Dos semanas restan apenas para unos comicios de medio término que podrían significar un punto de inflexión para la discutida gestión, por ajenos y también propios, que lleva adelante el presidente Alberto Fernández y en general para el Gobierno.

A la luz de lo sucedido tras la debacle del oficialismo en las PASO, con la crisis política que se desató en el seno de la Casa Rosada, las elecciones legislativas del próximo 14 de noviembre se asoman en el horizonte cercano con potencial para marcar un antes y un después en la administración Fernández.

Recientes encuestas sobre intención de voto sugieren que el Gobierno debería prepararse para un nuevo traspié en las urnas y en este contexto, las expectativas de la opinión pública están enfocadas no solo en el resultado de los comicios sino especialmente en lo que pueda ocurrir el día después.

Esta semana, la candidata a diputada nacional en la provincia de Buenos Aires por el Frente de Todos (FdT) Victoria Tolosa Paz sacudió el amperímetro de una campaña proselitista algo adormecida en las últimas jornadas al sostener que la oposición prepara un "golpe blando" antes de las elecciones y acusó a Juntos por el Cambio (JxC) de pretender "debilitar" al Gobierno.

Pero el tiro le terminó saliendo por la culata a Tolosa Paz, ya que rápidamente dirigentes de JxC recogieron el guante y salieron al cruce de sus declaraciones, recordando el cisma que generó en el FdT el tropiezo en las primarias y la ruidosa carta pública de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en la que responsabilizó al presidente por la derrota.

El Gobierno motorizó el plan "platita" como reacción instintiva después del veredicto de las urnas y si bien los resultados de esa estrategia proselitista aún están por verse, la principal disyuntiva hoy por hoy gira en torno de lo que pueda acontecer a partir de la madrugada del domingo 14 del mes próximo, en el caso de que el FdT vuelva a morder el polvo.

Así como se especulaba tras las PASO con la respuesta que podría mostrar el oficialismo luego del tropezón electoral, lo que finalmente se tradujo en cambios en el Gabinete nacional, un incremento del gasto social y una radicalización del discurso en la coalición gobernante, ahora la discusión está centrada en cómo seguirá adelante la gestión de Fernández si el FdT pierde nuevamente dentro de dos semanas.

Se trata de un dilema que combina inquietudes sociales, políticas y económicas, en un país en donde seis de cada 10 personas, según recientes encuestas también, consideran hoy que en el corto plazo estarán "peor" con motivo de la crisis por la que transita la Argentina, con una inflación superior al 50 por ciento anual, incertidumbre laboral y pobreza en aumento.

Preocupaciones por y del núcleo duro

El sostenido incremento del costo de vida se ha convertido en la principal preocupación incluso entre los votantes del FdT, es decir, en la base electoral del propio Gobierno, que a estas alturas de la campaña parece haberse resignado a perder el respaldo de moderados y apuesta enfáticamente por evitar al menos fugas de su núcleo duro hacia otras ofertas políticas.

Las tensiones internas en el seno de la Casa Rosada favorecen a que un manto de incertidumbre cubra lo que pueda llevar a suceder a partir del 15 de noviembre, aunque para los ciudadanos de a pie las principales inquietudes giran en torno de la economía del día a día: ¿qué sucederá con los precios -en especial, de los alimentos-, con las tarifas de servicios públicos y/o con el costo del combustible tras las elecciones?

En este sentido, antes de los comicios, el 11 de noviembre próximo, está previsto que se difunda el índice de inflación correspondiente a octubre, que se ubicaría nuevamente por encima del 3%, en otra prueba del fracaso del equipo económico del Gobierno para lidiar con un flagelo que impide el crecimiento del país, además de generar desigualdad y pobreza.

Y después de las elecciones se avecina fin de año: la administración Fernández impulsa el congelamiento de precios en busca de garantizar el "derecho de los trabajadores" a tomarse un vaso de vino en las próximas Fiestas, de acuerdo con palabras del secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti.

Sin embargo, en zonas del Gran Buenos Aires, según pudo averiguar NA, comerciantes se están organizando y preparando para prevenir eventuales disturbios populares e intentos de saqueo en vísperas de Navidad, tras los recientes incidentes ocurridos en el Ministerio de Desarrollo Social.

"Basta de polenta", reclamaron el jueves pasado piqueteros y supuestos encargados de comedores comunitarios frente a esa cartera nacional, en otra cruda muestra de cómo se ha deteriorado la calidad de vida en un país considerado otrora como el "granero del mundo" y caracterizado por su potencial para promover una movilidad social ascendente en la población, además de los tradicionales asados de los domingos al mediodía -prometidos por el FdT antes de ganar en 2019-.

En este contexto la campaña electoral sigue adelante, habiendo superado la Argentina -al parecer- la instancia más dramática de la pandemia de coronavirus, pero con la incógnita persistente de "hacia dónde va el país", en medio de turbulencias que desafían al Gobierno a certificar una serie de capacidades que ciertamente la gestión de Fernández no ha logrado demostrar hasta el momento.

¿Podrá verdaderamente la coalición gobernante torcer el rumbo de la crisis, maniatar a la inflación y garantizar la creación de empleo genuino -de calidad-, como punto de partida para un crecimiento sostenido del país? El equipo económica no parece en condiciones de ofrecer hoy una respuesta convincente, con el ministro Martín Guzmán convertido en un eslabón más de la estrategia electoral de confrontación que impulsa el FdT.

Fernández, por su parte, viajó a Roma para asistir a la cumbre del Grupo de los 20 (G-20) y de inmediato tras su regreso a Buenos Aires enfocará sus energías en el tramo decisivo de la campaña proselitista, sabiendo que los próximos comicios pueden transformarse en una bisagra para su gestión como jefe de Estado y también para su alambicada relación con el núcleo duro kirchnerista dentro del Gobierno, en especial, con su vicepresidenta.