¿Qué pasaría si para sacar el pasaporte, hacer la declaración impositiva o solicitar una prestación en ANSES en vez de acercarnos al Estado, el Estado se acercara a nosotros? ¿Y si el Estado se volviera invisible?

Durante las últimas décadas, el mundo ha vivido una transformación digital que lo modificó casi por completo. La irrupción de las diversas tecnologías modificó tanto las pautas sociales de comportamientos como la relación con el Estado, sobre todo en el desafío de gestionar una sociedad del conocimiento.

En el último lustro, fuimos testigos del advenimiento de la era exponencial, también conocida como "cuarta revolución industrial", en la que las diversas innovaciones tecnológicas como el big data, las tecnologías de la información y comunicación (TIC), la inteligencia artificial (IA) y la robótica, entre otros avances, penetraron en la vida cotidiana.

La profundización de este proceso creó sofisticados algoritmos y un complejo entramado de redes de datos y sistemas cada vez más integrados e interconectados.

Este constante avance llevó a experimentar nuevas formas de relaciones que trascienden nuestro mundo material, para insertarse cada vez más en el mundo digital: el metaverso, una realidad virtual descentralizada y multicorporativa que implica una suerte de evolución natural de internet tal y como lo conocemos hoy.

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De esta manera, se conforma un nuevo ecosistema complejo e interdependiente, cuya característica principal es la retroalimentación que permite mejorar productos y servicios dados los grandes niveles de datos que se generan.

Así, nuestra vida se transforma cada vez más en una experiencia inmersiva, que nos lleva a vivir en la realidad virtual de la misma manera que en la material.

El Estado necesita desarrollar capacidades para direccionar los cambios y transformarlos en herramientas de gestión que permitan controlar su ritmo y dirección. Es aquí donde empezamos a pensar un nuevo Estado: el Estado inteligente.

Las TIC, la era exponencial o el metaverso no deben constituir un fin en sí mismo, sino que deben entenderse como el medio que permita crear estos Estados inteligentes, que brinden respuestas a los ciudadanos de modo rápido y ágil y presten servicios de calidad.

El Estado inteligente es el paso para entrar en una nueva forma de burocracia y de relaciones sociales que den origen a nuevas formas de interacción con el Estado que no requiera de la presencia física de la ciudadanía y aun así le asegure la prestación de servicios acordes a sus necesidades o, incluso mejor, que preste servicios que la propia ciudadanía no llega a demandar.

Ya que el Estado posee todos sus datos, conoce también los servicios a los que tiene derecho, por ello se encargará de comunicarles cuáles son los beneficios a los que pueden acceder y las obligaciones que deben cumplir sin necesidad que los ciudadanos inicien los trámites.

En esta nueva era, no solo el Estado acude a nosotros, sino que no requiere de un territorio determinado para la prestación de servicios, por eso hablamos de un Estado invisible.

No se trata ya de era digital, sino de la ERA META, de la conectividad social virtual y del desarrollo de una nueva forma de comunidad. Pensar en ello implica dar cuenta de las profundas transformaciones que la tecnología está haciendo en la sociedad y su impacto en el Estado, la burocracia, los trámites y la forma en la que se implementan políticas públicas.

La ERA META está llegando al Estado.

(*) - Maximiliano Campos Ríos es especialista en Administración y Políticas Públicas.