En 1947 se sancionó la ley de sufragio femenino en Argentina, pero no fue sino hasta 1951 que se hizo efectivo el acceso real de las mujeres a las urnas. Una de las claves para la alta participación femenina fue la creación de centros cívicos y la perseverancia de las delegadas censistas.

“Amanece el día glorioso para la ciudadanía. El día en que sellará definitivamente su condición de pueblo libre y soberano (…) La mujer ofrece en todas las calles de la ciudad un espectáculo de ante emoción. Con pacífico pero fervoroso entusiasmo, forman largas colas desde la primera luz del día”.

Sucesos Argentinos ilustraba así una jornada cívica que no era una más, sino que marcaba la incorporación de la mujer en unas elecciones. Por su parte, el diario La Razón lo narraba así en una edición de aquellos años:

“(…) En las filas femeninas, que formaban mujeres de todas las edades, se hablaba de todo: de política y del acto electoral que se estaba cumpliendo. Estaban allí todas las clases sociales y representadas todas las profesiones. Junto a la modesta obrera, la rentista, la millonaria o la religiosa. Porque también las monjas votaron ese día.

Los rasgos dominantes de la elección del día 11 de noviembre de 1951 estuvieron, pues, a cargo de la mujer argentina que, utilizando por primera vez su libreta cívica, lo hizo con la naturalidad propia de quien cumple una misión habitual. No podía ser de otra manera, por cuanto si en el diario trajinar y en las obligaciones cotidianas las mujeres marchaban codo a codo con los hombres, justo era que tuvieran idéntica influencia cuando se trataba de elegir a los gobernantes del país”.

En primera persona

DORA ROLDÁN (hija de Natalia María Bernabitti de Roldán, quien fuera la primera mujer delegada sindical de Latinoamérica en el frigorífico Swift).

“Somos las que críamos a nuestros hijos, somos las que los parimos, somos las que cocinamos, somos las que hacemos de una papa una comida para cinco, ¿y por qué no vamos a tener el mismo derecho de votar?”.

ZULEMA LIDIA ABATTO de FERRO (primera sufragista nacional)

“Empezamos a trabajar con el tema del voto a principios de 1951. Íbamos casa por casa a convencerlas, a decirles que teníamos que votar, que era una buena conquista”.

AMALIA CURIA

“Me acuerdo de que ese día estábamos todas con las polleras largas, contentas pero temblorosas evidentemente porque no era algo habitual lo que estábamos haciendo. Yo estaba contenta porque estábamos igualándonos a los hombres en ese aspecto. Recuerdo la fila, recuerdo lo que se hablaba, fue sumamente emotivo y agradable, nos sentíamos importantes”.

BEATRIZ BALIÑAS

Este caso fue muy curioso. Beatriz se desempeñó como delegada censista del Partido Peronista Femenino (PPF), participó de toda la campaña, pero no pudo votar ya que no cumplía con la minoría de edad requerida para participar de los comicios:

“Yo tendría 14, 15 años y todo Wilde era mío, desde Mitre derecho hasta Calchaquí. Empezaba a las ocho de la mañana y eran las ocho de la noche y andaba por la calle, sin comer, caminando hasta completar una manzana, y dos, y tres… No me cansaba nunca".

“Fuimos junto a mis hermanas y a mis primas al convento María Auxiliadora en Barracas, hice la fila con ellas y me quedé llorando como una loca en la puerta. Tenía 17 años... ¡y había que tener 18 años para votar! No tenía consuelo ni libreta cívica", cuenta entre desconsolada y con cierta alegría por haber cumplido con la responsabilidad de ayudar en el proceso de empadronamiento.

El camino hacia la ley

La batalla por obtener la instancia del voto femenino en nuestro país comenzó mucho tiempo antes, con algunos nombres para destacar: Alicia Moreau, Sara Justo, Julieta Lanteri (vale recordar que pudo votar en 1911 en las elecciones de concejales para la entonces Municipalidad de Buenos Aires, transformándose en la primera mujer de Latinoamérica en hacerlo) y Elvira Rawson de Dellepiane, reconocidas feministas que crearon 40 años antes, en 1907, el Comité Pro-Sufragio Femenino. En las décadas siguientes, muchos proyectos se presentaron, pero casi ninguno fue tratado por los legisladores.

En la Cámara de Senadores se logró avanzar sin grandes inconvenientes. En la Cámara Baja el debate fue más arduo, pero finalmente el 9 de septiembre la Ley N°13.010 de sufragio femenino fue aprobada, cumpliendo así con la sanción de una batería de leyes anunciadas en el marco del Plan Quinquenal. Detrás habían quedado cajoneados y ninguneados unos 22 proyectos, el primero de ellos presentado por el legislador Alfredo Palacios en 1911.

El 23 de septiembre, frente a una multitud, Eva decía: “Mujeres de mi patria: recibo en este instante de manos del Gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros derechos cívicos.” Y remarcaba que se trataba de una “victoria de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de las castas repudiadas por nuestro despertar nacional”.

Además de la posibilidad de sufragar, el empadronamiento les permitió a las mujeres tener Libreta Cívica, porque su única documentación hasta ese momento era la Partida de Nacimiento. Además, alcanzaron derechos como la Patria Potestad Compartida (en 1949), la Ley de Divorcio (en 1954) y participación en el Congreso.

La campaña de empadronamiento

El Partido Peronista Femenino se fundó en julio de 1949, y era la mismísima Eva Perón quien elegía a las delegadas de cada distrito. No tener experiencia política previa era una cualidad, ya que Evita buscaba que sus delegadas estén lo más alejadas posible de los vicios de la política tradicional, incluso las alertaba respecto de que no se dejaran influir ni aconsejar por los hombres del partido.

La rama femenina se agregaba como anexo al partido principal, el peronismo lo planteó desde otro lado, desde el lado de la igualdad de derechos. Eva Perón designó 24 delegadas para organizar el partido político y realizar el empadronamiento en todo el país. Estaban acompañadas por un total de cerca de 3600 delegadas que ayudaban con esta tarea.

Se llevaron a cabo cerca de 4000 centros en el país. Los hombres tenían el acceso prohibido. Allí se desarrollaban actividades culturales, talleres de taquigrafía, dactilografía, inglés, clases de alfabetización, cocina, corte y confección, y talleres de formación política, entre otras tareas. También se encargaban de la atención primaria. Si bien no lo eran formalmente, funcionaban como parte de la estructura del Estado.

Además de toda esta organización, se llevó a cabo una campaña en la que se informaban las instrucciones para votar y cómo debía comportarse la votante en el cuarto oscuro:

El momento de las elecciones

De acuerdo con las cifras que difundió el Instituto de Estudios de Género y Mujeres (Idegem) de la UNCUYO, de 8.623.646 empadronados, 4.225.467 eran mujeres y votó el 90,32 % (más de tres millones y medio), cifra que demuestra lo que se había esperado por este derecho. En los resultados finales, el binomio Perón-Quijano obtuvo el triunfo con 4.744.803 votos contra 2.416.712 de Balbín-Frondizi.

Las mujeres también consiguieron 23 diputadas y seis senadoras nacionales. Junto a las legisladoras provinciales, sumaron un total 109 mujeres elegidas. Aunque los hombres seguían siendo una mayoría importante, en 1953 una mujer fue nombrada vicepresidenta Primera de la Cámara de Diputados: Delia Parodi, una de las primeras mujeres en el mundo en ocupar un cargo de tan alto nivel.