Ganar o gobernar, esa es la cuestión
En medio de las turbulencias de la administración Fernández, la sociedad reclama a las agrupaciones políticas y a los dirigentes en particular capacidad para gestionar, no solo para triunfar en elecciones. Es éste el principal desafío que afronta hoy Juntos por el Cambio de cara a 2023.
La pelea dentro del Gobierno entre el sector moderado que encabeza Alberto Fernández y el kirchnerismo, además de generar un esperado impacto negativo en la gestión del presidente de la Nación, parece haber acelerado los tiempos de la política en la Argentina, donde apenas promediando un año par el debate electoral con vistas a 2023 se instaló definitivamente, al menos, en la clase dirigente y en los medios de comunicación.
Largos meses quedan aún por delante para la esmerilada administración Fernández hasta los próximos comicios presidenciales, pero las especulaciones públicas y en ámbitos privados sobre lo que pueda llegar a ocurrir en esa votación se encuentran hoy a la orden del día, incluso en medio de un contexto social y económico que demanda actualmente soluciones urgentes por parte de la Casa Rosada, del jefe de Estado y de su equipo de colaboradores.
En este marco, tras el fallido "relanzamiento" del Gobierno anunciado para el Día de la Patria -nada fuera de lo común ocurrió el pasado 25 de mayo, si no fuese por la presentación artística de Fernández en un acto en Florencio Varela, donde subido a un escenario cantó y todo la guitarra-, el presidente buscó dotar de pompa institucional a una medida previamente calificada como una "obviedad" por su ministro de Economía.
En esos términos se expresó justamente Martín Guzmán cuando Sergio Massa le envió una carta días atrás en la que subrayaba la necesidad de actualizar el piso del impuesto a las ganancias. Esta semana, el titular de la Cámara de Diputados urgió al jefe del Palacio de Hacienda a tomar esa medida, antes de que la Casa Rosada anunciara ese lógico retoque de manera oficial, con ambos funcionarios acompañados por la cúpula de la Confederación General del Trabajo (CGT) en una rueda de prensa al aire libre.
A propósito de Guzmán, si bien logró fortalecerse tras haber podido capear la embestida del cristinismo de semanas anteriores y se robusteció incluso más con la renuncia de Roberto Feletti como secretario de Comercio Interior, a partir de ahora soportará una mayor dosis de presión y quedará expuesto de cuerpo entero en la cruzada por maniatar a la inflación.
Si bien se rodeó de gente de su confianza, el titular del Palacio de Hacienda asumirá -de hecho, ya lo asumió- el rol de jefe de la misión tendiente a controlar los precios y está claro que se avecina una batalla alambicada en tal sentido: esta semana, por ejemplo, el economista y ex director ejecutivo de la ANSeS Diego Bossio vaticinó que el costo de vida aumentará ¡72 por ciento! en 2022, con relación al año anterior.
El factor económico será determinante en los próximos meses en el termómetro social con vistas a las elecciones presidenciales de 2023, tanto para el oficialismo como para la oposición: mientras Juntos por el Cambio (JxC) se relame pensando en una eventual victoria el año que viene, el contexto hoy por hoy se presenta desafiante para Fernández, si es que efectivamente irá en busca de una renovación de su mandato, en tanto el kirchnerismo de momento se mantiene dentro del Frente de Todos (FdT), aunque no se sabe por cuánto tiempo y si en definitiva romperá.
Así las cosas, con la interna del Gobierno anticipando debates electorales poco frecuentes durante un año par, y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner corrida de la gestión oficial, después de que el núcleo duro K ventilara en público la percepción del Instituto Patria de que la gestión de Fernández como presidente de la Nación estaba acabada, un variopinto escenario de especulaciones comenzó a tomar forma en semanas recientes de cara a 2023.
Incluso en el propio kirchnerismo se entusiasman con la posibilidad de que Cristina sea candidata y compita por la primera magistratura: sus seguidores abogan por "regresar a 2015", soslayando -por cierto- aquella combinación de desgaste, desaciertos en la toma de decisiones y sospechas de corrupción que propició el derrumbe de su segundo Gobierno y, en definitiva, el triunfo de Cambiemos en las urnas con Mauricio Macri a la cabeza en aquel año.
Este incipiente "operativo clamor" se produce, además, en momentos en los que la ex presidenta, asumiendo una postura que bien podría ser tildada de irresponsable, amenaza con vaciar de poder a su propia invención electoral de 2019, "Alberto Fernández presidente", cuando logró aglutinar a distintas expresiones del peronismo con el objetivo de destronar a Macri, que también pagó en el cuarto oscuro por su fallida gestión.
