Por Leonardo Grosso*

La Ley de Humedales es una de las deudas de la democracia argentina con nuestra naturaleza.

Sin dudas, la resistencia de algunos sectores a entender la importancia de la perspectiva ecologista en el desarrollo, la producción y la vida en general todavía es muy grande.

Son resistencias vinculadas a intereses económicos concretos, como a lo largo de nuestra historia.

Argentina tiene, además, un problema estructural que es su principal actividad económica: el agronegocio, la mayor fuente de divisas del país y, a su vez, una actividad altamente contaminante y depredadora, desde la expansión de la frontera sojera, que desmonta y empuja a la cría de ganado encima de los humedales hasta los miles de litros de veneno que se vuelcan en nuestras tierras.

Otro factor de obstrucción fue y es el mercado inmobiliario.

Los barrios privados avanzan sobre las planicies de inundación para lo cual elevan la cota del terreno para evitar que las urbanizaciones se inunden.

Esas intervenciones constituyen barreras que impiden que el agua penetre en zonas donde antes se derramaba haciendo de las inundaciones urbanas eventos cada vez mas frecuentes.

Lo importante a comprender en este tema es que no se pretende prohibir la actividad económica sobre los humedales, sino lo que buscamos es regularla para no destruirlos.

Si pensamos que atravesamos una pandemia de un virus de origen zoonótico que ya hizo caer 10 puntos del PBI global, que tiene a un tercio de la población mundial confinada en sus casas y que, por ejemplo, en Brasil provocó más de 100.000 muertes, tenemos que comprender que el cuidado del ambiente debe estar en el centro de la agenda política.

No hay más margen para continuar en el antropocentrismo que, ya no hay dudas, está destruyendo el planeta.

La salud humana y la del planeta son una misma cosa.

Hay formas de producción sustentable y alternativas de desarrollo que protegen el ambiente teniendo en cuenta los límites propios de los ecosistemas.

Tratemos de entender la importancia.

Estos humedales juegan un papel fundamental en el contexto del cambio climático, son el ecosistema que más capacidad de absorción de gases de efecto invernadero tienen, funcionan como barreras contra la elevación del nivel del mar y la intrusión de agua marina en las napas de agua dulce y reduciendo, además, el impacto de eventos extremos tales como las inundaciones, las sequías y las tormentas.

Teniendo en cuenta estas cuestiones, este año, a la política le toca recoger el guante.

Nosotres comenzamos desde la cámara de Diputados de la Nación un proceso de articulación con organizaciones sociales ligadas al ambientalismo, especialistas, entidades de productores, para alcanzar los acuerdos necesarios que nos permitan sancionar una ley de Humedales y así saldar una de las deudas más importantes de la nuestra democracia.

Cada día que pasa es más tiempo perdido, cada humedal que se destruye es un golpe durísimo a la vida.

La nueva normalidad tiene que ser sustentable o estamos condenados a que estas pandemias sean cada vez mas frecuentes.

De una vez por por todas debemos entender que no habitamos la tierra, sino que somos parte de ella, y que un planeta sano, es una humanidad sana.

(*) - Diputado nacional del Frente de Todos y presidente de la comisión de Recursos Naturales y Conservación del Ambiente Humano.