Por Darío Lopérfido.

Esta semana vimos declaraciones de la doctora Graciana Peñafort, en el sentido que si no funcionaba la propuesta de Santa Fe para Vicentin, iban a expropiar la empresa. Hay que hacer una lectura política correcta de eso. La doctora Peñafort no dice nada por sí misma, su opinión política no tiene ninguna importancia. Ella es una persona estrechamente ligada a Cristina Fernández de Kirchner y cuando dice eso lo hace por mandato de la vicepresidenta.

Es un aviso de CFK y de los sectores kirchneristas más radicalizados respecto de cuál es su idea. Se bajó la idea de la expropiación por el momento, porque hay un factor de miedo a la población movilizada, y lo que pasó el sábado fue muy fuerte. Por eso dan un paso atrás, pero sabemos que a ese sector lo que realmente le interesa es la expropiación, y ese mensaje está dirigido al presidente Alberto Fernández y al gobernador de la provincia de Santa Fe, Omar Perotti.

Esto una consecuencia más de lo que estamos viviendo, que es un gobierno bifronte. Como dijo un intelectual hace poco, Alberto Fernández se sigue comportando como si fuera el jefe de Gabinete de Cristina Kirchner. Cuando anunció la expropiación lo hizo de manera desprolija, se lo mandaron a decir, y lo hizo sentado al lado de una senadora ultrakirchnerista.

Luego todos se dieron cuenta que habían ido hacia un punto que podía tener una consecuencia muy fuerte, como lo que pasó con la Resolución 125, pero ya “La Cámpora” había sacado un documento que avalaba las expropiaciones. El kircherismo sólo retrocedió a disgusto por el mal recuerdo que tienen de la 125. Pero a su vez le mandan un aviso al Gobierno que si esto fracasa, vamos hacia la expropiación.

Este poder bifronte genera que, independientemente de las medidas que se anuncien formalmente, el mensaje que se dirige a posibles inversores y a los tenedores de deuda argentina, es que el sector que tiene el poder en la Argentina, y los votos, es el de Cristina Fernández de Kirchner; que es mayoritario dentro de la coalición actual de gobierno, y tiene una política parecida a la que tenía en Venezuela su líder Hugo Chávez cuando empezó la debacle, cuando se hizo conocida la declamación “¡Exprópiese!”.

Si le sumamos a eso la rotura de silobolsas que hay en distintas partes del país, en muchos casos se puede presumir que hay sectores políticos vinculados al kirchnerismo que están detrás de eso, y todo en medio de la renegociación de la deuda que intenta el ministro Martín Guzmán, los mensajes que se envían hacia el exterior y posibles inversores son muy malos.

Más aún si se compara con Uruguay, donde tienen controlado el coronavirus, empezaron las clases de vuelta, y el presidente Lacalle Pou da más posibilidades a los inversores para que se establezcan allí. Con muchas empresas argentinas yéndose a Uruguay, el contraste se ve claramente.

Un país con seguridad jurídica, que apoya la inversión extranjera, en el cual se ve que no hay riesgos; y por otro lado la Argentina con una cuarentena infinita, un daño que se está haciendo a la economía que es muy grande, y además con el discurso formal de decir que no se va a ir contra las empresas, y el discurso del poder real que intenta expropiar una compañía. Que solo retrocede un poco por las movilizaciones espontáneas de vastos sectores de la población, cuando en realidad lo toman como un pequeño paso atrás que tienen que dar, pero siguen pensando lo mismo.

Las consecuencias económicas de esta cuarentena infinita, en un país que ya venía en recesión, con una inflación muy alta, y con un endeudamiento importante, es de empresas, pymes y comercios que están cerrando, con enormes consecuencias de pobreza y desocupación. Encima, con el mensaje que se van a expropiar empresas, cuando el recuerdo que hay de eso en el mundo respecto de Latinoamérica es el de Venezuela y el “¡Exprópiese!” de Hugo Chávez, es un efecto tremendamente dañino.

Porque lo que necesita la Argentina es terminar rápido con esta cuarentena infinita, que produce un extraordinario daño a la economía, además de muertes que se van a producir por otras enfermedades que no se atendieron, y también un daño en la salud mental de la población. Es necesario aclarar: nadie habla de hacer cosas locas respecto a la enfermedad. Pero no se puede soslayar lo que está pasando en el mundo. En Europa el tema ya lo solucionaron y todo el mundo está programando la vuelta a la vida normal, luego de cuarentenas que no superaron un mes o mes y medio.

En países como Paraguay, Uruguay o Costa Rica, el tema ya se dio por resuelto. Según el Gobierno, cualquiera que intenta reflexionar sobre lo que pasa en el mundo, tiene un discurso anti cuarentena. No se trata de hacer una evaluación que atente contra la salud pública, pero a esta altura se ve el daño tremendo que se le produce a la misma, a la salud mental de la gente, y a la economía. Como consecuencia, la cadena de daños en la vida privada y profesional de los argentinos será importante.

El Gobierno sólo habla de la cuarentena, el sector de Alberto Fernández busca excusas comunicacionales o peleas con periodistas, algo que no le interesa a nadie. Mientras tanto, desde el sector de Cristina Kirchner se siguen enviando mensajes para que el poder entienda que ellos siguen pensando en la expropiación.

El daño económico que eso representa para la imagen argentina en el mundo es muy grande. Si el coronavirus genera problemas, el daño autoinflingido que genera el Gobierno es muy grande. Si siguen jugando a este juego enloquecido dentro del poder, lo que conseguirán es cargarse buena parte de la idea de Argentina como un país con futuro, el que cada vez se ve más difuminado.

Por Darío Lopérfido, vicepresidente del partido Mejorar.