Por Jorge Luis Pizarro (*)

Las próximas semanas serán de alivio pensando en el hastío que produjo el encierro forzado que acaba de concluir. Llegarán, desde el llamado humor social, mejores tiempos. Sin embargo, en cuanto a la situación económica, la próxima reapertura de comercios, será un testeo, para ver en tiempo real, la situación de los bolsillos argentinos.

¿Con los negocios abiertos, habrá clientes?. ¿Cómo será el nivel de gasto de los consumidores?. La nueva movilidad comercial y económica, pondrá sobre blanco y negro, sin eufemismos ni voluntarismos, la realidad en la que estamos parados.

Los análisis internos y externos revelan que la caída del PBI argentino estará en el orden del 10 o el 12%. La Argentina es el país de la región en el que la pandemia mayor impacto económico ha producido. La ayuda del gobierno a los sectores más necesitados está, pero no alcanza y no llega a todos.

Otro indicador termómetro de la situación, es que de los 9 millones de aportantes al sistema previsional, más de un millón y medio han dejado de hacerlo. Esto es lisa y llanamente, un reflejo de la cantidad de puestos de trabajo formales que se han perdido.

Indudablemente para los que puedan, la salida será el mercado de trabajo informal, el cual los termina colocando, por las condiciones para desarrollar las tareas, los plazos de pago por los servicios o los valores de las retribuciones, por lo menos, una situación de precariedad.

Ante tan grave y dolorosa situación, no se comprende cómo dirigentes políticos o sociales, en lugar de sumar propuestas o soluciones, agregan críticas sectoriales, ninguna idea y promueven más conflictos. Son los “criticones de siempre”. Son los que buscan, egoístamente conservar su cuota de poder, con la cruel mentira en sus bocas de “buscar lo mejor para los demás”.

Las y los “criticones”, desde adentro y desde afuera del gobierno, violentan la regla más elemental de la política activa y sana: “Para cada crítica una propuesta”. Las y los “criticones de siempre” alteran la más simple regla del dirigente político: “Nunca primero el interés personal”. Interpretar a la sociedad que representan, significa priorizar la búsqueda de consensos y soluciones.

Decir pertenecer a la coalición política del gobierno y anunciar pronósticos agoreros, sin salidas a la vista, o cuestionamientos al gabinete, no reporta beneficios a la sociedad y sus problemas. Ya todos sabemos “qué y cómo pasan las cosas”. Tampoco ayuda ser un ex presidente, qué dejó un país peor de cómo lo encontró en términos de economía y de pobreza, y desde el exterior, hace diagnósticos desentendiédose de su gestión. No suma.

¿Para qué lo hacen?. Consulté un politólogo para que pudiera darme una respuesta. Recibí una que me produjo una profunda tristeza: “ A esos y esas les gana la vanidad y el orgullo. No la vocación de servicio”. Cuestionar a “las y los criticones” no significa estar de acuerdo con las decisiones del gobierno o rechazar el debate, sino que, simplemente resulta curioso desde lo estrictamente racional, cómo políticos, que se supone son profesionales, no pueden entender, que para todo hay un momento y una oportunidad.

El aparato productivo está dañado en su línea de flotación. La tarea es grande. Se trata de rescatar a la mayor cantidad de personas de la pobreza o de la indignidad que significa vivir de prestado o del subsidio. Nuestros abuelos nos dejaron un mandato vinculado al trabajo y al esfuerzo. Ningún país del mundo encontró su crecimiento de otra manera. No creo que para poder resurgir haya que tocar el fondo. Tengo una mirada más esperanzadora y de confianza en la inteligencia, y los valores de las personas. Podemos disentir, pero no estar en estado de confrontación permanente. De vuelta, “no suma”.

(*) Periodista de Radio Rivadavia