Cinco años atrás el mundo quedó conmovido por la brutalidad de un atropellamiento realizado por terroristas en pleno paseo de La Rambla de Barcelona, así como también de la fragilidad a la que todos estaban expuestos ante esa modalidad de ataques extremistas. A pesar de los más de 10 mil kilómetros que separan a la ciudad catalana de la Argentina, el hecho también se hizo sentir en estas tierras, ya que dos de las víctimas fatales y tres de los heridos eran argentinos.

En plena tarde de verano del 17 de agosto de 2017, un grupo de extremistas islámicos emprendieron una furiosa carrera en uno de los lugares más destacados de la ciudad condal a bordo de una furgoneta Fiat Talento que habían alquilado.

Se trataba de una suerte de plan B, ya que originalmente habían pensado realizar un atentado con alrededor de 150 garrafas de gas y explosivos en algún punto estratégico de Barcelona, como la Sagrada Familia. Sin embargo, una explosión en la casa donde guardaban los elementos para el ataque frustró la iniciativa y los obligó a improvisar lo que sería el atropellamiento.

El horror se apoderó de miles de personas que caminaban por La Rambla, un emblemático paseo peatonal que une a la Plaza de Cataluña con el antiguo puerto: a lo largo de unos 800 metros, la criminal embestida de la furgoneta blanca no hizo diferencias de edades, nacionalidades, ni credos. Catorce personas perdieron la vida como consecuencia del ataque extremista que pocos minutos después se adjudicó el Estado Islámico.

Dentro de ese grupo de víctimas fatales se encontraban Silvina Alejandra Pereyra, una argentina de 40 años que vivía en la capital catalana desde hacía más de diez años y trabajaba en una frutería; y Carmen Lopardo, una italiana de 80 años que había arribado a la Argentina en 1950 con sólo 13 años y que se encontraba de vacaciones en Barcelona, en donde se encuentra una de las comunidades de emigrantes argentinos más grande del mundo.

A cinco años del atropello masivo en Barcelona, cuando el terrorismo golpeó a la Argentina a distancia

El vehículo utilitario usado por los jóvenes terroristas arrolló también a Pablo Abecasis, otro argentino, de 36 años y que trabaja en un puesto de diarios en La Rambla; y a María Cristina Deambrosi, de 67 años, que se encontraba como turista en la ciudad catalana y terminó con  fractura de pelvis y fisura de cadera.

A cinco años del atropello masivo en Barcelona, cuando el terrorismo golpeó a la Argentina a distancia

El caso de Abecasis configura un milagro, ya que fue impactado de lleno por la furgoneta y salió despedido por el aire, pero sólo sufrió "contusiones leves" y esa misma noche recibió el alta médica. Sin embargo, la foto de su cuerpo inconsciente conmocionó, ya que en ese momento sus propios compañeros pensaron que había muerto por el fuerte golpe.

A cinco años del atropello masivo en Barcelona, cuando el terrorismo golpeó a la Argentina a distancia
Pablo Abecasis, inconsciente en el piso tras haber sido impactado por la furgoneta de los terroristas.

Una vez que el vehículo detuvo su marcha sobre el Mosaico Miró y tras dejar un reguero de sangre, terror y 14 asesinados, Younes Abouyaaqoub, un joven marroquí de 22 años, salió corriendo de la escena del crimen y minutos después apuñaló a un hombre para robarle el auto y escapar de la ciudad: cuatro días más tarde fue abatido por Mozos de Escuadra en una estación de servicio cerca de Subirats, 40 kilómetros al oeste de Barcelona.

En tanto, mientras España no salía del asombro por la nueva estocada del terrorismo yihadista, otros cinco miembros de la célula del Estado Islámico emprendieron una nueva acción: esta vez el lugar elegido fue Cambrils, 100 kilómetros al sudoeste de la capital catalana.

Moussa Oukabir, Said Aallaa, Mohamed Hychami, Houssaine Abouyaaqoub, Omar Hychami, a bordo de un Audi A3 chocaron a toda velocidad a un patrullero que custodiaba la entrada al Club Náutico de Cambrils, una zona costera muy concurrida por locales y turistas.

Luego de que el auto volcara por el impacto, los jóvenes terroristas salieron con intenciones de continuar con la cacería: cuatro fueron abatidos por un policía, mientras que el restante, Omar Hychami comenzó a buscar gente para atacar sobre el paseo que bordea la playa.

Allí se encontraba otro argentino, Rubén Guiñazú, de 54 años y que se encontraba con su pareja paseando en lo que era su último día de vacaciones en Cambrils. Al escuchar el choque y los disparos posteriores, Guiñazú y su esposa se alejaron del lugar, pero fueron alcanzados por Hychami: el terrorista le clavó un cuchillo de 22 centímetros en la cara y continuó su huida.

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Paralizado por el hecho y con una herida que manaba sangre en medio de su cara, el argentino y su pareja pidieron auxilio en un puesto gastronómico playero, donde recibió las primeras atenciones médicas.

Luego de ser trasladado a un Centro de Atención Primaria (CAP), Guiñazú fue derivado al Hospital Universitario Joan XXIII, donde fue sometido a una intervención quirúrgica de más de ocho horas de duración para salvarle la vida.

Tan solo un mes y medio después, la Argentina otra vez sentiría la punzada del terrorismo, cuando un uzbeko de 29 años atropelló a ocho personas en Manhattan, en la ciudad estadounidense de Nueva York: cinco de ellas eran argentinos y formaban parte de un grupo de amigos de Rosario que habían viajado para celebrar los 30 años de su egreso de la Escuela Politécnica de la ciudad santafesina.