Mientras avanza la investigación judicial con motivo del intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Kirchner el pasado 1 de septiembre, el oficialismo logró apoderarse definitivamente del centro de la escena política nacional, desde donde impone su agenda y se permite incluso montar operativos de distracción.

El torbellino iniciado semanas atrás con el pedido de pena contra la misma Cristina en la causa en la que se encuentra sentada en el banquillo de los acusados por presuntos actos de corrupción en la concesión de obras públicas en Santa Cruz entre 2003 y 2015 desmanteló por completo los arrestos protagónicos del arco opositor -cimentados en errores propios del Gobierno por lo general- y generó una nueva coyuntura: un escenario de debate que ahora muestra al Frente de Todos (FdT) decididamente empoderado y ejerciendo un rol dominante.

Tanto es así que el oficialismo ha conseguido relegar a la oposición en general y a Juntos por el Cambio (JxC) en particular a un mero papel de "opinador" de sus acciones y comentarios, muchos de los cuales solo parecen tener como finalidad distraer la atención en momentos en los que la situación social y económica se mantienen igual -o incluso peor- que como se presentaba hasta aquel lunes 22 de agosto pasado, cuando los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola concluyeron sus alegatos en la causa Vialidad.

La centralidad que alcanzó Cristina a partir de entonces, tanto en la agenda política nacional como en la opinión pública doméstica, con una voluminosa y casi en continuado presencia en los principales medios de comunicación del país, se combinó con un aceitado funcionamiento del andamiaje comunicacional del kirchnerismo particularmente para blandir una defensa corporativa de la figura de la "Jefa", lanzar balas de fogueo a la oposición y azuzar un renovado "operativo clamor" militante con vistas a las elecciones presidenciales del año que viene.

Con la ex mandataria ubicada a todas luces en una situación preocupante -para ella y su familia- desde el punto de vista judicial, el núcleo duro K decidió movilizarse y el peronismo en general salió a respaldar a la líder del FdT, que durante la gestión de Alberto Fernández como jefe de Estado venía desarrollando una extraña alternancia entre prolongados períodos de perfil bajo con explosivas apariciones en escena. Incluso había adoptado en algún momento un peculiar rol de "comentarista" de las vicisitudes de su propio Gobierno, al menos hasta antes del intento de magnicidio de comienzos de este mes.

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Así las cosas, instalado en el centro del cuadrilátero, e independientemente de la gravedad institucional del incidente registrado frente a la casa de Cristina en el barrio porteño de Recoleta, el oficialismo no solo ha conseguido en las últimas semanas monopolizar los temas de conversación sino que se ha permitido montar un show de luces y aguas danzantes con el que supo cautivar la mirada -y domeñar las reacciones- de la oposición.

Desde los cuestionamientos a la autonomía porteña tras el incidente con las vallas que mandó a ubicar el alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, en cercanías de la casa de Cristina -y los incidentes posteriores con militantes K-, hasta la "propuesta" del presidente del bloque oficialista en el Senado, José Mayans, de suspender el juicio por la causa de la obra pública en Santa Cruz para garantizar, presuntamente, la "paz social": el arco oficialista ensaya operativos dialécticos de distracción y Juntos por el Cambio cae en la trampa, con sus respuestas a medida y en formato de anteojeras.

Esta situación ha causado incluso cierto malestar en los sectores más duros de la coalición opositora, que demandan a sus colegas mayores esfuerzos para imponer la propia agenda de JxC e insistir en la necesidad de apostar por un cambio de rumbo en la Argentina a partir de 2023, con una gestión nacional que se enfoque en los problemas actuales y más acuciantes de la sociedad (inflación, inseguridad, estabilidad laboral, etcétera), en lugar de centrar sus energías en los eventuales tropiezos de la vicepresidenta en estrados judiciales.

Asimismo, quedó en evidencia que la polémica en torno del vallado policial en Recoleta y la forma de proceder de Rodríguez Larreta después de que la militancia K lo derribara incluyó ráfagas de fuego amigo en el seno del PRO destinadas al alcalde porteño de parte de la presidenta del partido, Patricia Bullrich.

Ese sábado 27 de agosto por la noche tras los incidentes y después de que fuera convocada a la conferencia de prensa que brindó el jefe comunal en la sede municipal de Parque Patricios escoltado por referentes de JxC, Bullrich optó por rechazar la invitación y asistir, en cambio, a la fiesta de cumpleaños de la diputada nacional Sabrina Ajmechet, en desacuerdo con la decisión de Uspallata de que Rodríguez Larreta sea el único orador en aquella convocatoria al periodismo. Así lo pudo confirmar NA consultando fuentes confiables.

