La ceremonia fúnebre tuvo lugar en Cap-Haitien, ciudad natal del mandatario, entre las protestas de cientos de sus seguidores, que pidieron Justicia durante horas en las calles, y de hecho retrasaron las exequias hasta dos horas.

Si bien la despedida tenía la intención de ser de carácter privado en la residencia de la familia, estuvieron presentes el primer ministro, Ariel Henry y todo su Gobierno.

La viuda se presentó al grito de “Justicia” y se observaron escenas de dolor entre los asistentes, que se concentraron junto al ataúd.

Durante la misa se escuchaban de fondo los gritos de las protestas. Las autoridades locales se vieron obligadas a enfrentarse con los manifestantes con gases lacrimógenos y agua a presión.

Las emanaciones penetraron durante el oficio religioso e hicieron que cundiera el nerviosismo entre los asistentes, que al finalizar tuvieron que salir de ahí lo antes posible.

La indignación cundía a medida que aún quedan muchas preguntas por resolver respecto de quién ordenó el asesinato y cómo se pudo concretar a pesar de las fuerzas de seguridad del complejo residencial en Puerto Príncipe.

La situación política de Haití en la era Moïse no era buena y la tensión alcanzada durante su mandato había llegado a cotas límites en un país habituado a las constantes crisis de poder.

Venía entablando una intensa lucha contra la oposición desde su ascenso al poder, el cual se negó a abandonar a principio de 2021 argumentando que la Constitución amparaba que las elecciones deberían celebrarse en 2022 y no 2021.

Henry había sido designado primer ministro apenas dos días antes del asesinato y ahora se enfrenta a una situación en la que el país carece de jefe de Estado de una forma indefinida, ya que el Parlamento también está cerrado desde inicios de 2020.

Presión internacional para llamar a elecciones

Ante la situación, son numerosos los países y organismos internacionales que han pedido a Henry que convoque elecciones para encauzar la falta de poder tras el magnicidio.

Pero a esta altura es prácticamente una incógnita lo que hará y en qué derivarán las crecientes protestas.

Muchos opinan que fue una conspiración extranjera contra el político conservador y lamentan que decenas de colombianos entraran al país sin control solamente para ejecutar el magnicidio.

Desde que lo mataron a tiros en su residencia cerca de Puerto Príncipe, alrededor de dos docenas de sospechosos fueron detenidos, la mayoría de ellos exmiembros del Ejército de Colombia, que ahora trabajan para empresas de seguridad privada, algunas con sede en EEUU.

El portavoz del Departamento de Defensa de EEUU, John Kirby, confirmó en una rueda de prensa que al menos siete de los implicados eran exmiembros del Ejército colombiano y habían recibido entrenamiento estadounidense en el pasado, aunque negó que esta circunstancia pueda haber "alentado" del alguna forma el magnicidio.

La capacitación incluía el desarrollo de liderazgo de cadetes, operaciones antidroga, desarrollo profesional de suboficiales, capacitación en liderazgo de unidades pequeñas, entre otros aspectos.

El asesinato de Moïse es el último de una larga lista de golpes de Estado y de complots de asesinato que involucran a personal extranjero entrenado por Washington.

Entre los ejemplos más recientes figuran dos golpes en Mali desde agosto de 2020, ambos liderados por el coronel Assimi Goïta, entrenado en EEUU.

Según una investigación publicada en 2017, entre 1970 y 2009, militantes entrenados en EEUU participaron en 165 intentos de golpe.

Aunque el estudio se limitó a dos programas específicos, encontró una "relación sólida entre el entrenamiento estadounidense de militares extranjeros y los intentos de golpe respaldados por los militares".

Por otro lado, aseguró no estar al tanto de ningún plan del Pentágono para reconsiderar este programa de "capacitación en liderazgo ético muy valiosa", a pesar de los recientes sucesos en Haití.