El Perón de los papas
Se cumplen 10 años de la elección del argentino Jorge Mario Bergoglio como papa.
El pueblo de Dios ganó la calle para llegar a la Plaza de San Pedro. En Italia no había presidente, ni Papa. La orfandad era la medida en marzo del 2013.
Juan Pablo II los últimos cinco años de su vida estuvo tan enfermo que no podía conducir ni su propia silla de ruedas. Las mafias se apoderaron de él. Lloraba de impotencia. No daba más. Ignoraban su estado. Sin escrúpulos lo mostraban igual a un hombre que quería morir en Paz.
Benedicto XVI, sin duda el mejor teólogo del siglo XX, estaba desbordado. No lideraba. Todo no se puede. Pasaron ocho años más. 13 en total sin que nadie tomara las riendas del Vaticano. Renunció y los dejó a todos colgando de un hilo endeble. Sorprendió, ya que la mafia corrupta y pedófila no esperaba este gesto. Actitud de un hombre de Dios. Nadie sabía a ciencia cierta la que les esperaba. Benedicto, sí.
Nunca aceptó la renuncia de Bergoglio cardenal cuando cumplió 75 años. El padre Jorge era papable desde el 2001. Bergoglio estrenaba su solideo de cardenal. No era conocido. Viajó al sínodo de Roma. Estaba en el tercer lugar de los relatores, que es como estar en ese sitio en el banco de suplentes de un Mundial. Resultó ser que los titulares no pudieron ir, porque eran dos Cardenales americanos que no se pudieron mover por la Torres gemelas. Ahí Bergoglio pasó al frente. Habló, expuso lo suyo y se ganó a todos los cardenales. Su nombre empezó a sonar como posible Papa. Caminos de Dios poco tangibles para los distraídos.
En el cónclave del 2005, Bergoglio tenía un espacio propio y bien ganado. Pidió que no lo voten cuando venían cuerpo a cuerpo con Ratzinger. Esa vez le dio la espalda al papado. No era su momento. Es un hombre que maneja los tiempos como nadie que uno haya conocido en la vida. Su relación con Benedicto fue creciendo. Estamos hablando de hombres de una inteligencia superior.
LEÉ: De los gestos a las reformas: balance de diez años de Francisco en el VaticanoLlegó Aparecida, en Brasil la propuesta de Bergoglio era hacer un sínodo fuera de Roma, en un santuario latinoamericano. Fue tan impecable su exposición que Benedicto aceptó y no tan solo eso. Dijo: tengo 80 años, pero estoy bien para ir. En esos días Bergoglio se consagró como uno de los posibles papas y levantó la bandera de los santuarios de la pobreza. Incluyó a la iglesia latinoamericana. La periferia. Así fue la historia que nadie habla y pocos conocen.
En Argentina tenia detractores poderosos que le hacían guerra tras guerra y lo ensuciaban y embarraban. Él seguía para adelante con la diócesis de los curas villeros, viajando en subte y abriendo las iglesias. Denunciando la trata el trabajo esclavo, visitando presos y amando su vocación de sacerdote. Asi, con sus pasos de jesuita, llegó a roma el más humilde de todos los cardenales. El cónclave y esa gaviota atrevida en la punta de la chimenea que no se movió de ahí hasta que salió el humo Blanco.
Bergoglio a solas, en un momento único visceral solitario de padre nuestro y ave María. Quiso estar a solas un tiempo propio cuando lo votaron Papa. Esa media hora pensó y reflexionó. Sintió una paz que no era de él sino del Espíritu Santo y que hasta el día de hoy no lo abandona. Bergoglio, orgoglio (orgullo dicen los italianos). De algo nunca se quejó: de la herencia recibida. Así hacen los políticos. Dios no se va a enojar con nosotros, pero sin duda cuando lo vi en su encuentro en el balcón de San Pedro, dijo a ese pueblo Feliz y ansioso: vai reposaré. Es el Perón de los Papas.