Días más tarde, la cúpula del PRO se reunió en un almuerzo convocado de urgencia para limar asperezas entre el alcalde de la Ciudad -y aspirante a la Presidencia de la Nación en 2023- y la ex ministra de Seguridad -que persigue el mismo objetivo político-, aunque en la antesala de la campaña electoral que se avecina no sería de extrañar que las tensiones entre Bullrich y Rodríguez Larreta se incrementen en el corto plazo, al menos hasta que el ex jefe de Estado y líder del PRO, Mauricio Macri, anuncie finalmente si competirá o no el año que viene.

Bullrich pretende que, en materia de seguridad, Rodríguez Larreta tome decisiones enérgicas y demuestre de qué manera procedería Juntos por el Cambio -o al menos el ala dura del PRO- en el caso de ser nuevamente Gobierno a partir del 10 de diciembre del año que viene: le pide determinaciones más firmes frente a lo que observa como "atropellos" en la vía pública y vulneraciones de derechos de terceros y que envíe de ese modo mensajes más contundentes a la ciudadanía pensando en 2023.

El alcalde porteño, mientras tanto, busca sí tensar la cuerda en determinadas ocasiones -de enfrentamiento con el kirchnerismo, por ejemplo-, pero hasta cierto punto, al tiempo que apuesta por la moderación, siguiendo una estrategia que apunta a seducir a los votantes blandos e incluso a partidarios de otras fuerzas políticas y a posibles desencantados con el Gobierno de cara a las elecciones del año que viene, más que esforzarse por mantener cautivo al núcleo duro de derecha dentro del PRO.

Su agenda incluye recorridas por el interior del país y anuncios semanales de gestión en la Ciudad, donde lentamente comienza a tomar forma, a propósito, la carrera por la sucesión, dado que su cargo quedará disponible el año próximo: en los últimos días incluso, Rodríguez Larreta le dio su bendición a la actual ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, para que compita en 2023 por la Jefatura de Gobierno.

Ambos se conocen desde hace un largo tiempo: Acuña ha trabajado durante más de dos décadas junto al alcalde de la Ciudad, a quien algunos dentro del PRO, y en charlas de café, cuestionaban en semanas recientes por no haber "formado" supuestamente a un -o una- dirigente para que lo suceda en el cargo, sabiendo que no tiene reelección el año que viene -por ley-.

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Pues bien, más allá del salto de jurisdicción del ex intendente de Vicente López Jorge Macri a la Capital Federal, con la premisa de "velar" por la continuidad en el poder del partido amarillo que fundó su primo en el ámbito porteño frente a la amenaza radical que supone el senador Martín Lousteau, Rodríguez Larreta suma a la contienda electoral a una jugadora sumamente interesante como lo es Acuña.

Otro contrincante dentro del PRO, además de Macri, actual ministro de Gobierno en la Ciudad, podría ser Fernán Quirós, un funcionario que también mantuvo un perfil alto y destacado en los últimos meses, al igual que Acuña, pero como especialista sanitario y titular de la cartera de Salud en la Capital Federal, especialmente durante la pandemia de coronavirus.

En el caso de que los tres se lancen en busca del puesto que ocupa hoy Rodríguez Larreta, es probable que sea en definitiva y llegado el caso la "mesa chica" del PRO la que resuelva en función de perspectivas de triunfo -y encuestas- quién será el candidato o la candidata del espacio en 2023 para enfrentar sí en elecciones primarias -en las PASO- eventualmente a Lousteau y quizá también a un representante de Republicanos Unidos, que podría ser el legislador capitalino Roberto García Moritán.

Está por verse, además, qué tipo de vínculo político forjará finalmente -en el caso de que suceda- la ex diputada evangelista Cynthia Hotton con JxC en el distrito porteño, donde este sábado volvió a compartir una actividad con Rodríguez Larreta. También participaron Acuña y el vicepresidente primero de la Legislatura, Emmanuel Ferrario.

El escenario electoral, de todos modos, recién comienza a acomodarse en la Ciudad, donde esta semana se conoció que la inflación de agosto -principal preocupación de la sociedad actualmente- ascendió al 6,2% y alcanzó una variación interanual del 74,6%. El dato oficial, a nivel nacional, se conocerá la semana que viene.

El indicador sobre el aumento del costo de vida se divulgará justo después de finalizada una pretensiosa gira del ministro de Economía, Sergio Massa, por Estados Unidos y que incluye un encuentro cara a cara con autoridades del Fondo Monetario Internacional (FMI). Cuando el titular del Palacio de Hacienda regrese al país, de todos modos, probablemente encuentre a la clase dirigente doméstica aún enfrascada en la discusión sobre los "discursos de odio" en la Argentina, una polémica que es posible que el Gobierno intente sostener si es que pretende correr el foco de atención del dato "malo" de la inflación que está previsto que el INDEC difunda el próximo miércoles: ¿una oportunidad para que la oposición salga del ostracismo?