52,9: El índice de pobreza
Por Darío Lopérfido
La cifra es impresionante y merecería que fuera el único tema que los políticos abordaran. La cifra es un fracaso descomunal de la Argentina y hace que cualquier tema que los políticos comenten, que no tenga que ver con esto, parezca insustancial. La única preocupación que debería tener un político argentino es la cifra de pobreza y la de indigencia.
Por supuesto, no caeré yo en la vulgaridad de plantear que todos los políticos tienen la misma responsabilidad. El peronismo es el principal responsable de esta decadencia. Son los que han estado más tiempo en el gobierno nacional, los que más han robado y los que han puesto en práctica las políticas más nefastas. Además, han gobernado casi siempre la Provincia de Buenos Aires y siempre, desde la vuelta de la democracia, La Matanza, que es el símbolo máximo de la pobreza peronista.
El peronismo es responsable principal, no solo por haber gobernado, sino porque los peronistas solo saben hacer política vampirizando a los pobres. Han creado una industria de la pobreza de la cual ellos son los únicos beneficiarios. El peronismo cambió la fisonomía argentina, que pasó de ser un país mayoritariamente de clase media a un país donde hay más pobres que no pobres.
Los peronistas han sido nacionalistas, terroristas de izquierda y de derecha, pretendidamente liberales y populistas de izquierda. En cualquiera de sus mutaciones, han sido corruptos y una máquina perfecta de crear pobreza. Hasta han puesto un Papa en el Vaticano que se dedica a limar a los gobiernos no peronistas y, como buen puntero, se junta y apoya a lo más rancio de la delincuencia peronista mientras habla de los pobres.
Ahora se ve con claridad cómo todo lo que defiende el peronismo está atado a privilegios. No importa la materia: defendían el Ministerio de la Mujer porque tenían privilegios las que trabajaban ahí. Ahora defienden Aerolíneas Argentinas por los privilegios y negocios que tienen ahí dentro. No les importa la gente. Les arruinan la vida a las personas por defender sus privilegios.
Frente a una realidad que no admite dudas, lo que sí se puede analizar es cómo se posiciona el gobierno frente a estas cifras catastróficas. En materia económica, el gobierno tiene un solo discurso público: la baja de la inflación. No es poco en un país donde la inflación ha destrozado la vida económica de la gente, pero hace falta que empiecen a aparecer ideas respecto del momento en que se cumpla el objetivo de bajar la inflación.
No hay ninguna información respecto de, por ejemplo, cómo se solucionará el tema de los jubilados o cuándo se abrirá el cepo. Con cepo no habrá inversiones y, sin inversiones, no habrá creación de empleo. La reforma del Estado que lleva el ministro Sturzenegger va por la buena senda. Los acuerdos con la casta sindical van por la mala senda y desconocen que el sindicalismo argentino hace años que lo único que hace es defender sus privilegios. Lo mismo los acuerdos con los que defienden privilegios en la Justicia representados por Ariel Lijo.
Lo que no puede hacer la política es pretender que el 52,9 % de pobreza no existe. La política, eso sí, debería depurarse y sacarse de encima a los que muestran con impunidad sus privilegios frente a una ciudadanía exhausta.
Esta semana tuvimos que ver a dirigentes universitarios hablando de problemas de presupuesto, mientras el vicerrector de la UBA, Emiliano Yacobitti, tuiteaba sobre esos temas desde Miami y viajando en primera clase. O a Grabois volviendo de Roma y haciéndose el guapo con gente que lo criticaba. La desconexión de algunos dirigentes con la gente es enorme.
Y la impunidad sigue inalterable. Argentina necesita que haya presos peronistas.
No hay causas nobles si los que representan esas causas son crápulas que defienden privilegios.
Y el gobierno no puede mirar para otro lado frente a esos datos de pobreza. Que el peso del desastre les corresponda a otros no exime al gobierno actual de la obligación de explicar hasta cuándo durará esta situación calamitosa. Un gesto de estadista sería explicarle a los que están pasando un mal momento cómo evolucionará su situación.
Discursos como los de la ONU son muy interesantes, pero a los dos días nadie se acuerda. La ONU es un antro de burócratas que inventan planes para justificar su sueldo.
Las cosas importantes no pasan en la ONU, y en materia internacional, en general, Argentina tiene poco para festejar. Sin embargo, por estos días hay motivo de festejo: Israel mató a Nasrallah, líder de Hezbolá, y a varios miembros de la conducción de esa organización terrorista. Bajo su conducción, Hezbolá realizó muchos atentados. Dos fueron en Buenos Aires: la embajada de Israel y la AMIA. Hay muertes que se festejan.
“Gobernar es explicar”, decía Fernando Henrique Cardoso. Milei debería gastar más tiempo hablándoles a los ciudadanos que están pasándolo mal en vez de hablar en foros donde ninguna cosa importante sucede.