Por Baby Etchecopar

Mi querido, a usted que soporta estoicamente las pavadas que yo escribo cuando me agarra la bronca y la impotencia de sentir que me toman de pelotudo y no poder explicar a los cuatro vientos que no soy un pelotudo, ni tampoco el eslabón perdido y que tengo la razón que me hace hombre para sobrevivir y la filosófica duda que apoya mi razón y estimula mi razonamiento y a la inversa del PIENSO LUEGO EXISTO, en la Argentina utilizo el EXISTO LUEGO PIENSO.

Y del mismo autor del suicidio de Kennedy o del suicidio de Martin Luther King o del suicidio de Abraham Lincoln pudimos leer el suicidio de Nisman.

Un hombre que casualmente tenía la investigación más importante de la Argentina y casualmente para descular el supuesto robo de un PBI completo, efectuado aparentemente por un gobierno de saqueadores escruchantes, y filibusteros que decidió un día antes de entregar las pruebas suicidarse, y que para esto siendo un fiscal federal, teniendo la posibilidad de tener un arma reglamentaria y a su vez un arma propia idéntica a la que le proporcionó Lagomarcino, que no es servicio, pero que si lo presentó un servicio y que hoy goza de libertad en su casa. No cargando con más culpa que la de plantar la pistola con la que el pobre Nisman, según el libro del fabuloso investigador Pablo Duggan, acabó con su vida por vergüenza o ineptitud.

Ahora bien, nadie se preguntó por qué había que plantar un arma. Darle entidad a esa pistola, ya que si Nisman no se hubiese querido suicidar, de dónde sacábamos el arma sin dueño, sin numeración, sin procedencia y ahí si, ahora estaríamos conmemorando los seis años del crimen de Nisman.

Por eso dejemos atrás las películas de acción norteamericanas donde explotan 40 autos, matan a 100 tipos y nunca aparece la policía, y nadie va preso. Maduremos, usemos la razón y permitámonos la duda de pensar que Alberto Nisman lo mataron para tapar los ilícitos que iba a denunciar al día siguiente y que de haberlos tapado hubiese tenido mil veces más que los 600.000 dólares que hoy le investigan, haciéndole creer a la gente que fue un delincuente común y silvestre, un ladrón igual que los que él había denunciado.

Permítanme tener la duda, porque creo que tengo la razón.