Una reforma electoral en un año no electoral
Por Claudio Bargach.
Constituida hace once años atrás por ciudadanos independientes y ONGs, somos consecuencia de la confluencia de analizar que la crisis de los partidos políticos como fueron conocidos oportunamente llego en el 2001 a la UCR y a partir del 2003 al Justicialismo.
La Ley Electoral Argentina estaba hecha para dos fuerzas que luego de sus respectivas campañas pudieran controlarse en una elección, contando con estructuras, logística, capacitación, experiencia y militancia que efectivamente fiscalizaba.
Producida las fracturas partidarias mencionadas y sin ahondar en mayores detalles, ese desequilibrio desbalanceó el control. Muchos militantes decepcionados volvieron a sus casas y así apareció el fenómeno que quien poseía el poder territorial en un municipio, provincia o nación, contaba con diversidad de recursos para tener su estructura de fiscalización. Quien no, se encontraba debilitado y en esa mencionada dispersión y surgimiento de variadas fuerzas de un arco opositor que se multiplicaba y ni alcanzaban a contar con un mínimo de logística, estructura y recursos que los volviera competitivos al momento de recibir los votos.
Hay una sentencia no escrita que dice "quien no tiene fiscales, se jode", dejando campo propicio para el negocio de los fiscales pagos, el sistemático robo de boletas, la prepotencia de la aparición del jefe de escuela, las sospechas en el cambio de documentación y telegramas, la falta de preparación de presidentes de mesa y su sustitución por parte de personas afines a una fuerza política en particular.
Esta peligrosa combinación ataca de lleno al corazón de la democracia, ya que son elegidos quienes tal vez no hubiesen llegado a serlo si no fuera por estas artimañas: la Ley de Lemas, el acople de listas, las fechas inciertas y variables basándose en el federalismo, que debe respetarse pero debe considerarse con sentido común.
La Red Ser Fiscal surge como un aporte a estas situaciones, directamente de las marchas ciudadanas para frenar la frustración de mucha gente y motivarlos a participar activamente en un rol voluntario el día de las elecciones, por la Transparencia Electoral y la República.
En el año 2016 se apostó a una reforma electoral que finalmente quedo parcialmente trunca. Los cambios como la igualdad de género en la representación en el Congreso Nacional, el financiamiento de los partidos políticos, el debate presidencial y la última acción de envío de telegramas escaneados desde las escuelas para ser recibidos en el centro de cómputos, fueron avances importantes, pero faltan más: boleta única de papel; poder real a la Cámara Nacional Electoral en la organización de las elecciones; mayor transparencia con la presencia de la Justicia Electoral en el Correo Argentino; participación del Renaper; mantener las PASO, previsibilidad en la planificación de fechas electorales; proceso de reafiliación de los partidos políticos y la conformación de equipos de expertos de la sociedad civil en el análisis de iniciativas que acompañen la nueva realidad de elecciones en épocas de pandemia.
Todos los cambios propuestos nos parecen importantes para contribuir a una elección más transparente y desde una mirada ciudadana, aislando en esto la cuestión agonal de los competidores.
Debe hacerse en un año no electoral para definir las reglas con las que se jugarán las elecciones en el año electoral y debe hacerse en el Congreso Nacional, ya que toda norma electoral debe tener mayoría especial, lo que posibilita un adecuado debate y un acuerdo marco de la mayoría más amplia que se pueda conseguir.
Finalmente, continuaremos bregando por una mayor participación ciudadana, sangre, junto a los partidos políticos y a una autentica división de los tres poderes del Estado de una mejor República.
Por Claudio Bargach, coordinador nacional de la Red Ser Fiscal.