Por Martín Seefeld (*)

Pienso mucho en esa frase. Seguimos subsistiendo sin comprometernos y pensando que todo va a cambiar o mejorar en el futuro, pero que la solución sea tarea de otros. Y luego me pregunto: ¿Me comprometo? ¿Hago algo? Qué dilema, ¿no?

Me pasa a mí y a miles de argentinos que ya estamos cansados, o mejor dicho hastiados de un fenómeno denominado la “grieta”, que se mantiene vigente y se profundiza dentro de este largo proceso de pandemia/cuarentena que todos sufrimos.

Estoy convencido que es hora asumir un mayor compromiso y terminar de una vez y para siempre con esta “grieta” que tanto daño nos hace, nos hizo y nos hará. Creo que todo pasa por allí, por intentar de alguna manera acercar las posiciones tan antagónicas y de aportar cada uno su granito de arena con ese objetivo: cerrar la “grieta”.

Por mi profesión, tanto como actor, como gestor de una gran asociación sin fin de lucro como es SAGAI (Sociedad Argentina de Actores Intérpretes), con aproximadamente 7.500 socios, que defiende desde hace 14 años el derecho de la propiedad intelectual de actores y bailarines, estoy en contacto con personas de otros países y como cualquier argentino de clase media, con espíritu de aprender, de estar informado, hablo (en mi función de vicepresidente de la sociedad) con mis interlocutores de lo que nos ocurre en nuestro país y comparamos las situaciones con sus lugares de origen.

Lo primero es pensar que todos los argentinos somos en parte responsables por no haber tenido en estos últimos 30 años a líderes/gestores de Políticas de Estado sólidas, duraderas. Líderes que no piensen en una permanente discusión/enfrentamiento con la oposición de turno. Líderes que han promovido, la radicalización y división irreconciliable de las diferentes posiciones ideológicas.

Hay muchas cosas que me pregunto. ¿Los dirigentes son un buen espejo donde mirarnos? ¿Todos somos lo mismo? ¿Hay un sustrato social que puede revertir esta tendencia? ¿Por qué los argentinos no podemos empoderar a la clase dirigente que necesitamos? ¿Qué nos pasa?, ¿Debemos intentar asumir mayor protagonismo y compromiso para romper la dichosa “grieta”?

Sin duda tenemos una sociedad dividida y la principal dificultad es que ya traspasa la política, yo lo siento en un sector como la cultura, donde me muevo diariamente, y en lo gremial/asociativo por mi rol de dirigente en una de ellas. Y desde ya hay una gran “grieta” en todo lo mediático, algo que penetra lentamente y de forma constante en toda la sociedad argentina.

¿Tendremos nuestra propia pandemia en este antagonismo dialéctico? ¿Será hora de poner en cuarentena nuestras pasiones y afrontar con madurez nuestro futuro, tratando de que sean menos los que sufran y que cada clase social sea el motor de atracción de las que están por debajo, y verla como un impulso en la búsqueda de igualdad de oportunidades y de mejor distribución de los recursos?

A veces me pregunto ¿cuándo comenzó todo?

Los politólogos y los expertos lo tienen más claro, pero en mi caso, viviendo hasta los 20 años en Don Torcuato, recuerdo mi barrio, mi familia, mis padres (él un industrial de la curtiembre que trabajaba de sol a sol y mi madre, ama de casa y pintora) recuerdo la relación con nuestros vecinos y me cuesta identificar cuando comenzó a instalarse la idea de una “sociedad dividida”, quizás con el surgimiento de los peronistas y anti-peronistas, o con posiciones ideológicas radicalizadas más contemporáneas.

¿O será que en la génesis misma de nuestra institucionalidad está marcada a fuego esta triste diferencia?

En general, hemos sido sociedades incapaces, en esos momentos, de crear un orden político estable y duradero, y en muchos casos sin que nadie pudiese garantizar un mínimo de paz social. El objetivo era sencillo de entender: la “grieta” es sinónimo del “vos o yo” y si lo llevamos al plano político, se interpreta a frases que he leído, que concentran un gran poder de síntesis: el rival se convierte en el enemigo.

