El riesgo asociado con las próximas elecciones legislativas no es menor: una mayoría automática en el Congreso otorgaría al kirchnerismo el poder de avanzar sin mayores escollos sobre nuestras instituciones.

El atropello final que se sumaría al pésimo manejo de la pandemia -rankeado como el peor del mundo por Bloomberg-, a la normalización de los escándalos de corrupción y de la mala praxis como prácticas de Estado, a los cierres de fronteras que impiden a nuestros connacionales volver al país, a las cuarentenas irracionalmente extensas que devastaron la economía y no pudieron evitar los 100.000 muertos que el propio presidente Alberto Fernández utilizó como cifra exageradamente crítica hace unos meses.

Durante la brutal pandemia, cuyo saldo al día de hoy fueron 109 mil muertes, la Ciudad de Buenos Aires sufrió los embates de un Gobierno nacional desesperado por romper su autonomía.

Mantuve a lo largo de este tiempo una agenda en común con el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta en la defensa de nuestra Ciudad y sus ciudadanos.

Entendimos la prioridad de una gestión sanitaria que no descuidara el bienestar ni la economía de los porteños, sostuvimos un punto de vista acorde respecto de las aperturas de actividades y, en especial, de lo importante que resultaba que las escuelas se mantuvieran activas.

La consolidación de una nueva generación de líderes concentrados en el diálogo y en la construcción colaborativa fue el último paso para que avanzáramos en la composición de un espacio común en Juntos, un ámbito plural en el que los debates y las diferencias internas no van en desmedro de que todos sus integrantes nos movamos con un propósito afín: el sistema democrático por sobre cualquier intento autoritario, la división de poderes como un valor fundamental para el funcionamiento de la república y el respeto a las libertades individuales tal como lo establece la Constitución.

Las prioridades de la sociedad están centradas en apuntalar la cultura del trabajo, volver a abrazar la educación como una herramienta clave para el desarrollo de las generaciones futuras y estimular la producción industrial con valor agregado para reinsertarnos en el mundo de manera competitiva.

Un espacio filtrado por la autocrítica y la gran capacidad de gestión en el peor momento vivido resulta inspirador ante un escenario complejo y dividido.

Lo verdaderamente nocivo es, repito durante uno de los peores momentos vividos, la arrogancia y la anomia de nuestros  dirigentes: cuando no existe igualdad ante la ley -como ocurrió con las numerosas visitas recibidas por el presidente en medio de la más estricta de las cuarentenas- o cuando una élite se arroga privilegios respecto del resto de la ciudadanía, incluyendo el tema más sensible de todos: la salud.

Lo VIP no tiene lugar en el país que necesitamos: ni para vacunatorios ni para ninguna otra cosa. Nuestro rol como oposición es comportarnos cohesivamente como primer muro de contención, pero no solo con una visión de emergencia, sino con la perspectiva y el compromiso de incrementar, en el largo plazo, la calidad de nuestra democracia y el estado de bienestar de los argentinos, que es lo que está en juego en esta elección. 

En base a todo esto, tomamos la decisión de integrar Juntos por el Cambio y apoyar la lista de María Eugenia Vidal, para concentrar esfuerzos y lograr reponer los diez diputados de la Ciudad de Buenos Aires que dejan su banca en diciembre. Es imprescindible que se sume la misma cantidad de cargos y, para ello, se necesita un gran número de votos.

(Sergio Abrevaya es legislador porteño, secretario general del GEN y precandidato a diputado nacional en la Ciudad de Buenos Aires por Juntos por el Cambio).