Ahora, algunos se frotan las manos pensando en una eventual contienda electoral mano a mano entre Cristina y Macri, cuyo desafortunado tramo final de gobierno, después de una histórica victoria de Cambiemos en aquel momento en 2017 en los comicios de medio término, allanó el camino para el regreso del kirchnerismo al poder, dentro de una coalición, antes de que sucumbiera ese proyecto ideado por "la Jefa" y el país se encuentre hoy inmerso en un inquietante contexto político.
Un escenario que muestra, a su vez, cómo viene creciendo -y en forma peligrosa para algunos- la figura del economista libertario Javier Milei, a quien las críticas que recibe incluso parecen fortalecerlo e instalarlo con mayor firmeza en el ring electoral de cara a 2023, como sucedió con otros "outsiders" de derecha por ejemplo en Estados Unidos y en Brasil, con Donald Trump y Jair Bolsonaro, en años recientes, de igual modo que con exponentes de izquierda en países de la región.
Se trata de personajes disruptivos que si bien interpelan a la política tradicional, y se vigorizan absorbiendo el hartazgo de sectores de la sociedad con la clase dirigente, también patean con exceso de impulsividad y por momentos agresividad y violencia el tablero en busca de generar impacto, golpes de efecto, básicamente, sin importar sus consecuencias por lo general.
En su Convención Nacional de esta semana, el radicalismo confirmó su intención de cerrarle a Milei la puerta de un eventual ingreso a JxC, donde por cierto los "halcones" del PRO también proponen medidas de "shock", abogan por la libertad e insisten con la necesidad de un cambio y de sacudir el "statu quo" de la política tradicional, "pero dentro de un marco de respeto", dijeron a NA fuentes de ese espacio, consultados por la actual efervescencia en torno del diputado libertario.
En la principal coalición opositora, sumida por cierto en su propia interna, conviven en la actualidad numerosos referentes con aspiraciones de competir por el sillón de Rivadavia, como Horacio Rodríguez Larreta, Gerardo Morales, María Eugenia Vidal, Patricia Bullrich y probablemente también el propio Macri, mientras que en el peronismo rivalizan quienes levantan banderas de "Alberto conducción" contra los aduladores de Cristina.
De cualquier manera, a partir de la decepción causada por los dos últimos gobiernos surgidos de experimentos electorales de laboratorio -el de Macri, con sus globos y su marketing proselitista, y actualmente el de Fernández, socavado ahora por los mismos que lo ungieron como jefe de Estado-, claramente lo que la sociedad reclama hoy a las agrupaciones políticas y a los dirigentes en particular es capacidad para desempeñarse en la función pública, no solo para ganar elecciones.
Básicamente, se les demanda que gobiernen, que sepan cómo hacerlo y se enfoquen, una vez en la gestión, en solucionar los problemas más acuciantes del país (inflación, inseguridad, estabilidad laboral, etcétera). Éste es, en efecto, el principal desafío que afronta Juntos por el Cambio en su rol de alianza opositora que busca retornar al poder el año que viene y en general, de quienes anhelan suceder a Fernández en el cargo.
Ganar o gobernar, esa es la cuestión. Ya falló Macri y lo propio está ocurriendo con el "matrimonio electoral por conveniencia" que acordaron Fernández y Cristina en 2019. Mientras tanto, en la Argentina los salarios continúan sin poder vencer en su pulseada contra la inflación, lo que genera un persistente deterioro del poder adquisitivo de los trabajadores, mayor pobreza y desigualdad.
Urgidos por las disputas palaciegas, en JxC aseguran que están trabajando en un plan de gobierno, con cada dirigente que se considera "presidenciable" elaborando su propio programa, acompañado por equipos técnicos. El ex titular provisional del Senado Federico Pinedo está colaborando, por ejemplo, con Bullrich, en asuntos vinculados con política exterior, según averiguó NA.
Y a propósito de la titular de PRO, si en efecto Macri considera que ha llegado el momento para que Bullrich se lance al ruedo en las grandes ligas, tras sus concesiones políticas de años anteriores, un gesto verdaderamente significativo por parte del ex mandatario sería otorgarle su bendición y desistir de competir él en 2023, abriendo el juego para que sean otros los que puedan ofrecer quizás a la sociedad una mejor versión de su propia creación.