La infectadura chavista
Por Darío Lopérfido.
El discurso de Alberto Fernández siempre tiene algo interesante para analizar, no solo por la falta de datos empíricos, sino también por las contradicciones en la que cae si se revisa lo que había dicho en años anteriores. En los 90, Fernández se caracterizaba por pedir un estado chico pero musculoso, un sistema económico basado en la competencia privada, bien alineado con la ideología de Cavallo y Menem. En los 2000, su discurso se vuelve de centroizquierda y pasa a apoyar un fuerte avance del estado, la intervención de instituciones públicas, y a generar sobre gastos en obras públicas.
Lo más interesante es lo que surge entre el período 2015-2020, donde pasó de criticar las nefastas políticas implementadas por Cristina Fernández de Kirchner durante su gobierno y a considerar que su gestión nos llevó a perder una década en materia económica, a lo que vimos recientemente, donde el presidente Fernández muestra un claro giro hacia el populismo radical latinoamericano, demostrando su admiración por Chávez, Mujica, López Obrador, Correa, Ortega, Lula Da Silva, entre otros.
Tal vez el cambio de discurso le hizo nublar la vista al actual presidente y olvidarse de las terribles acciones que sus admirados cometieron mientras fueron gobierno. Pero vamos a revisarlas para recordarlas:
Para comenzar, es claro entender que la figura de Chávez como representante político de Venezuela fue algo estratégico, ya que cualquier persona racional que ame la libertad, jamás perdonaría a Maduro por la dictadura, hambruna y asesinatos que está cometiendo en su país. Es importante hacer hincapié en “cualquier persona que ame la libertad”, porque si bien Fernández no felicitó de forma directa a Maduro, Argentina formó parte de uno de los siete países que se abstuvieron de condenar en la OEA el nuevo golpe de Maduro que impide elecciones libres en Venezuela. Fernández, a pesar de decir que ama la vida, apoya a un dictador que asesina a opositores políticos. Eligieron ponerse del lado del opresor y despreciar a los oprimidos. Mientras los peronistas puedan hacer negocios no tienen ningún problema en apoyar dictaduras.
Chávez durante sus 14 años de gobierno, siempre gobernó desde su postura autoproclamada de mesías, tomando decisiones unilateralmente según lo que él creía mejor, cómo devaluaciones monetarias extremas, expropiaciones de empresas privadas y decisiones con impacto en la inflación, como aumentar el salario del sector público, en vez de abordar los problemas estructurales subyacentes. Como resultado, dejó una nación acorralada por una infraestructura en ruinas, un gasto público insostenible y una industria con bajo rendimiento. Los frutos de sus decisiones tiránicas los vemos hoy.
El segundo caso de análisis a recordar, es posiblemente una de las peores corrupciones de todo el continente e involucra de forma directa al ex presidente Lula da Silva. A pesar de que muchas personas compran el papel de justiciero social que quiso imponer el ex presidente de Brasil, la realidad es que lo único que generó, es personas dependientes de por vida de una asistencia social, tal cual sucede en nuestro país. No es real que da Silva sacó a la gente de la pobreza, porque no generó ningún cambio estructural que les permita crecer de forma real y en base al esfuerzo propio a las millones de personas pobres de Brasil; lo que hizo fue darles pan para hoy y hambre para mañana. Cuando la asistencia social se acabó, la pobreza en Brasil tuvo uno de sus mayores repuntes históricos.
Lo que sí es real, es la causa Lava Jato, considerada como una de las mayores corrupciones sistémicas de la región. Donde se resume exactamente los problemas que criticamos, un estado grande, solo genera más corrupción y más pobreza. Los únicos que se ven beneficiados, son los empresarios prebendarios amigos del poder.
Algo importante a destacar en este punto, es que la causa Lava Jato está relacionada de forma directa con Cristina Fernández de Kirchner y su ejército de corruptos.
López Obrador posiblemente, a finales de su mandato, sea considerado como uno de los peores presidentes en la historia de México. Mientras la economía de su país se contrajo 2,4% en el primer trimestre del 2020, colocándola como uno de los países con mayor recesión, el mandatario mexicano recorre los medios haciendo demagogia pura y diciendo que lo peor ya pasó y que México se recuperará de la crisis económica de manera inmediata.
Solo para tener en cuenta, se estima que el 40% de los negocios en México cerrarán sus puertas de forma definitiva a causa de no poder seguir sosteniendo sus estructuras de costos sin poder trabajar de forma activa. Solo en Ciudad de México 88.800 empresas cerrarán sus puertas al carecer de recursos para pagar a los empleados, los impuestos y el alquiler del local.
Pareciera ser algo normal en presidentes que gobiernan vía DNU o con discursos demagógicos, el creer que solo con el hecho de levantar la cuarentena, la economía se reactivará completamente, como si no pudiesen ver el desastre que generó su falta de protocolo sanitario y el considerar a la economía como algo que se recupera fácilmente.
Mientras Alberto Fernández busca generar un enemigo a quien odiar, apuntando al capitalismo como el causante de todo esto, la economía de Argentina se desmorona por completo. En abril, el mes que marcó la etapa más restrictiva de la cuarentena obligatoria, la actividad económica se desplomó un 26,4% interanual. Esto, aunque parezca increíble, representa la peor caída económica en 120 años. Suena irreal, pero el peronismo lo hizo de nuevo.
Para finalizar, sería deseable que en Argentina se dejen de buscar falsos culpables a quien apuntar, se dejen de criticar a las personas por defender su libertad y derecho a la vida, se deje de abusar del poder estatal y violar la propiedad privada de las personas. Espero que se empiece a perseguir a quienes atacan a los productores agropecuarios, fundados en una creencia de que son los culpables de nuestra crisis por “especular” con el fruto de su trabajo.
La lucha de clases impulsada por Marx fracasó en cualquier lugar del mundo donde se buscó implementar, pero por desgracia, mientras duró, generó incontables muertes y hambrunas no comprendidas por la sociedad actual. La nueva generación de idiotas en la Argentina hace terrorismo contra el trabajo de los argentinos.
Si queremos evitar este avance de un atropello estatal frente al individuo, el avance de un populismo de inspiración chavista en Argentina y la implementación de un socialismo latinoamericano que solos nos traerá más crisis de las que ya vivimos, es hora de alzar la voz y hacer frente al atropello de los políticos amantes de la cuarentena y el poder.
Por Darío Lopérfido, vicepresidente del partido MejorAR.