Por Roberto Caballero (*)

La Corte Suprema de Justicia con sus cinco integrantes aceptó la solicitud de per saltum que habían hecho los jueces Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli por añadidura y esto desató el festejo, la celebración, de los mismos sectores que habían "escrachado" a Ricardo Lorenzetti.

El presidente Alberto Fernández comparó lo ocurrido con un "escrache" fascista, un "escrache" nazi.

En este contexto, uno tiene toda la legitimidad para preguntarse entonces si esto que resolvió la Corte lo resolvió porque actúa con total libertad o si lo resolvió porque no actúa con total liberad. La duda le hace muy mal a las instituciones, la duda o una duda de estas características le hace muy mal a la democracia.

Tenemos la Corte que tenemos, dicho esto, tenemos una Corte que a mí no me gusta, no me parece que esté a la atura del esfuerzo que hace años venimos haciendo los argentinos para democratizar nuestra sociedad.

Es un poder cuasi monárquico que resuelve en principio con una mirada corporativa y casi siempre que resuelve en la urgencia o ante casos de gravedad inusitada, como dice el voto del presidente Carlos Rosenkrantz en la aceptación del per saltum, siempre está pensando en la gravedad y en lo urgente de los sectores de más poder en la Argentina.

Algunos ven un conflicto y una coalición institucional grave porque la Corte puso en suspenso una decisión que tomó el Senado de la Nación y otra decisión que tomó el Poder Ejecutivo, es decir, del presidente por intermedio de un decreto.

O sea, la Corte interviene en las decisiones de los otros dos poderes, reservándose para sí el control institucional de los conflictos derivados de esas resoluciones.

Ahora, la Corte podría haber dicho que no, no es que estaba obligada como dijo Clarín en su tapa. Pero en definitiva, resolvió abrir el per saltum y qué dijo Rosenkrantz, que estaba habilitado el per saltum porque esto representa un hecho de gravedad institucional inusitada y que trámite debía ser urgente. Es toda una definición política de Rosenkrantz.

Producto de este conflicto institucional algunos piden juicio político, quizá parece demasiado. Sí pareciera que las presiones mediáticas o de la oposición han dado sus frutos.

Lo cierto es que falle lo que falle la Corte sobre la cuestión de fondo va a haber un sector importante de la sociedad argentina que va a decir que esto no está bien. Y ahí es donde creo que la Corte tiene un problema.

Porque la Corte tendría que ser un tribunal que cuando decide no se habla más, pero eso se destruyó, eso con un presidente como Rosenkrantz no existe más. La Corte da confianza y el servicio de justicia tiene que dar confianza.

La Corte nos metió en un brete, dio un paso más hacia la inseguridad jurídica, hacia la falta de certidumbre. Porque cada vez que dio un per saltum, la Corte lo hizo para favorecer a intereses corporativos.

Cada vez que encuentran gravedad institucional inusitada, fallan en contra de los intereses de la mayoría. Hoy cuando vamos a la Corte, no nos da ni certeza, ni garantía, ni seguridad, ni confianza, ni credibilidad.

En este sentido, hay un tema que tarde o temprano vamos a tener que abordar y es qué hacemos con esta Corte. Las transformaciones que necesita la Argentina, ¿se pueden hacer con esta Corte o necesitamos otro tipo de Corte Suprema, más a tono con la época, más en sintonía con las demandas ciudadanas? Una Corte que no sea una resabio monárquico, sino un instrumento para que las transformaciones no pierdan legalidad, pero que tampoco pierdan potencia. Porque no hay transformaciones sin energía y sin potencia.

Resuelva como resuelva la Corte el per saltum, para mí institucionalmente hay algo que ya está perdido, que es la credibilidad, la confianza y la seguridad jurídica en la Argentina porque esta Corte no está a la altura de los acontecimientos.

(*) - Periodista, conductor del programa "Caballero de Día", de lunes a viernes de 8:00 a 11:00 por radio La990.