Aislados del mundo, una historia que se repite
¿Cuáles serán las consecuencias de las medidas que toma el presidente Alberto Fernández?
Por Darío Lopérfido | Especial para Noticias Argentinas
"En las condiciones en que está la Argentina, esas negociaciones nos conducían a la pérdida de puestos de trabajo”
Estas fueron las palabras que utilizó el Ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Solá, para expresar su postura frente al quiebre de relaciones con el Mercosur. Según él, los fundamentos que alegan aquellos que están a favor de los tratados de libre comercio del Mercosur con otros países no pueden destacar un solo beneficio para el trabajo argentino.
En este punto, me gustaría retomar brevemente la teoría económica de David Ricardo que plantea lo siguiente: La ventaja comparativa es la capacidad de un país para producir un bien utilizando relativamente menos recursos que otro. Resumiendo en pocas palabras, cada país se especializará en aquello en lo que sea más eficiente y, a la vez, importará el resto de productos en los que sea menos eficiente en términos de producción. Aunque un país no tenga ventaja absoluta al producir algún bien, podrá especializarse en aquellas mercancías en las que encuentre una ventaja comparativa mayor y podrá participar finalmente de manera exitosa en el mercado internacional. De esta manera, cada país podrá potenciar su comercio exterior.
Teniendo esto presente, me parece importante resaltar que los tratados de libre comercio traen consigo grandes beneficios para nuestro país, que están relacionados no sólo con aspectos comerciales, sino que también son positivos para la economía en su conjunto: permiten reducir y en muchos casos hasta eliminar las barreras arancelarias y no arancelarias al comercio; contribuyen a mejorar la competitividad de las empresas (dado que es posible disponer de materia prima y maquinaria a menores costos); facilitan el incremento del flujo de inversión extranjera, al otorgar certidumbre y estabilidad en el tiempo a los inversionistas; ayudan a competir en igualdad de condiciones con otros países que han logrado ventajas de acceso mediante acuerdos comerciales similares, así como a obtener ventajas por sobre los países que no han negociado acuerdos comerciales preferenciales; y, finalmente, fomentan la creación de empleos derivados de una mayor actividad exportadora. Asimismo, la apertura comercial genera una mayor integración del país a la economía mundial, lo que hace posible reducir la volatilidad de su crecimiento, el nivel de riesgo-país y el costo de financiamiento de la actividad privada en general.
Claro, los aspectos negativos que Solá podría destacar son afines a la ideología política del kirchnerismo, es decir, no exponer a los empresarios argentinos a la competencia de mercado. Básicamente, implica volver a las bases filosóficas del segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, donde empresarios prebendarios cazaban en zoológicos con la excusa de cuidar el trabajo nacional.
Sin embargo, ¿cuáles fueron las consecuencias de estas medidas? Durante casi todo el segundo gobierno de CFK, Argentina optó por aislarse del mundo y tener relación con pocos países. Esta política se basó en tres ejes fundamentales: la excesiva ideologización de la política exterior, la lucha contra el capital económico extranjero y la construcción de una alianza estratégica de gobiernos amigos (como es el caso de Cuba con Castro, Venezuela con Chávez y Maduro, Uruguay con Mujica, Brasil con Lula Da Silva, Ecuador con Correa, entre otros). De esa manera los circuitos de corrupción funcionaban muy bien y se favorecía a dictaduras como la de Venezuela. Es imposible olvidar la misión comercial a Angola, que se pareció más a una feria de pueblo que a una acción de política internacional. El populismo siempre regala postales de decadencia.
Los 12 años de gobierno Kirchnerista y de aislamiento global dejaron una impronta negativa de la inserción de la Argentina en el mundo. Perdimos la gran oportunidad histórica de ser el principal actor geopolítico como proveedores de alimentos, energía y minería con valor agregado. Desaprovechamos los máximos históricos alcanzados por la soja y lo recaudado por las exportaciones sólo fue utilizado para continuar con el clientelismo político.
