Por Darío Lopérfido y Sebastián Cao.

Alberto Fernández nos metió en un falso dilema entre economía y salud para enfrentar la pandemia ocasionada por el covid-19. Resulta falso porque si bien era inevitable que tanto la caída de la economía global como las medidas sanitarias domésticas provocaran una recesión, se justificaron in totum malas políticas económicas. Detrás de la justificación sanitaria se esconde un grave caso de mala praxis económica.

Hubo diversas propuestas realizadas tendientes a que haya una cuarentena más inteligente, que combine la responsabilidad individual necesaria para cuidarnos entre todos, con la adopción de protocolos de funcionamiento para una nueva normalidad. Es falso que este era el único camino. O que no se podían evitar muertes sin destruir a la economía. Las decisiones de Fernández han provocado la destrucción de más de 20.000 empresas, y cientos de miles de puestos de empleo, que ya han cerrado para siempre sus puertas. Y las perspectivas de salida de esta crisis tampoco son buenas, se espera una caída del PBI del orden del 10 al 12%.

Esta destrucción, literal, de capital y empleo, contrariamente a lo expresado por el presidente Alberto Fernández, en cuanto a que la economía se recupera, no verá una pronta recuperación. Las trabas a la generación de empleo, sumadas a las trabas impositivas y regulatorias, hacen que empresa que cierra, y empleo que se pierde sea muy difícil de recuperar. En este sentido, las previsiones privadas indican que se espera que la pobreza, en niveles ya muy superiores al 35,5% al que finalizó 2019, podría trepar por encima del escenario pesimista del 54%, pronosticado en abril último. Recordemos que el INDEC no realizará la medición de la pobreza de medio año, para cumplir con el aislamiento social obligatorio.

A falta de un plan de gobierno el miedo se ha convertido en el principal recurso de Alberto. Con la excusa de habilitar sólo “servicios esenciales”, sin nunca explicar el criterio empleado, el Gobierno le trasladó el costo de su política a la sociedad civil, a las familias. No solo desaprovecharon este esfuerzo para llevar adelante una política sanitaria efectiva, ya que se hizo muy poco en materia de testeos por ejemplo, sino que se perdió la oportunidad de haber educado a la sociedad en el interín como para que los ciudadanos tengamos herramientas para enfrentar a la vida con el virus entre nosotros.

Por mencionar apenas un ejemplo patético, durante los últimos meses hubo una campaña gubernamental y mediática en contra de las personas que quieren realizar actividad física. De una forma delirante, el Gobierno reconoció por un lado que no existen riesgos de propagación de coronavirus en la práctica deportiva en espacios públicos y, a la par, reconoció prohibirlo por un tema de marketing. Recordemos que se trata de una actividad que refuerza el sistema inmunológico y mejora la salud psíquica. Es decir, el propio Ministro de Salud de la Nación, confesó que prohibieron el ejercicio de derechos constitucionales, que mejoran la capacidad de las personas de enfrentar al virus, por un mero fin publicitario. ¿Cuántas medidas más se han adoptado en el marco de esta pandemia por una cuestión de imagen antes que por una genuina razón sanitaria?

Ante la falta de razonabilidad de las medidas adoptadas por el gobierno, es destacable el amparo que presentó un conjunto de “runners”, o personas que quieren hacer ejercicio, con el auspicio de la Fundación Apolo y del Partido Mejorar. Sarmiento decía en el Facundo que “las contradicciones se acaban a fuerza de contradecirlas”. Ese es el trabajo que muchos hemos hecho desde distintos ámbitos de opinión y, muchos menos, desde la política. Alertar sobre los riesgos de confiar ciegamente en las decisiones de un Gobierno, del que sea, cuando la evidencia iba en la dirección contraria.

Además, desde el Partido Mejorar presentamos un amparo para que aquellas empresas que acrediten haber adoptado medidas de seguridad y salubridad suficientes, que cuiden a clientes y trabajadores, puedan volver a abrir. Toda actividad es esencial para las familias que viven de eso.

