el elector primero pasará por el cuarto oscuro para elegir la boleta de papel con las categorías nacionales, y tras depositar ese voto en una primera urna deberá caminar unos metros para seleccionar en una pantalla su sufragio electrónico con las opciones de su preferencia para la Ciudad.

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Tras completar ese breve proceso y confirmar la operación, el aparato imprimirá una boleta (con un chip incorporado), la cual deberá depositarse en una segunda urna. 

En el fondo, este desdoblamiento de hecho que impuso Rodríguez Larreta con el sistema de elecciones concurrentes le sirvió para dar una muestra de liderazgo dentro de Juntos por el Cambio y afirmar su autoridad frente a los intentos de domesticación de Mauricio Macri, quien pese a decidir autoexcluirse de la competencia presidencial, no cesó en sus esfuerzos por influir en el ordenamiento electoral de la coalición opositora. 

Al mismo tiempo, el ex jefe de Gabinete de Macri logró a través del desdoblamiento equilibrar en gran medida las chances en las PASO de Martín Lousteau (Evolución Radical) frente a un Jorge Macri (PRO) que hubiera tenido el camino absolutamente allanado en el caso de acoplar su boleta a la de los precandidatos presidenciales del PRO, dejando a un rival interno sin la posibilidad de atar su suerte a un presidenciable competitivo.

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A juzgar por las encuestas y por la secuencia de las últimas elecciones porteñas, el ganador de la elección parece que va a resolverse al interior de Juntos por el Cambio, razón por la cual se considera la disputa entre Jorge Macri y Lousteau como la final anticipada, haciendo una analogía con competencias deportivas.

Detrás ellos dos aparece con menos chances el precandidato único a jefe de Gobierno de Unión por la Patria, Leandro Santoro, que tendrá como primer objetivo obtener 25 puntos (o más) y luego meterse en el balotaje.

Sin embargo, el efecto del voto útil atenta contra sus posibilidades de optimizar su cosecha en las PASO, ya que está medido que un porcentaje (menor, pero real a fin de cuentas) de votantes afines al kirchnerismo se infiltrará en la interna de Juntos por el Cambio votando a Lousteau para perjudicar al candidato del PRO. 

Más relegado en las encuestas se ubica el precandidato único de La Libertad Avanza, Ramiro Marra, perjudicado a partir del sistema de elecciones concurrentes que disoció su boleta de la presidencial de Javier Milei.

Por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad (FIT-U) se plantea una interna entre Jorge Adaro (con el apoyo del PTS e Izquierda Socialista) y Vanina Biasi (con el respaldo del Partido Obrero y el MST).

En el cuarto oscuro habrán otras dos boletas de precandidatos a jefe de Gobierno que representan a la izquierda trotskista, que enfrentarán en las PASO el desafío de superar el piso del 1,5% necesario para estar en la oferta electoral del 22 de octubre: Héctor Heberling (Nuevo Mas) y Valentina Viglieca (Política Obrera).

El mismo objetivo tendrán los precandidatos a jefe de Gobierno Eduardo Graham (Principios y Valores), Alejandro Nizzero (Frente Patriota Federal), Juan Pablo Chiesa (Aptitud Renovadora), y Adolfo Buzzo (Libres del Sur).