Semana intensa y difícil: opiniones sobre la toma de tierras en Guernica
Por Eduardo Sigal (*)
Primera aclaración: apoyo el gobierno de Alberto y Cristina. También al de Axel. Segunda aclaración: respeto la propiedad privada pero creo en la función social de la propiedad. Tercera aclaración: estoy convencido que donde hay una necesidad hay un derecho que tiene que garantizar el Estado. Cuarta aclaración: la negociación es el mejor camino para encauzar un conflicto.
Quinta aclaración: cuando en un conflicto tiene que actuar la Justicia es porque perdió la política. Sexta aclaración: un gobierno popular tiene que hacer todo lo posible por no utilizar el aparato coercitivo y represivo del Estado cuando hay un conflicto de base genuina. Séptima aclaración: soy una persona de izquierda no gorila y no pienso perder mi identidad aunque integre coaliciones como el Frente de Todos. Octava aclaración: considero que lo grupal y menos lo individual, no puede estar por encima del interés colectivo.
Novena aclaración: junto a la política de un gobierno popular tiene que actuar una fuerza política y social que lo defienda. No alcanza con la burocracia estatal, aunque sea política. Décima aclaración: política también es ideología y cultura. La base para construir el bien común es siempre, la solidaridad.
Guernica
Hechas las aclaraciones anteriores quiero decir que saludo y respeto el esfuerzo realizado por el gobierno de la provincia de Buenos Aires durante más de 80 días por tratar de resolver un conflicto que no generó.
Sus funcionarios y funcionarias estuvieron todo el tiempo en el lugar tratando de encauzar y resolver las demandas. En crisis como estas no todo anda perfecto, pero mientras primó la política se le aproximó bastante y las soluciones estaban muy próximas.
Entonces, ¿qué pasó? Los intereses privados por un lado y la Justicia funcional a ellos por otro, pretendió resolver en un tiempo desacertado un conflicto que estaba por terminar bien, con un Estado y Gobierno presentes. Un Gobierno que no quiso aparecer desconociendo otro poder del Estado y terminó afectando en parte sus propios aciertos y esfuerzos.
A una parte de la dirigencia política de la toma, más ideológica e inflexible, la guió la idea de cuanto peor mejor; total después ellos volvían a sus viviendas con la creencia que habían hecho una experiencia política y social de masas que la aproximaba más a una situación de conflicto revolucionario.
Siempre se atribuyeron la representación de los necesitados, pero no permitieron que los verdaderos protagonistas y necesitados negociaran por sí y para sí.
Los necesitados de la toma nunca creyeron que vendría todo el aparato del Estado a desalojarlos. Lógicamente, algunos temieron lo peor. El operativo fue enorme, quedaba claro que no había paridad posible y eso está bien cuando la política había perdido la batalla.
Mi única crítica es que al drama de la incertidumbre no había que agregarle las topadoras, al menos en ese momento.
Hay muchas lecciones para aprender de esta situación. La principal: que nada ni nadie debe reemplazar el protagonismo y la organización popular y así como no hay vanguardias sin pueblo, tampoco puede haber gobiernos populares sin fuerza política popular trabajando en el lugar. Cómo se hace es para otro debate, pero nos lo debemos.
Estas reflexiones las hago con la cabeza más fría, confieso que el primer impacto al ver las topadoras, las casillas prendidas fuego y el llanto de hombres, mujeres y niños me impactaron y me enojaron mucho.
Ahora vuelve a quedar en manos del Gobierno encontrar las soluciones a estos y otros dramas, muchos que heredamos del macrismo y otros que se incrementaron con la pandemia.
La política no es un acto, termina siendo una vocación de servicio de por vida. En eso estamos y en el camino podemos equivocarnos y tenemos derechos a rectificar y seguir. También esto vale para la izquierda más dura.
(*) - Vicepresidente del partido Frente Grande.