Corrientes: una vez más Valdés eligió los carnavales, mientras se incendia su provincia
El gobernador Valdés vuelve a tropezar con la misma piedra. El año pasado se quemó el 12% de la superficie territorial de la provincia que gobierna. A pesar de los avisos de los expertos otra vez se le incendia la provincia durante los carnavales.
Por Antonio D'Eramo
Un proverbio español dice: "El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra". El gobernador radical de Corrientes, Gustavo Valdés, indudablemente es un ejemplo de un mandatario que no administra conforme a razón y, por el contrario, parece mostrarse orgulloso de su torpeza.
Corrientes es conocida como la capital nacional del Carnaval pero el empeño que está realizando Valdés para desatender las previsiones que logren evitar grandes incendios que fueron pronosticados por científicos expertos en clima, terminará por quitarle esa denominación para trocarla por el Carnaval del Fuego, una famosa celebración que actualmente se realiza en la localidad de Tumaco, en los Andes colombianos.
Sólo por esta explicación puede comprenderse que en medio de las millonarias celebraciones del Carnaval correntino, realizado con la colaboración de la iniciativa privada pero con fondos, logística, contactos y habilitaciones de los gobiernos municipal y provincial, la administración de Valdés enseñe, por segunda vez consecutiva, que la provincia no está preparada para combatir los gigantescos focos ígneos que causan enormes perdidas ambientales y productivas.
Durante enero de 2023 se contabilizaron 641 focos de calor y en lo que va de febrero 234 focos. En enero de 2023 ascendió a 27.882 hectáreas las áreas quemadas, en su gran mayoría humedales.
A continuación algunos datos fundamentales que permiten comprender la gigantesca crisis producto del cambio climático y la desidia de muchos funcionarios que en un año electoral sólo buscan que los carnavales no se paren nunca porque les aseguran una marquesina para sus futuros laborales.
En Corrientes, sólo el 17% de la superficie tiene cuerpos de agua, es decir un poco más de 1.000.000 de hectáreas, según los últimos monitoreos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
Como sucedió hasta hace muy poco en La Pampa y en parte de Buenos Aires, hay sequía. NA consultó al Comando de Operaciones de Emergencias (COE) y explicaron que "el fuego llegó a los Esteros del Iberá y declaramos a la zona como crítica por la magnitud de los focos ígneos y la carencia de lluvias". El Servicio Metereológico Nacional no prevé precipitaciones para los próximos días en los que las comparsas seguirán desfilando porque, en la cabeza de los funcionarios provinciales, "el show debe continuar".
En esa provincia el Presupuesto del año pasado que cerró el 31 de diciembre, ascendió a cerca de 233.181.305.360 pesos. Aun así, lo destinado para combatir los incendios no fue el correspondiente y hasta hubo críticas porque para los carnavales de hace un año, la provincia iba a destinar 140 millones de pesos, mientras que para los Bomberos solo fueron 68 millones. La difusión periodística de estos gastos para el pan y circo posibilitaron que Valdés no destinara ese dinero al Carnaval.
Para el año 2023, se anunciaron inversiones en equipamiento por 300 millones de pesos para el Servicio Nacional del Manejo del Fuego. Para los científicos expertos en clima se trata de una inversión insuficiente porque, desde hace meses, se aguardaba que el 2023 sea igual o peor de trágico que el año pasado.
El COE informó que a partir de las condiciones actuales de sequía, calor y otras características, “el comportamiento de propagación del fuego en terreno de pastura baja se estima de 10 hectáreas cada 30 minutos”.
El trabajo a destajo y heroico de los bomberos y operarios de un avión hidrante, un avión anfibio, un helicóptero con helibalde, o bambi bucket utilizado por algunos modelos de helicópteros para el transporte del agua durante la extinción de los incendios forestales, y un helicóptero Chinook, pertenecientes al Servicio Nacional de Manejo del Fuego, han logrado contener las llamas en las localidades correntinas de Ituzaingó y Santo Tomé.
Es sencillo suponer que con una inversión mayor en helicópteros y aviones hidrantes, la tarea hercúlea de los encargados de combatir los incendios, hubiera sido más sencilla y los costos ambientales y productivos hubieran sido menores. Pero el Gobernador Valdés estaba preocupado en promocionar los Carnavales.
Las advertencias que no se escucharon por segunda vez consecutiva
Valdés disfruta todos los años del clásico carnaval correntinoLos científicos que analizan las variables climáticas concluyeron que para el presente verano de 2023, el pronóstico para la región no es la mejor, ya que se aguardaba que en enero y comienzo de febrero, continuara el fenómeno de La Niña, responsable de las sequias y las inundaciones en todo el mundo y que generó, en el Litoral nacional, que haya un 54% menos de precipitaciones que el promedio
Es increíble que con estas alertas tempranas, la administración de Valdés no haya tomado todas las medidas necesarias para intentar frenar un nuevo megaincendio, que puede ser similar al de hace 360 días, y continúe priorizando otros temas culturales como el festejo del Carnaval.
Los expertos en medio ambiente y manejo del fuego tienen vocablos y herramientas científicas con las que pueden mensurar y predecir los riesgos de un megaincendio.
Existe un índice conocido como indicador de Haines que mide la temperatura en diferentes capas de la atmósfera, la humedad relativa, el aire seco, producto de la sequedad y el calor ambiental, condiciones que pueden provocar lo que se denomina como un gran incendio conectivo.
Pero lo cierto es que las voces populares lo nombran de una manera más gráfica: incendios hambrientos. Se producen cuando se rompe la norma 30/30/30. A más de 30 grados de temperatura, con vientos superiores a los 30 kilómetros por hora y humedad relativa de menos del 30%, se establece el escenario perfecto para un incendio. Esto ocurrió el año pasado y, muchos científicos, temen que ocurra nuevamente.
Si a estas condiciones climáticas se le suman falta de precipitaciones, sequía prolongada, vegetación baja sin humedad, explotaciones forestales de pinos y eucaliptos a gran escala que han cercado los humedales y una pobre inversión en recursos y formación de brigadistas para controlar los primeros focos ígneos, las condiciones para que se produzca el incendio perfecto estaban servidas y cualquier chispa logró crear la tragedia que hoy se lamenta.
El gobernador Valdés y su ministro de producción, Claudio Anselmo, conocían esta situación desde hace dos años. Desde antes del mega incendio de 2022.
Lo sabían por la sequía histórica que afectó al litoral del país desde el 2020 y que ha permitido que, el año pasado, las llamas devoren una quinta parte de los Esteros del Iberá, el mayor humedal de la Argentina.
Sin las barreras naturales del agua que suele actuar como cortafuego, los pastizales altos, los bosques nativos y los implantados por la industria forestal, los pueblos de la zona y las tierras ganaderas ardieron sin control.
La tierra arrasada que dejó el fuego el año pasado puede volver a tener un nuevo capítulo ante la mirada carnavalesca de muchos funcionarios que prefieren el pan y el circo antes que las obras que generan tranquilidad en la población pero que no se ven ni se inauguran con fuegos artificiales ni grandes comparsas.