Por Daniel Menéndez (*) | Especial para Noticias Argentinas

Nos encontramos frente a un escenario sin precedentes para el mundo moderno.

Frente a ello, se ha instalado una falsa dicotomía entre salud o economía.

Lo cierto es que el Gobierno ha acertado con sus decisiones protegiendo la vida de los argentinos con el inicio del aislamiento social obligatorio. En comparación con países vecinos que no han sido tan drásticos en sus medidas, la situación en nuestro país da cuenta de que la cuarentena tuvo muy buenos resultados aplanando la curva de contagios.

Al mismo tiempo, nos encontramos hoy en día ante a una realidad que es abiertamente desigual. No existen las mismas oportunidades ni las mismas herramientas para enfrentar la pandemia en los barrios populares, en los que la infraestructura dista de ser la adecuada, además de existir una situación económica más precaria que la que tienen otros sectores de la Argentina.

Es en este contexto donde la cuarentena adopta una modalidad comunitaria. De hecho, es inverosímil pensar que en barrios donde las personas viven hacinadas, éstas puedan quedarse en sus casas encerrados más de un mes. A esto hay que sumarle la evidente disminución de los ingresos en esos hogares por la reducción de la actividad.

En este escenario sale a flote la solidaridad y el compromiso social de las organizaciones sociales, de la comunidad eclesiástica y del trabajo de docentes. Los centros comunitarios, clubes de barrio, iglesias o escuelas están siendo la primera línea de contención promoviendo las medidas de seguridad y garantizando el acceso a la alimentación de cientos de miles de personas.

En aquellos lugares donde se ha podido articular con los dispositivos locales institucionales, esta acción se potenció.

Un ejemplo muy visible de esto fue la entrega de medio millón de viandas a jubilados durante la última semana: cientos de militantes sociales de Movimiento Barrios de Pie cocinaron para llevar al domicilio comida y así evitar que el mayor grupo de riesgo tenga que salir de sus casas y exponerse.

El trabajo de las iglesias y los clubes de barrio, son otros en esta lucha; han ofrecido sus instalaciones para poder incrementar rápidamente la capacidad de atención de nuestro sistema sanitario. Todas estas acciones tienen un hilo de responsabilidad y compromiso común, que es el propio cuidado de cada barrio por sí mismo.

Es de vital importancia en este contexto, reivindicar cuán esencial es la militancia social y la organización de base. Sin el trabajo solidario de miles de personas a lo largo y ancho del país sería imposible contener esta situación.

Claro está, también, lo fundamental que ha sido el aporte de un Estado presente, empezando por los últimos, como dijo Alberto Fernández. Más de ocho millones de inscriptos al Ingreso Familiar de Emergencia, el refuerzo de la tarjeta Alimentar, los bonos a jubilados y beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo y la puesta en marcha de los Precios Máximos dan cuenta de que existe una decisión fuerte de proteger el bolsillo de los que menos tienen.

Por último, quiero señalar la urgente necesidad de que las grandes fortunas empiecen a tributar de acuerdo a lo que necesita nuestro país en estos tiempos de emergencia. Hay sectores que se enriquecieron de manera exorbitante durante los cuatro años de Macri en el poder y que no están aportando lo que deberían para que el país pueda salir adelante.

Hoy pagamos las consecuencias de esos años de especulación y fuga de capitales, con el incremento de los niveles de pobreza y el aumento sideral de la deuda externa. Para poder corregir esta situación es necesario dar un paso adelante en la mejora de la distribución de la riqueza en nuestro país. Solo así podemos mejorar las condiciones de vida en los barrios que durante mucho tiempo han sido los más postergados.

(*) Daniel Menéndez, coordinador nacional Barrios de Pie/SOMOS y subsecretario de Políticas de Integración y Formación de la Secretaría de la Economía Social.