Paridad en la política: todxs tomando decisiones
Por Mónica Macha (*)
Hay una victoria evidente e indiscutible. Hoy ya nadie se anima a cuestionar la participación de las mujeres y diversidades en la vida política de nuestra sociedad.
Sin embargo, esa victoria de agenda pública, de consenso simbólico, se traduce en hechos ambivalentes. O, mejor dicho, la trama del patriarcado sigue contando con intervenciones para cercenar la igualdad y bloquear el avance del transfeminismo.
En este punto quisiera hacer una distinción entre las voluntades políticas y las estructuras sociales. Sabemos que sin voluntad, sin decisión, sin una ética de las prioridades, es imposible un tiempo social de mayor igualdad y libertad.
Pero también sabemos que no alcanza solo con la voluntad porque muchas veces nos topamos con estructuras históricas, anquilosadas y obsoletas, que garantizan y reproducen el dominio patriarcal.
Me refiero puntualmente a todos esos mecanismos sociales que preceden y exceden a las personas. Leyes y esquemas laborales, lógicas del poder judicial y estructuras estatales.
Sin ir más lejos, hoy 11 de octubre se cumplen cinco años del travesticidio de Diana Sacayán, crimen de odio que la Justicia aún se niega a reconocer como tal. Es apenas un ejemplo del defasaje de ciertas estructuras, en este caso del Poder Judicial, en relación a la vida pública y las demandas socialmente elaboradas.
Pero también hay mecanismos simbólicos, muchas veces invisibles y naturalizados, que bloquean o impugnan el avance de mujeres, lesbianas, travestis y trans en la política. Los lugares físicos en los que se define la política, los horarios de las reuniones y encuentros de referentes o dirigentes, el tiempo disponible para invertir en los acuerdos, las conversaciones y las negociaciones.
En fin, todo ese tiempo liberado de las tareas de cuidado que tienen los varones de masculinidades hegemónicas y todos esos espacios de poder que han construido como cajas negras de la política donde no podemos acceder.
Sobre el primer punto, las estructuras digamos jurídicas, legales, que nos bloquean en la igualdad no hay ninguna tan paradójica como la ley de paridad en las listas de elecciones legislativas.
Nuestro Parlamento sancionó una ley para que su confección sea 50-50. Pero increíblemente, y acá están las estrategias del patriarcado, han utilizado esa ley una y otra vez en contra de la igualdad para que varones ocupen cargos que deberían ser de mujeres. Amparados en un hueco legal, es cierto. Pero forzando una interpretación que se nos volvió en contra a las mujeres y diversidades.
Si hay algo que aprendimos en nuestras vidas sociales es que ningún logro es permanente y depende de nuestras fuerzas mantenerlo, actualizarlo y hacerlo efectivo. La paridad es un tema ineludible de nuestra agenda transfeminista.
A través de la voluntad política vamos a llevar adelante una batería de leyes para transformar los esquemas y estructuras en los que se ampara el patriarcado. Queremos paridad en todos los ámbitos sociales. En la política y de forma efectiva. En todos los espacios de toma de decisiones, directorios de medios de comunicación y empresas estatales. En cada lugar que se compone de representantes de la sociedad. Queremos una democracia paritaria.
Queremos a mujeres, lesbianas, travestis y trans tomando decisiones.
Por supuesto podría hablar de los beneficios que trae a la política la participación de las mujeres y diversidades. Pero esa noción, la de los "beneficios", sigue siendo una idea que tributa en tener que justificar que tenemos algo para aportar.
Sigue una línea mercantilista en la que solo se justificaría nuestra presencia si tenemos algo para producir. El argumento del machismo es la calidad política.
No tenemos méritos ni trayectorias, ni saberes ni organización, ni conocimiento ni experiencia. Claro que las tenemos, pero ni siquiera eso debería ser el centro de nuestra argumentación (además de que todas nuestras trayectorias suelen ser impugnadas).
Prefiero invertir los términos y pensar que no hay democracia plena sin la participación de las mujeres. No hay calidad política sin nosotras.
¿De qué orden, de qué calidad y tenor, puede ser una vida política que bloquea de representación a todas las identidades que no son masculinidades CIS?.
Las mujeres y diversidades en la vida política jugamos en un territorio ajeno, pero no ajeno porque no lo conocemos o porque no nos pertenezca. Sino que es el territorio que el patriarcado, el capitalismo y las conquistas raciales han demarcado como campo político.
El transfeminismo nos enseñó, por cultivo propio y por historia ancestral, a crear nuevas formas de poder, de ejercer el poder, y de construir organización. Irrumpimos en la vida política para discutirlo todo, para transformar las desigualdades de todos los órdenes y para que la vida social sea un espacio de igualdad y libertad.
Alguna vez, una teórica revolucionaria, escribió que una revolución no vence hasta no volverse vida cotidiana. Hacia ese lugar nos orienta el transfeminismo.
(*) - Diputada nacional del Frente de Todos.