El nuevo siglo no comenzó de la mejor manera para la Argentina.  Los  hechos ocurridos durante los últimos 20 años se han vivido con mucha intensidad. No parece ser que veinte años no hubieran sido nada. Para muchos argentinos ese lapso de tiempo se convirtió en una carga pesada que los desgastó material y espiritualmente. Han pasado tantas cosas en estas dos décadas, casi ninguna buena, que tenemos la impresión que la crisis del  2001 sucedió hace cincuenta años.

El gestor cultural,  ex director del Teatro Colón,  político y hombre de la cultura, Darío Lopérfido, estuvo en la función pública en algunos de estos 20 años y, en otros, trabajó desde el sector privado pero siempre mantuvo una  actitud crítica hacia las políticas y el relato del kirchnerismo que, en definitiva, se ha convertido en el factor que parece haber dividido a la sociedad. La agrieto o, quizá, la resquebrajó aún más de lo que estaba. Una sociedad que, a lo largo de su historia, siempre fue  maniquea. Unitarios o federales, radicales o  conservadores, peronistas o  antiperonistas, y de fondo, continúa operando la notable distinción sarmientina, civilización o barbarie.

En su reciente libro, La decadencia del relato K, de editorial Galerna, Darío Lopérfido, vuelve sobre la disyunción del Facundo de Sarmiento. Y, lo deja anotado en este párrafo, “el kirchnerismo entiende que las cosas se resuelven con la fuerza, en vez de con el diálogo. Y a todo el que piensa diferente, lo castiga. Argentina hoy está en un punto de quiebre, y utilizando palabras de Sarmiento, debemos elegir entre civilización o barbarie.”

La sombra terrible de Facundo que evocara Sarmiento en su texto más notable  ¿resurge en esta época de pandemia y de gobierno neo kirchnerista?

La frase civilización o barbarie la vengo utilizando desde antes, al menos, desde el inicio de los gobiernos kirchneristas porque han conducido hacia una decadencia muy fuerte que va en contra de toda idea de una civilización que progresa y en la que el esfuerzo es premiado donde el mérito existe. Todo eso viene siendo atacado desde el kirchnerismo desde mucho antes de la pandemia. Yo no creo que haya habido kirchnerismo bueno en algún momento, siempre han utilizado la política para beneficio propio, siempre fueron muy corruptos, siempre han intentado cooptar, con éxito en algunos casos, áreas del estado, sectores sociales a fuerza de prebendas y han envenenado a la población con el fanatismo.

El fanatismo es una característica de los populismos autoritarios. Siempre estos movimientos han tenido fuerte dosis de fanáticos, está registrado en la historia, y se caracterizaron por ser movimientos autoritarios y populistas. El kirchnerismo se inscribe en esta lógica de populismo con fuerte sesgo autoritario en términos de no respetar la opinión del otro y con características vinculadas a un ataque muy fuerte a la institucionalidad, falta de respeto al estado de derecho, al que piensa distinto.

El kirchnerismo es un downgrade de la política. El kirchnerismo es a la política lo que el reggaetón a la buena música. Se lo puede ejemplificar con lo que sucedió durante la pandemia porque ha mostrado su rostro más decadente. Una mala praxis en todo sentido, el vacunatorio vip,  el hecho de no haber conseguido más vacunas como si lo lograron otros países de Latinoamérica, haber gestionado una cuarentena eterna durante el 2020 que impacto negativamente en la educación. Pura mala praxis.

Uno de los problemas de la bandera de la igualdad es que en ocasiones existe una tendencia a igualar hacía abajo aplastando el mérito y las individualidades. La decadencia que señala en su texto ¿está relacionada con esta cuestión?

El peronismo en general y el kirchnerismo en particular han sido una máquina de crear pobres. Si uno ve las cifras globales y si se analizan los datos de los gobiernos de muchas localidades del conurbano bonaerense gobernada por peronistas desde hace décadas uno va a ver que la característica fundamental es que cada vez hay más pobres.

Declaman la igualdad y lo que hacen es, igualar para abajo, porque la clase media se desmorona y se empobrece y los sectores que ya eran de menores recursos son cada vez más pobres y muchos habitantes tienen la necesidad de recibir prebendas del Estado en una matriz feudal, como quiere el kirchnerismo, que le permita crear redes clientelares que le sirvan para mantener el poder.

Empobrecen a la sociedad, dan planes y  hacen esclavos de esos planes a personas que no pueden romper esa dependencia. La gran burocracia beneficiada son los que adscriben al kirchnerismo.

Las personas que pagan impuestos, se esfuerzan en sus trabajos, estudian, son atacados sistemáticamente, porque no  pueden meterlos en su red clientelar.

¿Cómo influye el relato k en la sociedad actual en comparación con los años posteriores a la crisis del 2001?

Han perdido mucha fuerza pero en ese momento estaban cimentando el relato y durante tiempo pareció que ese relato prendía. Algo similar a lo que sucedió en Venezuela, con Hugo Chávez, donde mucha gente de buena fe creía que ese era el camino virtuoso. Y, no lo era y después se terminaron arrepintiendo. Porque en los primeros años del  relato se empezaron a sentar las bases del populismo, el fanatismo y la corrupción.

Hoy en día, los defectos se notan mucho más. El kirchnerismo se ha convertido en una mala caricatura de sí mismo. Es mucho más burdo y es lo que también sucedió con los populismos en Venezuela y en Ecuador donde quedó demostrado que son una casta política, burocrática, que maneja el Estado para depredarlo y agrandar su poder y mantenerse en el gobierno.

¿Cuál es la propuesta superadora  a este estado de cosas que anuncia en el libro teniendo en cuenta la influencia de movimientos de ciudadanos independientes que se unen a través de redes e intereses en común?

La propuesta superadora pasa por la posibilidad de que exista entendimiento y un buen trabajo político en los sectores que se expresan en las redes sociales y en las calles que han sido los sectores que expresan la defensa de las instituciones, de los valores, de la República, de los derechos humanos, que el kirchnerismo ha violado  permanentemente en la pandemia y la defensa de vivir en libertad.

Ahora bien, la duda es que ocurrirá con las alternativas políticas de la oposición. Aquella política que se enfrente al populismo lo debe hacer con confianza en la victoria.

Se debe enfrentar y ganar no puede pasar como ocurrió con ciertos sectores de la  oposición que confiaban en el gobierno y después el gobierno nacional les asestó un mazazo sacándole recursos. Le sucedió a Larreta en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires cuando al principio de la pandemia le hacía muchos favores políticos, lo apoyaba y la respuesta que recibió fue, de un día para el otro, la quita de fondos públicos y le declararon la guerra. Este punto debe servir de enseñanza para toda la oposición al kirchnerismo, como a cualquier otro populismo, hay que enfrentarlo fuertemente, porque representan un factor de distorsión muy grande.

El kirchnerismo utiliza los recursos del sistema, los  cargos que ocupan, para destrozar a la oposición  entonces hay una situación de incertidumbre.

Hay una ciudadanía que defiende la libertad y la República y que quiere que la dejen trabajar entonces la oposición política tiene que representar a esos sectores que, en mi opinión,  son los más dinámicos de la ciudadanía argentina. Son los sectores que, a través de la movilización en las calles y en las redes sociales, defienden la República, la democracia y la libertad.