Estas sociedades divididas, para poder ser exitosas y crecer, deben aprender a cooperar, dejando de lado sus correspondientes fanatismos y al mismo tiempo, los políticos -el gobierno-, debe esforzarse en generar confianza de que todos obtendrán algo importante, haciendo lo correcto y actuando de forma conjunta. Hoy o en el futuro.

Por ello, reflexiono y pienso que sociedades divididas, como es nuestro caso, deben ser gobernadas intentando realizar objetivos comunes. Los gobiernos de distinta índole, son necesarios para lograr un orden mínimo para una convivencia armónica y pacífica.

Lo estamos viendo en esta época de pandemia, tiempos muy complejos que exigen del gobierno, no importa si es nacional, provincial o municipal, altas cuotas de sentido común y de solidaridad, convocando a la unidad de la sociedad, y sin embargo por los motivos que sean, terminamos haciendo un análisis crítico de cada aparición pública de los tres políticos que, por su rol, son la cara visible de la lucha contra y el coronavirus.

Sería positivo ver a los mismos tres políticos de la pandemia sanitaria, estar sentados en Olivos, trabajando juntos y resolviendo la emergencia que transita la Argentina desde el plano económico, social, institucional.

La propia emergencia sanitaria nos preocupa y nos genera temor al reconocer que es un gran problema, pero este mismo temor no lo tenemos presente cuando vemos una sociedad con altos grados de pobreza, desigualdad, desempleo. ¿Será que no es un problema, sino la materia prima de un negocio político que ahoga a muchos y salva a unos pocos? ¿Será que cuando vemos el salvavidas, no identificamos que el que nos lo proporciona es el mismo que nos tiró al agua?

Estoy dispuesto a comprometerme, no dejar pasar el tiempo y esperar que otros se ocupen de terminar con el fenómeno de la “grieta”. Claro que es una tarea compleja y que exige constancia, no es fácil unificar criterios y objetivos en una sociedad tan dividida como la argentina. Es hora que todos estemos en el barco, no importa en qué lugar, pero con los pies secos. Siempre tuve la teoría que es muy difícil salir adelante sin dolor.

Yo creo que el dolor es la forma más lógica de salir de una crisis y crear un Estado más sólido. Nosotros estamos acostumbrados a enmendar a poner parches, yo creo que hay que tomar medidas antipáticas pero que de fondo generan una transformación.

Soy consciente que una sociedad, como la nuestra, está inmersa en la desigualdad social y lamentablemente cada día es más profunda por esta pandemia acuciante. Si hacemos algo, el momento es hoy, ya que lo previsible, es que los excluidos aumenten y los incluidos disminuyan porque la riqueza y el presupuesto es limitado.

En varias oportunidades he dicho abiertamente que a mí me interesa profundamente que la gente esté bien. Y esto ahora no está ocurriendo, lo veo en mi entorno, es uno de los sectores más castigados. El colectivo actoral tiene un 90% de desocupación, una de las más altas del país. Me duele que vayamos en un retroceso de nuestra industria que supo ser pionera en la producción de ficción.

Hay un montón de trabajo por hacer y eso va a depender de un esfuerzo conjunto, desde los sindicatos, las entidades, el poder legislativo y el ejecutivo. Si cada uno se planta en su posición todos perdemos, porque somos eslabones de una misma cadena en la que convivimos. Y hay que trabajar para que esa cadena no solo no se rompa, sino que trabaje cada día más sólida”.

Y hablo de un tema que conozco muy bien, ya que tuve la oportunidad de producir distintos programas en la Argentina como “Los Simuladores” y “El Elegido”, entre otras tiras y unitarios más allá de cine y teatro, y me duele profundamente ver lo que está pasando desde hace muchos años en el sector.

Nuestros líderes deberían generar esa transformación, deberían establecer políticas de unidad, sin agravios sobre sus oponentes y nosotros, la sociedad argentina. Nosotros debemos poner sobre la mesa un mayor porcentaje de comprensión y claudicar a fanatismos que solo nos separan. Esto lo tengo muy claro, no podemos seguir en la “grieta”, es hora de tomar un mayor compromiso, nuestro país lo demanda.

(*) Actor.