Por Antonio D’Eramo


Las internas de la Unión Cívica Radical (UCR) trascienden la mera definición de nombres en una lista. Usualmente definen posiciones ideológicas y, en los últimos tiempos luego de la catástrofe del gobierno de la Alianza, aseguran la participación del partido creado por Leandro N. Alem dentro de una determinada coalición, como sucedió con Cambiemos, por haber estado carentes de figuras de relieve a nivel nacional que le asegure llegar al poder sin socios electorales.


En ese sentido el debate más arduo y ejemplar para la política argentina, acostumbrada a la integración de listas partidarias por el mero uso del dedo de tres o cuatro participantes de una mesa chica de poder, fue el que ofreció la UCR en la Convención de Gualeguaychú, el 15 de marzo de 2015, que cerró el acuerdo con el PRO y la Coalición Cívica-ARI.


En la provincia de Buenos Aires, en el 2014, hubo un primer choque entre posiciones antagónicas protagonizado por el actual embajador en España de la administración de Alberto Fernández, Ricardo Alfonsín, con Daniel Salvador. Si bien la compulsa la perdió Salvador, la victoria que obtuvo junto a María Eugenia Vidal en las elecciones de 2015, le habilitó la posibilidad que dirigiera las riendas del radicalismo provincial hasta estos días, en los que una nueva pulseada de poder será puesta a consideración de sus correligionarios.


Parece una carrera de semifondo pero no lo es. Concretada la derrota por la reelección a gobernadora y vice gobernador de María E. Vidal y Daniel Salvador, el dirigente marplatense decidió habilitar una contienda interna y propuso como su sucesor al frente del partido en territorio bonaerense al diputado provincial, Maximiliano Abad.


Una candidatura que contó de inmediato con la simpatía de Vidal y sus dirigentes teniendo en cuenta la sintonía fina que había alcanzado durante su gestión el PRO con el Comité Provincia que condujo Salvador desde 2016. A pesar de ello representa a un armado que cuenta con dirigentes que tienen un discurso de intentar construir liderazgos propios. De pura cepa radical. Sin necesidad de recurrir constantemente a la figura taquillera de Vidal y abandonar un rol de actor secundario que tuvo durante la gestión de Cambiemos en la provincia.


Acaso en este aspecto del discurso se hallan las similitudes con su competidor, el intendente de San Isidro, Ángel Gustavo Posse. En sus diatribas públicas suele llamar a “tomar decisiones sin interferencias de partidos aliados, con autonomía, para que la UCR no se convierta en un mero espectador de políticas ajenas” y denuncia la dependencia a las decisiones de la cúpula del PRO durante la gestión de Daniel Salvador.


Una mayor autonomía para el partido radical que se expresará, desde la provincia de Buenos Aires, y que tendrá el poder de convertirse en un factor clave cuando deban aprobarse o desecharse alianzas a nivel nacional. Los 72 convencionales nacionales por la provincia, poseen un peso específico propio, a la hora de votar en una elección crucial como la de Gualeguaychú en 2015.


LOS PESOS PESADOS QUE SE MUEVEN POR DETRÁS DE LA INTERNA BONAERENSE


La masa crítica de apoyos conseguida por los dos candidatos es realmente importante. Se trata de una interna en la que todos tienen sus intereses para participar y, alguno que otro, prefiere mirar y recalcular llegado el momento de actuar.


Por la esquina del retador, Gustavo Posse, se destaca la figura del senador porteño, Martín Lousteau que parece participar de punto pero igual será banca. Porque lo importante para el senador porteño es participar y expandir su influencia y la de la UCR de la Ciudad de Buenos Aires siempre dirigida por la familia Nosiglia.


La escudería de Lousteau se llama Evolución Radical que, al apoyar a Posse, cruza la avenida General Paz y se hace fuerte en la tercera sección electoral. Compuesta por localidades del conurbano como La Matanza; Avellaneda; Florencio Varela; Almirante Brown; Ezeiza; entre otros partidos populosos del sur del conurbano que no habían sido trabajados eficientemente por la gente de Salvador.


En el radicalismo miran encuestas de imagen y opinión y por más que quieran hallar dirigentes populares ninguno se le acerca a Martín Lousteau que al jugar en la interna bonaerense no hace más que ganar en influencia. Posse lo sabe y por ello lo sube al ring nacional. “Es el candidato más fuerte y con mayor atractivo dentro de la UCR y de Juntos por el Cambio”, dice y lo promociona como si fuera el economista y senador el verdadero retador de Maxi Abad.


Abad cuenta con el apoyo del “establishment” radical bonaerense. Es el que encabeza la propuesta bendecida por la conducción saliente de Daniel Salvador y, por extensión, por Mariu Vidal. Además, la autoproclamada candidata a gobernadora bonaerense, Lilita Carrió, también lo avala.
La única intendenta que posee el radicalismo provincial, Erica Revilla de General Arenales, acompaña al diputado provincial que se hace fuerte en la cuarta y quinta sección electoral. Las secciones del interior bonaerense como Junín; 9 de Julio o Carlos Casares, entre otras intendencias (4°sección) y localidades como Balcarcé; Chascomús; Dolores o General Pueyrredón que integran la 5°.


El escenario está preparado junto al armado de cada competidor y los apoyos que existen por afuera muestran, en realidad, que el factor Lousteau es el enigma a develar en esta elección interna.


Porque si se diera un triunfo de Posse inmediatamente se consolidaría a Martín Lousteau como el referente radical más taquillero e influyente con una sólida base en su distrito, la CABA, y con el apoyo de Buenos Aires. Un triunfo de Evolución Radical pondría a Lousteau al borde de intentar una candidatura presidencial en 2023.


Una nominación que no podría ser detenida, al ganar en envión, ni por los mendocinos de Alfredo Cornejo y Ernesto Sanz o por los influyentes Mario Negri y Luis Naidenoff que trabajan desde el Congreso Nacional junto a los gobernadores del radicalismo para, al menos, obtener la candidatura a la vicepresidencia de Juntos por el Cambio en 2023, teniendo en cuenta que ni siquiera se logró ese honor en la última elección presidencial, donde Mauricio Macri buscó la reelección junto al peronista Miguel Ángel Pichetto.


Para la mayoría de los radicales de origen el senador capitalino es un outsider, un forastero, que Gerardo Morales, por citar un ejemplo, no lo puede ni ver. Pero Lousteau y parte del alfonsinismo histórico no se amilanan y avanzan.


Y es en ese avance donde Horacio Rodríguez Larreta, el Jefe de Gobierno porteño que no puede reelegir y que buscará la candidatura presidencial de 2023, se sentará a mirar el desenlace de la contienda para, luego, actuar. Por ello, se muestra públicamente prescindente de esta elección pero sabe que Lousteau agita su proyecto nacional para que no se le ocurra proponer a Vidal como Jefa de Gobierno porteño.
Los dirigentes de Evolución Radical recuerdan que 2023 es el turno de ellos y no del PRO luego de haber dejado el camino libre de oposición electoral, en 2019, para que Larreta-Santilli reeligieran.


La jugada nacional del senador Lousteau es una forma elegante de condicionar con la división de la oposición en 2023. Un escenario que lo llevaría a la derrota a Horacio Rodríguez Larreta, al que no le sobrará nada, si el oficialismo de los Fernández más Massa, logra mantenerse unido.