La crisis desatada a fines de 2001 alcanzó su pico de pobreza en 2003, un 58% de personas viviendo bajo línea de pobreza, de las cuales, más de un tercio lo hacían en condiciones de indigencia (21%). Este aumento de la pobreza no fue gratuito en término de vidas humanas.

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Independencia es poder vivir sin miedo y con responsabilidad

Estas variaciones, que se observan, se disparan con el incremento de la pobreza, totalizaron hasta 2004, año a partir del cual vemos un claro descenso de todos los indicadores, unas 15.300 vidas más que el promedio de los 4 años anteriores, o, dicho de otra forma, unas 3.800 personas por año, de las cuales casi 750 correspondieron a incrementos de suicidios y otras 750 a homicidios, por sobre la media anterior a la crisis.

Es evidente que el crecimiento no es lineal, afortunadamente, pero claro esta, se debe a las diversas medidas que se tomaron, y en general se toman, para amortiguar el impacto de las crisis, como mayor presencia policial y de fuerzas de seguridad, aumento de planes asistenciales, etc.

Este promedio de 3.800 vidas adicionales equivalía a 99 personas cada millón de habitantes, por lo que, si se replicaran las condiciones de incremento de la pobreza a partir de este año, podríamos estimar en más de 4.500 personas, las fallecidas adicionales de forma anual. Evidentemente este dato no tiene en cuenta aquellos que padecieron estas mismas situaciones, pero a quienes no les costo la vida, pero aún así quedaron con secuelas, lo que, sin embargo, no es un dato menor.

Esta estadística tampoco recoge una condición puntual de esta crisis, y es la cantidad de muertes evitables por patologías previas. Y es que muchos han interrumpido controles y tratamientos por miedo al contagio en los centros de salud lo cual ha generado todo tipo de advertencias desde el ámbito médico. Personas que han dejado de tratarse con chances de supervivencia o personas que no han ido a realizarse controles que les hubieran permitido un diagnóstico temprano y un tratamiento oportuno serán, también, los otros muertos de esta cuarentena.

Todo lo anterior debe llevarnos a concluir que el Presidente ha planteado un falso dilema. Economía y salud están intrínsecamente relacionados. La destrucción económica también causará una gran cantidad de muertes. Parafraseando a Churchill, les dieron a elegir entre economía y salud, eligieron salud y no tendremos ni economía ni salud. Que esto nos sirva para entender que nos han metido en una narrativa donde el miedo desplaza a la razón y nos piden confianza ciega. El fanatismo es indispensable para que nadie diga que el Rey Alberto está desnudo.

Debemos entender que esta enfermedad llegó para quedarse y debemos aprender a convivir con ella, como lo hacemos con el virus de la gripe. En nuestro país anualmente mueren unas 32.000 personas por neumonía e influenza, aún existiendo vacunas, según las ultimas estadísticas publicadas por el Ministerio de Salud, del año 2018.

Otro dato no menor es justamente la importancia de las estadísticas de forma oportuna. Como se mencionó, las últimas estadísticas oficiales de causas de defunción fueron publicadas el pasado mes de junio y corresponden a 2018. O sea, los incentivos del gobierno están en detener las muertes que se dan a conocer hoy, las ocasionadas por covid-19, pero el resto de las muertes, esas 4.500 vidas adicionales por año que podría costar como mínimo una crisis económica de dimensiones importantes, recién podrían ser efectivamente contadas, con suerte, a mediados de 2022, cuando ya los diarios no coqueteen con la posibilidad de publicar las fotos o los nombres, de los fallecidos en sus tapas.

Siendo que estamos próximos al 9 de julio, resulta indispensable cuál es la causa por la libertad, independentista que hoy debe convocarnos. Independencia es poder vivir con responsabilidad y sin miedo. Independencia es poder hacer actividades deportivas o dar una vuelta por el parque con tus hijos sin que te quieran encerrar por un tema de marketing. Independencia es pedirle a los Gobiernos que todo el tiempo expongan las razones de sus actos, que hagan lo mejor posible y que, cuando no lo hagan, se los exijamos. La independencia requiere de la eterna vigilancia de cada uno de nosotros.

Por Darío Lopérfido y Sebastián Cao, vicepresidente y referente económico del partido MejorAR, respectivamente.