Cuando todavía no pasó la primera ola en Argentina, luego de nueve meses de cuarentena y distanciamiento social, parece estar llegando la segunda, algo que no debería sorprender a nadie, sobre todo luego de los sucesos "supercontagiadores" como el velorio de Diego Maradona y las decenas de marchas que se producen a diario en el país.

Lo primero que hizo el Gobierno una vez que comenzó a notarse que la curva de contagios por Covid subía nuevamente fue responsabilizar a la sociedad por la falta de cuidados. Por ahora, la autocrítica brilla por su ausencia.

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La realidad es que es cierto que gran parte de la sociedad se relajó, que no se cuida como antes, pero también es verdad que es producto de un cansancio por una cuarentena que se prolongó más de lo imaginado y que se levantó cuando todavía la curva de contagios era ascendente.

Eso por un lado. Por el otro, los ejemplos que le da el poder a la sociedad no son los mejores, porque las fotos de Alberto Fernández en comidas multitudinarias, sin barbijos, no forman parte de una imagen ideal y eso es lo que recibe una sociedad cansada, harta y asustada.

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Resultó curioso que luego de la noche que Alberto Fernández cenara con Evo Morales, con Gustavo Béliz probablemente ya incubando el Covid, en un lugar cerrado con unas 30 personas más, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, pidiera que "no se criminalice" ese encuentro del presidente cuando casi en el mismo momento se detenía a 20 adolescentes por participar de un encuentro "clandestino". Para algunos se criminaliza y para otros no.

Pero eso no es todo, en el último acto en el estadio Ciudad de La Plata se presentaron en el escenario el Presidente, Axel Kicillof, Máximo Kirchner, Verónica Magario y Sergio Massa, todos con barbijos. En medio de ellos, Cristina Kirchner, decidió no usarlo. No le pasó como a una estrella mundial como Cristiano Ronaldo, a quien en medio de un partido, en una platea gigantesca y vacía, lo obligaron a ponerse el barbijo.

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En Argentina el poder puede decidir no usar barbijo en la misma cara del Presidente de la Nación, sin que el mandatario haga nada al respecto.

En el medio de todo esta cuestión quedaron las vacunas, con las contradicciones a la orden del día, con la de Pfizer aplicándose en el mundo pero no en el país porque según el ministro de Salud, Ginés González García, "imponían condiciones inaceptables".

El funcionario, que dijo que era más peligroso el dengue que el coronavirus, no se refirió a las condiciones con las que Pfizer vacunó a unos seis mil voluntarios argentinos en el Hospital Militar como parte de los ensayos clínicos.

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La esperanza de la sociedad para derrotar al Covid hoy pasa por las vacunas y los mensajes contradictorios del Gobierno nacional fueron resquebrajando las ilusiones de poder volver a una vida normal. Primero se anunció que en noviembre llegaría la vacuna rusa. Luego en diciembre. Más tarde, antes de fin de año. Y, finalmente, llegarían en este 2020 solo unas 300 mil dosis.

Para que la desazón sea total, luego de que Alberto Fernández, junto a Ginés González García, anunciara en una conferencia de prensa llamada de urgencia el acuerdo con los rusos para empezar a vacunar a mayores de 60 años, se supo que la Sputnik V no estaba autorizada para aplicarse en ese rango de personas.

"No me vacuné porque la vacuna todavía no se recomienda para mayores de 60 años", dijo Vladimir Putin (68), pocas horas después de que Alberto Fernández (61) anunciara que se iba a vacunar con la Sputnik V como ejemplo para el resto de la sociedad.

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Mientras las contradicciones con la vacuna rusa y la de Pfizer sacuden al Gobierno nacional, el Estado fue cómplice de los últimos sucesos "supercontagiadores", por lo que pasó en el velorio de Diego Maradona o en las marchas de los "verdes y celestes" en el Congreso de la Nación, donde fue un espectador de un hecho dantesco en medio de una pandemia, y eso se nota en los reportes sobre los nuevos casos del Ministerio de Salud.

Ahora se preocupan por los contagios. La culpa ya no será de los runners, será de la sociedad para un sector del "poder". En el medio del caos está la gente y la segunda ola que ya está a la vuelta de la esquina.