Una nueva etapa se inició este domingo en la historia democrática nacional, con el comienzo de un tercer gobierno consecutivo de impronta experimental en la Argentina, ahora con el libertario Javier Milei como Presidente de la Nación, después de las gestiones que encabezaron Mauricio Macri y el saliente jefe de Estado, Alberto Fernández.

Milei asume con exigencias y desafíos superlativos por delante, como él mismo lo dejó en claro en las escalinatas del Congreso nacional con el desolador discurso -en términos económicos- que pronunció luego de haber recibido la banda presidencial y el bastón de mando de manos de Fernández en el Parlamento.

El triunfo del fundador de La Libertad Avanza (LLA) en las elecciones de este año generó renovadas esperanzas de cambio en el país, tras las fallidas administraciones de Macri y del propio Fernández: dos mandatarios que en años anteriores supieron producir tanta expectativa inicial como posterior decepción en la ciudadanía en apenas 48 meses de labor en la Casa Rosada.

Milei llega al poder prometiendo, al igual que Macri, terminar con el kirchnerismo, pero subiendo la vara considerablemente más alto, al plantearse como objetivo de máxima revertir “100 años de fracasos” de la política tradicional para dar inicio a una nueva era de prosperidad en el país.

Frente a la militancia reunida en la Plaza del Congreso para la ocasión, el economista esbozó hoy los lineamientos generales del plan que prevé llevar adelante buscando torcer el rumbo, al tiempo que advirtió que se vienen tiempos incluso más difíciles y afirmó que un ajuste es inevitable, de igual modo que las políticas de shock que tiene en carpeta, dado que “no hay plata”.

Está claro que de momento Milei cuenta con el capital político necesario para intentar su cruzada personal en pos de refundar prácticamente la Argentina, después del aluvión de votos que lo respaldaron en el balotaje que le ganó de manera contundente al peronista y “profesional de la política” Sergio Massa, el pasado 19 de noviembre.

Una sucesión de gobiernos frustrantes

Sin embargo, el Gobierno que encabezará a partir de este mismo domingo no deja que presentar, a priori, la misma impronta experimental que caracterizó a las gestiones de Macri, primero, y de Fernández, después. Incluso, la propuesta de Milei es aún más audaz que la que encarnaban sus dos antecesores inmediatos, de igual manera que anticipa ser más traumática, al menos durante el tramo inicial de su administración.

Macri, que venía de ser jefe de Gobierno porteño durante ocho años después de haber ganado notoriedad ante el gran público como presidente de Boca, enarboló también banderas de cambio y aprovechando el ocaso de la gestión de Cristina Kirchner como jefa de Estado, con el termómetro social ubicado en niveles de hartazgo similares a los actuales, logró mudarse por un tiempo a la Casa Rosada.

No obstante, sus promesas se quedaron a mitad de camino y la decepción que ocasionó su tarea como primer mandatario pavimentó el camino de regreso del peronismo al poder, con el kirchnerismo camuflado por detrás de la figura de Fernández, una exitosa invención electoral de Cristina que permitió a quienes habían sido expulsados antes de Balcarce 50 destronar luego a Macri y al proyecto de Cambiemos.

Si la desilusión que produjo la gestión de Macri fue profunda, la desolación que ocasionó la administración Fernández resultó lisa y llanamente abrumadora, y mucho de la victoria del libertario Milei se explica a partir del fracaso del gobierno colegiado que procuró ensayar el justicialismo desde 2019, con el mandatario saliente compartiendo la toma de decisiones con su mentora política Cristina Kirchner y con el polifacético Massa. 

Tras promesas y promesas, en su mayoría vacías, los problemas más acuciantes de la sociedad continúan sin solucionarse y los resultados están a la vista: así como el kirchnerismo de mediados de 2010 posibilitó el surgimiento de Macri como alternativa, el mismo líder del PRO allanó la senda del retorno del peronismo a la Casa Rosada, antes de que Fernández defraudara a sus votantes y ofreciera junto a Cristina y a Massa argumentos por demás válidos para que la mayoría de la sociedad optara por Milei el mes pasado en las urna.

Así comienza una nueva etapa en la vida institucional en la Argentina, con un “outsider” de la política que llega a la Casa Rosada y se sienta en el sillón de Rivadavia sin la menor experiencia en la gestión pública que lo respalde antes comenzar a desplegar su plan “motosierra” para terminar con “décadas de fracaso” que dejaron al país “en ruinas”. 

A partir de ahora, buscará encender una luz al final del túnel para empezar a transitar un camino de “prosperidad y progreso”, a fin de reconstruir la Argentina, aunque aclarando de antemano que “no va a ser fácil”, sobre todo en las semanas venideras. Pragmatismo y voluntad parecen no faltarle, pero ¿podrá?