Diana Mondino baja una barrera a las exigencias de la Agenda 2030 de la ONU para la Argentina
En una conferencia con estudiantes en Mendoza, la canciller de Milei se preguntó: ¿Por qué Argentina en materia energética debería hacer algo que los demás países, como China o India, no cumplen?”
Por Antonio D’Eramo
El 23 de agosto pasado, la “canciller en las sombras” de La Libertad Avanza, la economista Diana Mondino, disertó en la Universidad Nacional de Cuyo de la provincia de Mendoza ante una gran cantidad de estudiantes que fueron a analizar las propuestas en materia de relaciones exteriores de la agrupación política que lidera Javier Milei.
Frases contundentes como, “Argentina no va a comer gusanos” lograron sostener la atención del auditorio que realizó consultas públicas que derivaron en una evaluación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) u Objetivos Globales que fueron adoptados por numerosos estados nacionales y municipales y que pretende ser una hoja de ruta global que los militantes de La Libertad Avanza juzgan con desconfianza.
SI existe una “casta internacional”, seguramente, para los integrantes de LLA, se encuentran todos juntos, agrupados, en foros internacionales como el FMI, Banco Mundial o los organismos dependientes de Naciones Unidas que lograron que sus estados miembros aprobaran 17 objetivos globales diseñados para constituir “un plan para lograr un futuro mejor y más sostenible para todos”, según se lee en su proclama.
Los ODS o metas globales fueron establecidos en el año 2015 por la Asamblea General de Naciones Unidas y, difícilmente, se pueda estar en contra de objetivos como, por ejemplo, fin de la pobreza; hambre cero, o educación de calidad, entre otros 14 desafíos que deberían lograrse hacia el 2030.
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Sin embargo, las críticas comienzan cuando se analizan los modos de conseguir esas metas. Y, además, comienzan a surgir nuevos negocios e intereses ocultos detrás de las buenas intenciones que desembocan en tensiones como las que se registra en la actualidad entre la Unión Europea, repleta de reglas ambientales, que los países del Mercosur no están dispuestos a avalar, por citar un ejemplo.
En ese contexto, la nominada ministra de relaciones exteriores, en un hipotético gobierno nacional encabezada por Javier Milei, fue categórica en sus dichos y afirmó, “…en materia energética, por qué Argentina debería hacer algo que los demás países como China o India no cumplen? Nuestro país puede contribuir a reducir la huella de carbono plantando pastizales que crecen mucho más rápido que los bosques, en especial, porque esta iniciativa permite cobrar un dinero del Fondo de Compensación de Carbono cuyos fondos podrían destinarse para los productores”.
Se denomina compensación de carbono o compensación de huella de carbono al proceso de adquisición de bonos de carbono, u otros certificados de reducción de contaminantes, para reducir la cantidad de emisiones totales netas de un individuo u organización a atmósfera que terminan por generar una concentración de gases de efecto invernadero.
Estos análisis, en los que existe un consenso entre los científicos aunque no es unánime, implican cuentas que indican que los seres humanos arrojan más de 44 000 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera cada año. El turismo aporta cerca de un 11% de esas emisiones, y los vuelos constituyen la mayor parte, según un estudio realizado en Nature Climate Change.
Frente a esta problemática ¿qué se hace? ¿Se suspende la aeronavegación, se aumentan las tarifas de los pasajes, se machaca sobre la cuestión para que los viajeros se replantearse cómo y por qué vuelan, y a buscar formas de reducir su huella de carbono cuando surcan los cielos?
Todas preguntas sin respuestas que se suceden desde que se lanzó la Agenda 2030.
La cultura woke, muy de moda entre las personas que adscriben a posiciones progresistas en los países occidentales, tiene una entrada, en el diccionario de Oxford, que significa “estar consciente de temas sociales y políticos, en especial el racismo”.
Sin embargo, lo que nació como una manera de estar atentos a males sociales como la discriminación y la injusticia de quienes la sufren, parece estar derivando a un estricto código moral que pone en jaque a la libertad de expresión, y produce adoctrinamientos en aulas educativas, medios de comunicación y opinión pública y en ocasiones tiene impacto en numerosas áreas productivas de la sociedad.
En ese sentido, Mondino, defendió la idiosincrasia nacional al sostener contra ciertas tendencias que llegan desde el exterior intentado cambiar las costumbres nacionales, “Argentina no va a comer gusanos”.
Con respecto a las críticas hacia China realizadas por Javier Milei, la economista explicó, ante la preocupación de varias preguntas en ese sentido, que “entre privados nadie le va a impedir a un empresario local a comerciar con cualquier país del exterior”, a pesar del mal concepto que tiene el candidato libertario sobre los integrantes del Partido Comunista de China.
Un párrafo aparte merece la consideración de Diana Mondino acerca de la actualidad del MERCOSUR.
Consultada en esta exposición en la Universidad de Cuyo, cerró las preguntas, afirmando, “...el Mercosur se ha convertido en un grupo de sectores que se ponen de acuerdo para eliminar la competencia y así sacar mayor provecho a costa de los consumidores”.