Víctor Fernández: "Me angustia que, en un contexto como este, caigamos tan rápido en la politiquería barata"
El arzobispo de La Plata, muy cercano al papa Francisco, expresó preocupación por la situación social y económica que atraviesa la Argentina.
El arzobispo de La Plata, Víctor "Tucho" Fernández, mostró preocupación por la inquietante situación social y económica que atraviesa la Argentina, profundizada por una pandemia que puso en jaque al planeta entero y deja a su paso un dramático aumento de la desigualdad con índices de pobreza y desempleo.
El ex rector de la UCA (2009-2018) y uno de los hombres más cercanos al papa Francisco advierte sobre las condiciones de miseria en la que viven millones de argentinos y destaca el trabajo que han realizado algunas instituciones para que "la miseria no se convierta en hambre". Frente a la grieta que atraviesa la política argentina, y convencido de que la mayoría de los argentinos rechaza el clima de polarización y crispación permanente, hizo un llamado a dejar de lado "la politiquería barata en sectores algo descontrolados de todos los colores políticos".
En diálogo con La Nación, se refirió al fracaso de "un proyecto masculino de triunfo, dominación y pretendido control de la realidad" y destacó la necesidad de un rol protagónico de las de las mujeres en la creación de nuevas formas de convivencia social.
-¿Cuál es, a su criterio, el principal desafío social que tiene por delante el Gobierno?
-Son dos inseparables. El primero es cuidar a los más débiles, salvo que avance esa opción eugenésica del sector fascista de la población que dice: "Ojalá que esto sirva para diezmar a los negros, vagos e inservibles". El segundo es la condición que permite sostener el primero: recomponer y desarrollar la producción y el empleo.
-La pandemia y la cuarentena agravaron una situación de vulnerabilidad que ya existía. ¿Qué cuestiones creen que están pasando por debajo del radar o que están pasando inadvertidas?
-Muchísimas, pero que no son nuevas. De repente, con la pandemia hubo que salir a las corridas a intentar evitar un caos en los barrios más pobres, que ya estaban allí desde hace décadas. De pronto, advertimos que es verdad que existen esos que viven de changas solo para comprar un poco de comida para sus hijos, hacinados en un cuarto donde es imposible pasar una cuarentena. Menos podemos pensar que esos chicos podían hacer tareas remotas para la escuela porque ni tenían acceso a internet. Lo que me preocupa es que somos muy olvidadizos. Nos resultará cómodo, dentro de unos meses, hacer de nuevo como si no existieran.
-¿Qué es lo que más le preocupa de este panorama inquietante?
-La perspectiva de la falta de trabajo. Antes de la pandemia ya se hablaba de la tecnología que permitiría reducir los "costos laborales". Ese proyecto no era sostenible, aun sin el coronavirus. Ahora se suman los estragos en la economía que pueden llevar a una reducción importante de puestos. Y sabemos que la falta de trabajo no se traduce solo en pobreza, sino que fácilmente se convierte en desesperanza, violencia y adicciones.
-¿Qué formas adquiere el hambre en la Argentina de hoy?
-Hay que reconocer que varias instituciones, Caritas entre otras, han hecho mucho en estos meses para que la miseria no se convierta en hambre. Pero no basta comer algo para sentir que uno está llevando una vida digna. Hay problemas de vivienda, de acceso a la salud y muchos otros que se volvieron insostenibles en la cuarentena, pero que requerirán un proyecto integral de promoción humana que no teníamos.
-¿Cómo ve en particular la situación del conurbano?
-En los últimos meses apareció el miedo de que el virus penetrara capilarmente en los barrios más pobres muy poblados e hiciera estragos. Pero cuando acabe la pandemia ellos seguirán allí. Un sector de la población siempre se molesta cuando se habla de estas cosas, como si fueran abstracciones. Claro, si las consideran irreales les parece que hay que hablar de otros temas más importantes. Pero no son abstracciones, son angustias lacerantes que solo se entienden poniéndose en la piel y en la lucha cotidiana de los otros.
-¿Cuán grave es el problema de la toma de tierras en la provincia de Buenos Aires?
-Es grave porque es fácilmente manipulable por inescrupulosos que no son precisamente necesitados. Pero es real que en las periferias hay familias hacinadas viviendo en situaciones intolerables. No es fácil responder a estas necesidades evitando que algunos aprovechados saquen tajada.
-El Gobierno planea una reforma tributaria que incluya un impuesto a la riqueza para paliar la inequidad. Otros hablan de una renta universal. ¿Cree que es el camino adecuado? ¿Cree que es posible, factible?
-Creo que hay condiciones de vida tan indignas que ningún país con conciencia puede tolerar. Para resolverlo hará falta sin duda que algunos que pueden hacerlo aporten un poco más. Una renta única es un modo de asegurar al menos que no haya miseria, aunque no baste para resolver la pobreza. Un impuesto a la riqueza, en ese contexto, cobra todo su sentido. Pero lo ideal sería que todo se encuadrara en un proyecto inteligente de desarrollo que asegure trabajo para todos.
-Según estimaciones de Unicef, el 2020 finalizará con casi 63% de la infancia en situación de pobreza en la Argentina. Por la caída del PBI (generada por la pandemia) se estima que la cantidad de chicas y chicos pobres pasará de 7 a 8,3 millones. ¿Qué futuro tiene el país con estos indicadores?
