Por José Calero (*)

La disparada en los casos de coronavirus de fin de año pone al Gobierno ante una nueva encrucijada, en medio de incumplimientos a pleno día de las medidas de distanciamiento y el hartazgo de grandes sectores sociales preocupados por el posible regreso de una cuarentena.

En la Casa Rosada siempre se evaluó como hipótesis de conflicto un posible boicot generalizado a un eventual anuncio de regreso de las medidas de aislamiento para atenuar los contagios.

Por eso, la cuestión analizada por estas horas en lo más alto del poder es cuál es la mejor estrategia para afrontar los números cada vez más preocupantes que indican un rebote de los casos de Covid antes de lo previsto.

La cuestión fue analizada en el encuentro del triunvirato anti coronavirus que hacía tiempo no se reunía: Alberto Fernández, Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta.

Los tres tenían malas noticias sobre la mesa: los contagios se dispararon 70% en una semana en el AMBA y el panorama sería aún peor en el conurbano profundo, donde siempre es muy complicado hacer una estadística.

"Si vemos que la situación no afloja y el relajamiento sigue, vamos a ver de qué modo las fuerzas de seguridad empiezan a actuar en la calle para disipar a la gente e impedir aglomeraciones", dijo el Presidente el último día del año.

A las pocas horas, el relajamiento no solo siguió, si no que multitudes invadieron algunas plazas de la Ciudad para realizar celebraciones donde sobró alcohol y faltaron tapabocas.

La idea de que "a mí no me va a pasar" que anida en la cabeza de mucha gente conspira contra las políticas públicas y la sociedad en general. Frente a eso es poco lo que se puede hacer.

Pero el Gobierno a veces envía señales contradictorias, como cuando el presidente se muestra en reuniones políticas sin respetar la distancia social ni el uso de barbijo.

La vicepresidenta Cristina Kirchner utiliza una estrategia distinta: casi nunca usa tapaboca, pero todos a su alrededor, con el jefe de Estado incluido, deben hacerlo.

Son ejemplos negativos que bajan desde los niveles más altos de la dirigencia, y que no pasan desapercibidos para una población empobrecida por la crisis sanitaria y los problemas estructurales de la economía.

El Gobierno aguardará los resultados de la primera semana de enero para ir definiendo cómo reaccionar tras diez meses de pandemia que dejaron a la Argentina entre los 12 países con más muertes y contagios por Covid en el mundo.

Alberto Fernández pidió a sus colaboradores no hablar de "toques de queda" y buscó instalar un nuevo término: "Toque sanitario", basado en la estrategia impuesta por algunas provincias.

Pero el Gobierno se enfrenta no solo a un grave problema sanitario, sino también económico y social.

Es que el supuesto respiro que iba a proporcionar el verano era esperado para reanimar a algunos sectores que quedaron al borde del colapso, como hoteles, restaurantes y teatros.

La posibilidad de que los habituales lugares de veraneo pudieran levantar cabeza por ahora quedó en eso, una "posibilidad".

En diciembre, Mar del Plata recibió apenas el 20% de los micros de larga distancia que habían llegado en 2019.

Los hoteleros hablan de reservas apenas por encima del 40% y se esperanzan en que la cifra podría crecer en los próximos días. Para lo que resta de enero, promedian el 20%.

"Al menos, dejamos de perder", se consuelan algunos dueños de restaurantes que sacaron sus mesas a la calle.

Por ahora, le va mejor al sector de máquinas tragamonedas de los casinos, que funciona al 50% de capacidad.

Mientras tanto, afloran las fiestas clandestinas, como si se vivieran los tiempos de la Ley Seca.

Hacia fines de esta semana está pautada una nueva reunión entre el presidente, Kicillof y Rodríguez Larreta. Allí podría haber alguna definición sobre posibles medidas a tomar.

Pero ya trascendió un dato clave: se detectó un fuerte incremento de contagios y la ocupación de camas de internación en el conurbano supera el 55%, y aumenta a diario.

"Vamos a mirar con lupa cómo resolvemos esto", dijo Alberto Fernández.

Mientras ese camino queda abierto, el Gobierno tuvo una buena noticia con la aplicación de la vacuna rusa Sputnik V.

Apenas el 1% de las más de 32 mil personas vacunadas con la primera dosis presentó algún efecto colateral menor, como fiebre o dolores articulares.

Los especialistas coinciden en que es un muy buen resultado y se espera que para mediados de enero estén aplicadas las otras 270 mil enviadas por el gobierno de Vladimir Putin.

En la segunda quincena partirían varios vuelos de Aerolíneas Argentinas a buscar otras 5 millones de dosis, y en febrero se traerían otros 14,7 millones. La Argentina tiene acordado con Rusia, si hace falta, otro envío de respaldo por 5 millones que podrían llegar a partir de marzo o abril.

La producción de la Sputnik V marcha a la mayor velocidad posible, pero hay un escollo que complica, por si hiciera falta, el panorama: fabricar la segunda dosis presenta complicaciones adicionales a la primera, demanda más infraestructura y, sobre todo, tiempo.

Al embarque de vacuna rusas se suman las que entregará el laboratorio Astra-Zeneca (entre marzo y abril), y el convenio Covax -un consorcio de más de 170 países en el que figuran una decena de vacunas candidatas- que podría aportar otro 9 millones.

La negociación con Pfizer se mantiene en stand by, pero hay gestiones para reactivarla. También hay expectativa por destrabar la negociación con China.

El Gobierno continúa siendo impreciso sobre las características que tendrán esos envíos, tal vez porque en la vorágine por adelantar la llegada de la cura es complicado conseguir información precisa aún al más alto nivel político.

La Casa Rosada evitó durante varios días admitir que en el primer cargamento de 300 mil vacunas rusas solo venía la primera dosis, un dato clave teniendo en cuenta que la Sputnik V requiere de dos aplicaciones para lograr un alto nivel de inmunización.

También fue impreciso al explicar cuánto tiempo después de la primera dosis debe aplicarse la segunda: desde Rusia aconsejan hacerlo a los 21 días, pero hay una ventana de tiempo que puede ampliar ese período.

El ministro de Salud, Ginés González García, llegó a hablar de 60 ó 75 días. Todo bastante confuso para un tema central para la vida de los argentinos.

"Tenemos que esperar al menos 21 días para la segunda dosis. Se puede hacer hasta los días 60 ó 75, es lo indicado", dijo el jefe de la cartera sanitaria, que esta semana fue desautorizado por el Presidente al obligarlo en pocas horas a dar marcha atrás con la suba del 7% en las prepagas.

Mientras tanto, llegan muy malas noticias desde Europa: Gran Bretaña decidió cerrar todas las escuelas primarias de Londres luego de detectarse una nueva cepa de coronavirus, mucho más contagiosa que la anterior.

Es un nuevo alerta para la Argentina, donde se perdió todo un año de clases en el 2020.

Los británicos bautizaron a la medida como "giro en U", por la marcha atrás dramática que dio su gobierno, uno de los que peor manejó la crisis sanitaria en el mundo.

En los próximos días se conocerá qué letra identifica a los cambios que daría la administración de Alberto Fernández si, como temen los especialistas, los contagios se continúan disparando en la Argentina.

(*) Jefe de Economía de la agencia NA.