En lugar de prácticas internacionales virtuosas, CFK intentó firmar un acuerdo con Irán. Ese tipo de acciones son la muestra palpable de los disparates que vienen aislando al país: un acuerdo de impunidad con una régimen autocrático para asegurar impunidad. La muerte de Nisman es un recordatorio permanente de eso.
En estos momento vemos cómo se bombardean relaciones con países como Chile por reuniones virtuales patéticas de Alberto Fernández con líderes de la oposición chilena en un intento de desestabilizar al gobierno legitimo de Chile. Alberto Fernández cree que ese club de amigos chavistas llamado “Grupo de Puebla” es la política exterior argentina. En todas la áreas piensan como secta.
Los permanentes intentos de contratar médicos cubanos da cuenta de cómo se aprovecha la pandemia para favorecer con recursos argentinos a la dictadura cubana. Son incontables las denuncias de mala praxis y sobre el rol que cumplen estos “médicos”. Son incontables, también, las denuncias sobre el sometimiento a esclavitud de esos ciudadanos cubanos por la dictadura. Por estos días circuló una carta de personajes K (firmada por Cecilia Roth, Estela de Carlotto, Atilio Boron, el senador Luengo, entre otros) apoyando la llegada de esos médicos. Mientras la prensa nacional e internacional cuentan las violaciones a los derechos humanos que hay en esas misiones y mientras asociaciones profesionales explican los problemas de esas gestiones, la indigencia intelectual kirchnerista sigue presionando en su defensa de Cuba. Esa actitud deja entrever claramente que la gran definición intelectual del kircherismo es su amor por las dictaduras.
Los Tratados de Libre Comercio y de unión comercial que se favorecieron en el gobierno anterior forman parte de una estrategia comercial de largo plazo y no sólo algo que busca paliar la crisis económica actual. Este tipo de política busca consolidar mercados para los productos de origen argentino con el fin de desarrollar una oferta exportable competitiva, que a su vez genere más y mejores empleos. La experiencia muestra que los países que han alcanzado un mayor nivel de desarrollo en los últimos años son aquellos que se han incorporado exitosamente al comercio internacional, ampliando así el tamaño del mercado para sus empresas.
Es muy importante tener en cuenta que los acuerdos comerciales no sólo benefician a empresas exportadoras e importadoras, sino que también salen ganando los consumidores finales. Quizás algunas personas se pregunten: ¿qué gano yo con un acuerdo de comercialización entre Argentina y la Unión Europea? Bueno, los beneficios para consumidores finales son igual de positivos, ya que mediante la reducción de los aranceles de importación cada persona tendrá acceso a una mayor variedad de bienes finales a precios más baratos, como por ejemplo computadoras, equipos de transporte, automóviles, libros, insumos de trabajos, etc., que el país básicamente no produce.
Aplicar políticas restrictivas que prohiban el desarrollo natural del comercio o el mercado es algo así como que el estado decida prohibir las computadoras para evitar que se pierdan trabajos reemplazables. Todo tiene un costo de oportunidad, pero en este último aspecto, las ganancias a largo plazo son inconmensurables.
En los últimos 70 años, Argentina fue uno de los países de la región que menos creció, al contrario de lo que ocurrió con países como Chile, Brasil, Colombia, Uruguay y Ecuador, que en mayor o menor medida han avalado el comercio internacional como eje fundamental de su desarrollo.
Según el FMI, Argentina lleva 3 años seguidos siendo una de las peores economías del mundo y se espera que este año su crecimiento sea exponencial a la baja, algo a lo que ya venimos acostumbrados.
No tener la capacidad de mirar hacia atrás en nuestra historia y aprender de nuestros errores, sólo nos asegura una cosa: seguir estancados en un círculo vicioso que sólo lleva al quiebre económico y social. Quizá sea hora de abrir los ojos y entender de una vez por todas que si hacemos más de lo mismo, no obtendremos resultados distintos.
Este país se encuentra cada vez más cerrado, con un Estado que agobia con impuestos al que trabaja, con instituciones débiles y corruptas, y con una mafia enquistada en el Estado que no quiere ninguna de las fórmulas que han resultado exitosas en el mundo. Hete aquí, un claro ejemplo de país peronista enamorado del pasado y de los fracasos.