Milei alista su mejor traje y se peina para la fiesta, Barrionuevo lleva la orquesta
Una expectativa enorme generan las elecciones presidenciales de este domingo, ante la posibilidad de que un "outsider" de la política gane en primera vuelta. El sindicalista gastronómico promete fiscalización y luego fanfarria en el búnker.
Se acabó el tiempo de las palabras; de los discursos, los debates y la pirotecnia verbal para la tribuna, los cruces en redes sociales y las promesas de campaña que, por lo general, rara vez se cumplen después: llegó el momento de escuchar el veredicto de las urnas, cuando se inicie el recuento de votos a partir de las seis de la tarde de mañana.
Serán cinco los candidatos a jefes de Estado que competirán en el cuarto oscuro, aunque solo tres de ellos lucen, a priori, con el potencial necesario para lograr su objetivo y apenas uno, el libertario Javier Milei, parece en condiciones de alzarse con una victoria en primera vuelta: es decir, convertirse este mismo domingo en el nuevo Presidente de la Nación.
La irrupción de Milei en la escena política nacional, el crecimiento exponencial de su figura en poco más de dos años y sus firmes posibilidades de ganar estos comicios generales lo convierten en un caso de estudio. Pero al mismo tiempo, el fenómeno que lidera el economista y diputado de derecha interpela de manera brutal a la clase dirigente argentina.
Tanto es así que en estas elecciones presidenciales no solo se someterá a escrutinio popular la gestión de Alberto Fernández como mandatario, sino que también se espera que las urnas, en un alto porcentaje, sentencien y castiguen a la política tradicional y su manera de desempeñarse en los últimos años (o décadas) en el país: la forma en la que funcionarios de distinto color partidario han lidiado con la "cosa pública" y qué resultados han obtenido. En definitiva, un bucle constante de deseo, expectativa y decepción para quienes esperan mucho más de parte del Estado.
En el caso de Fernández, únicamente debería bastar con mirar los disparatados niveles de inflación que se registran en la Argentina para medir y evaluar su labor. Así y todo, vaya paradoja, su ministro de Economía, Sergio Massa, se mantiene en carrera como aspirante al sillón de Rivadavia por Unión por la Patria (UxP), apuntalado por al tradicional voto peronista vernáculo, sus recientes anuncios electoralistas y el temor a que Milei, en efecto, termine apoderándose de las llaves de la Casa Rosada.
Tras aquel globo de ensayo que insufló con éxito Cristina Kirchner para desbancar a Mauricio Macri, cuando lo designó a dedo como "su" candidato a jefe de Estado y el extinto Frente de Todos terminó ganando las elecciones de 2019, Fernández comenzó su tarea en Balcarce 50 con altísimos niveles de aceptación, pero con el correr de los meses su figura irremediablemente se fue desgastando, por errores propios y ajenos.
¿Qué necesita Milei para ganar en primera vuelta?
Los escándalos en medio de la pandemia de coronavirus, las crecientes dificultades económicas y una feroz interna en el oficialismo, entre otros factores, empujaron a Fernández hacia un tobogán sin retorno. No queda claro -ni probablemente quede- si no pudo o no supo y cuando caiga en definitiva el telón de su mandato será recordado tal vez como el dirigente que, ejerciendo incluso el cargo, desperdició una oportunísima ocasión de convertirse en sí mismo, aquel día que el kirchnerismo puso en jaque su Gobierno. Optó por el consenso, por intentar remediar vínculos con aquellos que lo denostaban: optó por la tibieza y así le fue.
Su gestión ingresará mañana en el principio del fin. Hasta el propio Massa intentó en los últimos días despegarse de la administración Fernández y prometer "un nuevo Gobierno" a partir del próximo 10 de diciembre, si llega a ganar las elecciones. Claro que primero el titular del Palacio de Hacienda debería forzar a Milei a competir en un balotaje: o sea, tratar de evitar que el fundador de La Libertad Avanza (LLA) se imponga mañana mismo. Para que ello suceda, el diputado tiene que cosechar como mínimo el 45% de los votos o bien el 40% y alcanzar una diferencia de 10 puntos porcentuales con relación a su inmediato perseguidor.
Milei encara los comicios generales de este domingo surfeando en la cresta de la ola en numerosas encuestas sobre intención de voto, por delante de Massa y de la espirante presidencial de Juntos por el Cambio (JxC), Patricia Bullrich, que persigue un objetivo similar al del ministro de Economía: treparse a una segunda vuelta, prevista para el próximo 19 de noviembre. En definitiva, ambos procuran aguar -o aplazar llegado el caso- la fiesta que prepara el libertario en su búnker.
El líder de LLA aguardará los resultados de las elecciones en el hotel Libertador de la avenida Córdoba 690, en la ciudad de Buenos Aires, y una gigantesca expectativa ha generado la posibilidad de que vuelva a dar el batacazo, como sucedió en las primarias del 13 de agosto pasado, y se alce con la victoria: si este mismo domingo llegara a convertirse en Presidente sería en verdad histórico e impensado apenas meses atrás.
Milei, de momento, se peina para los festejos y alista su mejor traje. Sabe que, de ganar, la milonga en el búnker estará asegurada, en especial después del pacto que selló con Luis Barrionuevo. El histórico dirigente gremial de los gastronómicos probablemente se encargue, una vez más, del "cotillón", como ocurrió en el acto de cierre de campaña en Villa Crespo, con el despliegue de micros, militantes y hasta hinchas del club Chacarita Juniors (en donde jugó al fútbol, como arquero, el candidato presidencial libertario cuando era joven).
Barrionuevo garantiza orquesta, redoblantes y fanfarria, y poco parece importarle al votante de Milei su acuerdo con un fiel exponente de la burocracia sindical en la Argentina, pese al discurso "anti-casta", "anti-privilegios" y "anti-política tradicional" que utilizó hasta el hartazgo durante toda la campaña electoral. El secretario general de la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de la Argentina (UTHGRA) le promete fiscalización a LLA y en la antesala de unos comicios presidenciales que pueden terminar embanderando a un verdadero "outsider", sin estructura partidaria, sin equipos consolidados ni experiencia de gestión como nuevo jefe de Estado de la Argentina, claramente la necesidad tiene cara de hereje.