Lo primero: sí, en democracia hay ganadores y perdedores. No es un campo de batalla, es una competencia regulada y transitoria por el poder. Y la  Argentina no es la excepción en eso. En otras cuestiones sí; en la competencia electoral, no.

Lo segundo, lo dijo hace tiempo un gran profesor: si la política fuese hecha por intelectuales sería pura especulación, como es hecha por políticos es pura coyuntura y resolución. Porque la política real -la que se hace, no sólo la que se piensa- opera como la matemática, los números ordenan. Y los votos son la medida del poder real cada dos años en el Congreso Nacional.

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¿Quién ganó y quién perdió el domingo 14 en la Argentina?

Perdió el Gobierno y ganó la oposición. Para los primeros, menos negación y especulación, más reconocimiento y explicación. Para los segundos, menos pudor; tampoco exaltación. Ganar es un enorme esfuerzo estratégico y organizacional. Y poder celebrarlo y aprender es un logro democrático. En suma, 9 puntos de diferencia, 2 millones de votos, 13 provincias en las que Juntos por el Cambio logró, a diferencia de las elecciones parlamentarias de 2017 y las presidenciales de 2019, una nacionalización "efectiva": votos y bancas en el Senado de la Nación.

Le quitó así al Gobierno la llave de la gobernabilidad legislativa que tenía su puerta de entrada en esas oficinas de la liga de gobernadores peronistas en que se convirtió el Senado en estos 38 años de democracia ininterrumpida. Nada menor.

¿Por qué entonces se puso en discusión el resultado? Porque es una elección parlamentaria y en un sistema presidencial el Gobierno debe continuar dos años más. 

Lo tercero: ¿tragedia? No, democracia. Frágil en Argentina, sí. Hay un bipartidismo que concentra el 70% de las preferencias en el país si se suman los votos positivos de Juntos por el Cambio y el Frente de Todos.

Pero es la elección parlamentaria que menos participación histórica tuvo en la serie desde 1983.

En algunas provincias, si se suma el 25% que normalmente no vota y se agrega el voto en blanco, nulo y la no participación, el ausentismo alarma: La Rioja (43,81%), Salta (42,88%) y Catamarca (40,43%), son algunos ejemplos.

Un país con la mitad de sus ciudadanos con pobreza estructural es la base social que sostiene un bipartidismo de coalición que debe reconstruir credibilidad institucional. Y el acto de la militancia que tuvo como fin fortalecer la figura presidencial fue justo en la dirección opuesta.

Un presidente que descalifica a un outsider como Javier Milei, pero que no puede cumplir finalmente la regla básica de saludar al que gana. ¿Cuál es el mensaje de la política profesional en esta coyuntura del país? ¿Cuánto de ese 70% garantiza fortaleza democrática?

Cuarto: el Gobierno perdió además por tres. En el Senado, el control automático; y el presidente, su respaldo en la coalición frente a Cristina. Sí, la liga de gobernadores perdió en sus provincias. Pero también perdió Cristina. Aunque logró achicar la diferencia en la provincia de Buenos Aires y evitó compartir la plaza del Día de la Militancia; ese 31% nacional del Frente de Todos es el piso y el techo que alcanza para seguir, pero ¿proyecta futuro?

¿Cómo ordenar la ambición en una coalición que deberá negociar con la oposición en el Congreso y penalizar los deseos de sus miembros?

Por mucho ruido que hagan los medios con la competencia interna entre los nuevos liderazgos de Juntos por el Cambio con miras a 2023, no es lo mismo administrar una victoria que una derrota. Menos en una situación de crisis como Argentina.

La oposición puede negociar aspectos clave que neutralicen daños colectivos y generen una agenda más sensata hacia el futuro.

El Gobierno debe, en cambio, resolver emergencias sin capacidad de imponer y no cuenta con la sociedad para neutralizar vetos externos (oposición) o internos (su coalición) para lograrlo.

Sí, Juntos por el Cambio hoy ganó mucho más que votos al Gobierno. Las PASO abrieron la puerta a una nueva generación de dirigentes en dos de los partidos con gestión territorial en el país: el PRO y la UCR. Resolvió así el problema que hoy no puede resolver gobernando el Frente de Todos: la enorme asimetría de poder interno entre los que integran una coalición de Gobierno.

Esa asimetría que durante el Gobierno de Cambiemos impuso la estrategia de "homogeneizar" en 2017 y llegó debilitada en 2019, acaso no tenga margen en el FdT porque aquí en 2021 no hubo victoria sino derrota. Sí, no es verdad que la Argentina está siempre en el mismo lugar, no para la sociedad.

(*) - Carla Carrizo es diputada nacional radical en Juntos por el Cambio.