Arroyo 910: la mansión aristocrática de la Embajada de Israel que fue escenario del atentado
Construida para una acaudalada familia porteña, la casona de Arroyo y Suipacha desapareció producto del atentado terrorista perpetrado hace 30 años.
El esplendor de la mansión de estilo academicista se derrumbó en escasos segundos tras la violenta explosión sobre la calle Arroyo. Lo que había sido una opulenta casona de una acaudalada familia en la década de 1920 y
posteriormente la sede de la Embajada de Israel en la Argentina quedó hecha añicos en un abrir y cerrar de ojos.
Arroyo 910, esquina Suipacha, era una de las obras concebidas por el reconocido arquitecto Alejandro Virasoro: la imponente construcción fue hecha en 1925 para el aristócrata porteño Enrique Lastra, que quería tener su residencia en esa zona de la Ciudad que había comenzado a adquirir relevancia tras la epidemia de fiebre amarilla de 1871.
Poco más de tres décadas más tarde, a mediados de 1949, la propiedad fue adquirida por un grupo de judíos, referenciado en Elías Teubal y Simón Mirelman, quienes la donaron al flamante Estado de Israel para que instalara allí su sede diplomática: a comienzos de ese año la Argentina había reconocido formalmente al incipiente país.
Semanas antes, Teubal y Mirelman habían coincidido en Punta del Este con el embajador israelí Jacob Tsur y le habían manifestado su iniciativa, habida cuenta de que el flamante Estado de Medio Oriente no contaba con fondos suficientes para comprar una propiedad. El edificio elegido fue un petit hotel, en pleno barrio diplomático (a 400 metros del Palacio San Martín). Las tratativas se realizaron con la familia Mihanovich, que tenía su residencia
en Suipacha y Arroyo, a escasa distancia del lugar en cuestión.
"La casa había pertenecido a un potentado de Buenos Aires, descendiente de una de esas familias que, antes de la Primera Guerra Mundial, solían viajar en el verano a Europa en vapores de lujo y llenar los balnearios de moda de la costa francesa. Los días de grandeza habían pasado y quien vivía últimamente en la casa era un anciano, solitario, que tenía a su disposición un lujoso edificio de tres pisos", señaló el propio Tsur en su libro "Cartas credenciales", publicado en 1983.
En un primer momento, los diplomáticos se instalaron en el Hotel Plaza, ya que la mansión de estilo academicismo francés debía ser acondicionada para albergar no sólo a las oficinas consulares, sino también al embajador y a su familia: la encargada de esas tareas fue la propia esposa del representante de Israel, Vera Tsur.
El edificio fue repartido de acuerdo al uso que se le daría a cada espacio: una de las plantas para oficinas, otra para recepciones y la tercera para residencia del embajador. A las pocas horas de la adquisición, uno de los hermanos
Mirelman se acercó a Vera Tsur y le extendió una chequera firmada: "Ahora salga a comprar los muebles y tengo plena confianza en su gusto. Cuando esta libreta se termine, pídame otra. Sólo una condición pongo: que todo sea de lo mejor y no ahorre".
La Embajada fue formalmente inaugurada en abril de 1950. "Se iza la bandera sobre un balcón del edificio. Finalmente queda abierta al público. Más de tres mil personas pasan esa noche por la residencia. No faltan los conmovedores casos de judíos que besan el umbral de ese pedazo de suelo de Israel en Argentina. ¡Es la gran fiesta!", relató Tsur en sus memorias.
El 17 de marzo de 1992 un atentado destruyó de manera inmediata gran parte de la estructura de la mansión de Arroyo y Suipacha: del esplendor de mediados de 1950 sólo se pudieron rescatar, entre otros objetos, una pesada araña de cristal, que hoy se encuentra en una sinagoga de Estambul, y una menora -el tradicional candelabro de siete brazos-, que había sido donado por la organización B´nai B´rith.
"En el edificio de la Embajada no eran oficinas, eran habitaciones. Y ahí éramos una familia: realmente nos sentíamos así. Esto tuvo continuidad después del atentado. Tenemos un grupo de sobrevivientes y familiares de los muertos, tanto de la Embajada como los de afuera", señaló a NA el entonces agregado de Prensa de la sede diplomática israelí, Jorge Cohen.
Sobre la medianera del edificio lindante por Suipacha se recorta la silueta de lo que fue aquella casona devenida en Embajada: también opera como muestra de lo que estuvo y ya no está producto del atentado terrorista.