Cambiar de zapatos para dejar de ser víctima y convertirse en testigo: la experiencia de un sobreviviente del atentado
El ex agregado de Prensa de la sede diplomática israelí contó cómo se sobrepuso al ataque terrorista.
Negros, acordonados, de cuero. Así eran los zapatos que tenía puestos Jorge Cohen el 17 de marzo de 1992, cuando una bomba destruyó la Embajada de Israel en Buenos Aires. El entonces agregado de Prensa de la sede diplomática salió de entre los escombros calzado, pero en medio de las ruinas quedaron su saco, su lapicera, su archivo periodístico.
Aquellos zapatos después fueron casi como una metáfora de lo que él hizo con lo que le dejó el atentado. "Los conservé durante mucho tiempo después del atentado. Pero un día decidí desprenderme, poner en otros zapatos: dejar de ser víctima para ser testigo. La víctima es una foto en blanco y negro de ese momento; el testigo se levanta y da testimonio", subrayó el sobreviviente del ataque extremista que voló la mansión academicista de Arroyo 910, esquina Suipacha.
A 30 años de la primera incursión del terrorismo internacional en la Argentina, Cohen aseguró que "el impacto emocional es el mismo, los recuerdos son los mismos". "En este aniversario no hay cosas nuevas para contar: el tema judicial no avanzó mucho en los últimos años", lamentó. "No me acostumbro a la impunidad: el reclamo de justicia no se baja", agregó en diálogo con NA.
Las imágenes de aquel día dan cuenta de la magnitud de la explosión. Foto NA/Pablo Lasansky.
Hablar del atentado le provoca cansancio, como si el cuerpo le estuviera pidiendo que se olvide del tema. Sin embargo, no se rehúsa a contar su historia. "Lo vivo como una necesidad para mantener viva la llama de la memoria y eso es lo más importante. Si quedé vivo, es para dar testimonio", remarcó.
De aquella tarde del martes 17 de marzo de 1992, Jorge Cohen recuerda algunas imágenes, no todo lo que le tocó vivir: "Tengo la memoria muy compartimentada".
"Yo estaba en el segundo piso en el momento de la explosión. Recuerdo el sonido y muy pocas cosas más. Prácticamente perdí la memoria de esos momentos posteriores. Sé que me subieron a una ambulancia, pregunté a dónde me llevaban y quién manejaba. Cuando arrancó, tuve una muy relativa idea de lo que había pasado. Pateé las puertas de la ambulancia y me tiré", relató.
Al volver al lugar del hecho, el entonces agregado de prensa, con la cara y la camisa ensangrentadas y visiblemente conmovido, se fundió en un abrazo con una persona: la imagen quedó registrada por un fotógrafo de la Revista Gente.
"De las heridas me pude recuperar. Uno de los médicos me aconsejó hacer terapia", señaló Cohen, quien formó parte del grupo de sobrevivientes de la Embajada que tras el atentado durante dos o tres meses hizo terapia grupal. Después, al igual que la mayoría, continuó con tratamientos individuales.
De todos modos, la secuelas internas que dejó la explosión permanecen: "No sé si el trauma se supera. Uno puede seguir con la vida cotidiana, pero no depende de la voluntad: los recuerdos y los sueños fluyen". "Los primeros tiempos soñaba todos los días y me levantaba en un charco de agua por la transpiración. Aún hoy en día sigo soñando", añadió.
A lo largo de estos 30 años, Jorge Cohen concurrió a varios de los actos en recuerdo del atentado con su hija, de 22 años. El periodista y comunicador destaca el vínculo que ella tiene con todo lo que significó la Embajada de Israel para él: "Habla de algunos de mis compañeros muertos como si los hubiera conocido".
Jorge Cohen junto a su hija durante uno de los actos en recuerdo de las víctimas del atentado. Foto NA/Juan Vargas.
El interés de su hija por la historia del atentado y de las personas que sufrieron al terrorismo "fue una transición natural", explicó el sobreviviente, quien agregó: "Yo no me propuse inculcarle nada. Pasó sin ningún tipo de fuerza. Se interesó, tal vez, por escucharme a mí. Ella también da testimonio". "Es la posta de la memoria", concluyó.