Cuatro años del último "hasta luego", cuatro años de la última vez que los vimos y abrazamos, cuatro años de la última zarpada del submarino ARA San Juan.

Un día como hoy, cuatro años atrás, zarparon ilusiones, esperanzas, sueños y proyectos que quedaron truncos, reemplazándolos por dolor, sufrimiento e incertidumbre.

Pocos días después, el 16 de noviembre por la noche, los familiares de los tripulantes recibimos un calmado llamado de algún representante de la Armada Argentina explicándonos que el submarino había perdido comunicación con el comando en tierra y que nos avisaban antes de que nos enteremos por los medios (sic).

Ese llamado, que algunos familiares no recibieron, fue el comienzo de la mentira y del encubrimiento, ¿por qué? Aún no lo sabemos. Días después, gracias al periodismo, nos enteramos de que habían sufrido un incendio a bordo, algo gravísimo en cualquier ámbito, muchísimo más en un buque y ni hablar en un submarino; nos fuimos enterando de que no se cumplieron los protocolos de rescate, que el denominado "S.A.R." (por “Search and Rescue”, en inglés) fue decretado tardíamente, que no se les brindó ni ayuda ni asesoramiento a tiempo ni el apropiado.

Nos enteramos de que ni la Armada ni el Gobierno de aquel momento solicitaron la colaboración internacional y que ésta se dio espontáneamente en virtud de la toma de conocimiento de la desaparición y en razón del protocolo internacional de colaboración denominado “Ismerlo”; por ello y solo por ello, 18 países colaboraron con la frustrada búsqueda que el Gobierno dio intempestivamente terminada el 30 de noviembre del mismo año 2017.

Ese día comenzó nuestra lucha, la de algunos familiares por continuar la búsqueda de nuestros seres queridos, hijos, padres hermanos y esposos desaparecidos, aún con la ilusión de encontrarlos vivos en algún recóndito lugar.

Cosas más increíbles sucedieron, me contaba Gustavo Zebrino, sobreviviente de la Tragedia de los Andes; me contaba que a ellos también se los dejó de buscar a los pocos días, dándolos por muertos y sobrevivieron 72 días, por lo que las esperanzas estaban intactas, alimentadas también por la mentira y el ocultamiento de información por parte del Gobierno y la Armada Argentina.

Los familiares en lucha comenzamos a sufrir, además, amenazas, ataques por redes sociales, demonización, politización de nuestra lucha y espionaje, nuestros teléfonos andaban mal y perdían información sin ninguna explicación técnica normal; nuestros correos electrónicos eran abiertos desde computadoras con direcciones IP del sudeste asiático e incluso infiltrados que dijeron ser familiares y descubrimos que no lo eran.

Por supuesto, todo ello lo denunciamos oportunamente, pero nada pasó en aquel momento y todo lo que pedíamos y exigíamos era que se “los busque”: búsqueda y verdad fue nuestra premisa en banderas argentinas, ya que nunca aceptamos levantar ninguna otra.

Así logramos la confirmación de la comisión bicameral, que en paralelo con la Justicia investigó las causales probables de la desaparición, que no los estaban buscando, por lo que luego de la frustrada contratación de la primera empresa privada designada para la búsqueda emprendimos sin pensarlo ni planificarlo lo que fueron 52 días de acampe en pleno invierno para exigir que se los buscara.

Allí, un grupo de familiares en precarias carpas de camping y algún gazebo prestado, logramos juntar más de 25.000 firmas para exigir la búsqueda al Gobierno, algo que logramos al finalizar el mes de julio de aquel año 2018 y la misma ahora a cargo de la empresa Ocean Infinity comenzó el 5 de septiembre con el buque Seabed Constructor con cuatro familiares de testigos, porque ya no confiábamos en nadie.

Así, tres hermanos y este papá nos embarcamos en lo que sentíamos era la única y tal vez última posibilidad de encontrarlos; pasamos más de dos meses embarcados y el 17 de noviembre, cuando ya todo era frustración, hallamos los restos del submarino, generando sentimientos contradictorios, por un lado la enorme tristeza de que la peor noticia ya era una realidad y por el otro, la paz de que están allí descansando, en el mar y en el submarino que tanto amaban.

El protocolo para el hallazgo se desarrolló al pie de la letra y se registró en video y fotografías hasta el más mínimo detalle, material que fue entregado a la jueza interviniente, Marta Isabel Yañez, titular del Juzgado Federal de Caleta Olivia y que investiga desde la misma desaparición las causales de la misma.

Así al retornar al país el 4 de diciembre de 2018, la Justicia se hizo de dicho material y estos familiares agotados de tanta lucha, creímos que podíamos ya descansar, porque los habíamos encontrados y la Justicia ya tenía todo para peritar y completar esa última “pata” científica que faltaba en la investigación para descartar y ratificar hipótesis.

Poco nos duró esa ilusión de descansar e intentar hacer nuestro duelo y retomar nuestra vida normal porque nada se hizo de carácter científico luego del hallazgo y es aún hoy que no sabemos concreta y científicamente qué sucedió, no porque no se pueda sino porque no se quiso, no lo quiso una Justicia corrupta indudablemente que apaña a la política más corrupta aún.

Esto nos obligó a retomar rápidamente la lucha y en mayo de ese año 2019 recusamos sin éxito a la jueza corrupta gracias a la defensa acérrima de abogadas querellantes que indudablemente operan quien sabe para quién, pero también pedimos su juicio político y el mismo aún está en proceso, lento proceso, pero avanza en fin, a pesar de los enormes esfuerzos del amigo de Mauricio Macri, del diputado Pablo Tonelli, miembro del Consejo de la Magistratura de la Nación y que en dos ocasiones intentó desestimar mi denuncia y por el contrario intenta impulsar otra de un ex represor contra el juez Martín Bava, que si trabaja como ordena la ley y llama a declaración indagatoria a su amigo por el espionaje ilegal que sufrimos y que ahora si gracias al hallazgo de la propia AFI de material indubitable de dichas tareas, podemos intentar conocer el porqué de sufrir además de la pérdida de nuestros seres queridos, el ataque, el espionaje y que en esencia nos hayan convertido en un enemigo.

Hoy a cuatro años de aquel triste último “hasta luego”, todavía no sabemos nada en concreto; hoy seguimos luchando y exigiendo “verdad y justicia”.

(*) - Luis Tagliapietra es padre de uno de los tripulantes del hundido submarino ARA San Juan).