-Eso es lo que no ven quienes escuchan hablar de los pobres e inmediatamente dicen que estamos defendiendo a los vagos e inservibles. Porque eso no se puede decir de los niños, que no tienen culpa de nada. Pero en realidad es injusto que se diga de los pobres en general. La mayoría de ellos se desloma trabajando. ¿O me dirán que los cartoneros son vagos, o que los que limpian tu baño son vagos? Si entre los pobres hay un 10% de vagos, eso se nota, pero también los hay en la clase media.
-En su homilía del 25 de Mayo usted llamó a dejar de lado los problemas "de gente de clase de media" y pidió preocuparse por "los pobres y los nuevos pobres", en el marco de la pandemia por Covid-19. Algunos estudios sostienen que entre esos nuevos pobres hay personas de clase media baja, ahora empobrecida. ¿Cuáles son esos nuevos pobres a los que se refiere de la Argentina de hoy?
-Dije textualmente esto: que los verdaderos dramas "son los de los pobres y especialmente de los nuevos pobres, que por primera vez en la vida, tienen que salir a pedir comida". Los nuevos pobres eran de clase media hasta hace poco, muchos de ellos profesionales y pequeños empresarios que de golpe cayeron bajo la línea de pobreza. Eso es peor que los problemas de quienes tienen un salario fijo y pueden hacer una cuarentena tediosa pero tranquila.
-Una de las banderas que levantó el gobierno de Alberto Fernández es la de "unir a los argentinos", algo que pareció tomar forma en el inicio de la pandemia con la coordinación del gobierno nacional, el gobierno provincial y el de la Ciudad. Sin embargo, la grieta parece estar más viva que nunca. ¿Coincide?
-Me angustia que, precisamente en un contexto tan grave como este, caigamos tan rápido en la politiquería barata, en la lucha del poder por el poder mismo. Por lo que se ve, esto vale para sectores algo descontrolados de todos los colores políticos. Podrían haber esperado un poco. De ese modo no vamos a reivindicar la política sino que se ahondará el descreimiento de la población. Salvo los sectores extremos, la mayoría no queremos eso. Quisiera rogar a quienes quieran ser buenos estadistas (nacionales, provinciales y municipales), que se distancien de estos movimientos ideologizados pensando en el bien común y en las urgencias que nos interpelan.
-¿Cuáles son esos "sectores descontrolados" a los que se refiere?
-Básicamente los sectores que tienden a la izquierda y a la derecha más extremas, donde o bien se terminan destruyendo las instituciones o se cae en expresiones racistas e intolerantes. En ambos subyace la negación del derecho de los diferentes a existir y aportar.
-Dentro de esa descripción, ¿incluye a quienes apoyaron, impulsaron o participaron en la marcha del 17 de agosto?
-No todos, por supuesto. Había personas con intenciones razonables que también aportan al debate público.
-¿En qué medida considera que la pandemia es un momento bisagra?
-Se dice que habrá un antes y un después de esta pandemia. No creo. No quedaremos iguales, pero los vicios no se superan fácilmente. También se escuchan predicciones sobre el futuro. Son apresuradas, porque dependerá de tres cosas: primero, de cómo funcione la naturaleza, ya que quizás esta pandemia sea un síntoma de desajustes profundos. Segundo, de las decisiones que tomen los que tienen poder. Tercero, de las dinámicas sociales que puedan surgir en las bases. Creo también que como el cuidado mutuo va a ser una necesidad central, las mujeres tendrán que liderar los cambios hacia un enfoque más materno de la eficiencia y de la vida social. Ellas pueden abrir camino a nuevas solidaridades y a otras formas de pensar la sociedad, e inventan ingeniosas maneras de vivir y convivir. Porque hasta ahora lo que predominó es un proyecto masculino de triunfo, dominación y pretendido control de la realidad.
-Es claro que el papa es un líder universal, aun así, ¿cuán pendiente o preocupado está por la realidad cotidiana de la Argentina?
-Cuando uno se entera de la variedad y complejidad de problemas que él tiene que afrontar, se da cuenta de que es materialmente imposible que esté dedicándose a la Argentina con la atención y el detalle que imaginan. Hay una enorme fantasía al respecto, pero han logrado imponerla a muchos argentinos.
-Después del impasse impuesto por la pandemia y la cuarentena, el presidente Fernández acaba de decir públicamente que el proyecto de despenalización del aborto está listo y que lo mandará al Congreso "tan pronto como pueda". Es claro que usted está en contra. ¿Cree que se va a aprobar? ¿Qué le diría al Presidente sobre este tema?
-Son tantos los problemas que están desangrando a las mayorías, que me llama la atención que esto se presente como una urgencia. Además, sería agregar un factor de mucha tensión en una sociedad llena de violencias contenidas que se exacerbaron por la pandemia y la cuarentena. Por otra parte, ahora quedaron tan patentes las deficiencias de nuestro sistema de salud, que habría muchas cosas que resolver antes de agregarle más exigencias. La mayoría de las muertes maternas no se debe a abortos, sino a que llegan al parto desnutridas o enfermas.
Fuente: La Nación - Astrid Pikielny