Recambio generacional y del apellido Castro en 60 años de Revolución Cubana
Fue una ceremonia simbólica en la cúpula del Partido Comunista cubano, una transición en el poder que por ahora descarta transformaciones en la economista planificada.
La asunción de Miguel Díaz-Canel (60 años) en reemplazo de Raúl Castro, de 89 años, al frente del Partido Comunista cubano fue calificada como el inicio de una nueva era del buró político de la isla, si bien el hermano menor de Fidel seguirá siendo “consultado” para las “decisiones estratégicas del futuro de la nación”, según informó el partido en su cuenta de Twitter.
En la práctica, los cambios sirvieron para reducir la edad promedio del cuerpo supremo de conducción, antes cercana a los 70 años, ya que ocho de sus miembros superaban los 75, pero entrañan un símbolo del “relevo generacional” que el propio Raúl Castro impulsaba a fin de de entregar el testigo del mando a una nueva generación de dirigentes comprometidos con la “continuidad histórica” y el modelo socialista.
Su salida completa el terceto de históricos que quedaban en la cima, junto a José Ramón Machado Ventura, de 90, y el comandante Ramiro Valdés, de 88, de modo que de 17 integrantes, se bajó a 14, suprimiendo el cargo de segundo secretario que ocupara Diaz-Canel: entraron cinco nuevos y 9 fueron ratificados.
Dos de los que acaban de incorporarse cumplen importantes funciones en el gobierno. Se trata del primer ministro, Manuel Marrero, muy cercano al secretario general elegido, y el principal responsable de GAESA, la corporación empresarial del ejército que controla las más importantes esferas de la economía, Luis Alberto López Rodríguez Callejas.
Permanecieron en sus lugares tres de los cinco militares que componían la máxima instancia partidaria, pero los desplazamientos también se justificaron en la renovación.
De modo que no hubo sorpresas en el Congreso ni nada cambió en lo político: Cuba continuará siendo gobernada por un partido único y su economía no dejará de girar en torno del Estado y la empresa estatal.
La intenciones plasmadas en “formas de gestión no estatal” no pasarán de eso por el momento y sólo cobrarán importancia el sector privado y cooperativo siempre que “contribuyan” al país para salir de la crisis. Pero no por ello dejarán de ser un complemento de la economía estatal centralizada.
En todo caso, esta definición, contenida en el informe central presentado por los delegados, trazó el límite al alcance de eventuales transformaciones económicas y de una reforma de la que se había hablado.
Raúl Castro lo dejó claro en su discurso: “Se ha demandado el ejercicio privado de algunas profesiones, mientras que a las demás no se les permite”, tras lo cual fue contundente: “Parecería que el afán de egoísmo inicia el proceso del desmontaje del socialismo, por ese camino se destruirían los sistemas de salud y educación, gratuitos y de acceso universal”.
También aclaró sobre el reclamo de importación comercial privada por parte de los autónomos, el que, señaló, equivaldría a imponer “un sistema no estatal de comercio”.
Advirtió ante tres centenares de delegados que asistieron al encuentro en el Palacio de las Convenciones de La Habana que algo así llevaría a la destrucción del socialismo, porque las consecuencias serían irreversibles y conducirían a errores estratégicos y la destrucción misma del socialismo, y por ende de la soberanía de la nación”.
Hubo cierta desazón entre economistas locales y foráneos por los condicionamientos que los históricos legaron a la nueva generación.
Mauricio Miranda expresó a El País que “creí que finalmente los dirigentes cubanos habían comprendido que era necesario combinar los distintos tipos de propiedad para impulsar el desarrollo del país y que consideraban que también los emprendedores privados podrían aportar al desarrollo del país, incluso desde la perspectiva del socialismo. Me queda claro que esa no es la perspectiva de la dirección cubana”.
Teme que los trabajadores por cuenta propia sean usados para resolver problemas inmediatos y luego se los anatemice.
Otra forma de verlo es la de quienes rescataron el pragmatismo de Castro cuando criticó ante los suyos el “exceso de burocracia”.
“No han dejado de estar presentes problemas estructurales del modelo económico que no proporciona suficientes incentivos para el trabajo y la innovación. Para transformar de manera irreversible este escenario, se impone imprimir mayor dinamismo al proceso de actualización del modelo económico y social”, indicó el líder comunista antes de ceder el testigo de la revolución a Díaz-Canel.
Lo concreto es que el VIII Congreso del PCC aprobó diversos documentos económicos, entre ellos la “Actualización de la conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista” y la “Resolución sobre el Estado de la implementación de los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución desde el 6to. Congreso hasta la fecha y la actualización de estos para el período 2021-2026”.
Todo lo demás queda abierto a la interactuación de vectores en contra que atraviesan a su modelo económico, como la pandemia y el embargo de EE.UU., que podría ir torciendo el rumbo hacia una economía mixta, pero por ahora se encuentra en barbecho.