Edward Luttwak, en un provocador artículo titulado "Give a War a Chance" (darle a la guerra una oportunidad), publicado por la revista Foreign Affairs en 1999, señalaba que los conflictos armados finalizan por dos razones: a) cuando uno de los contendientes en lucha se impone sobre el otro o, b) cuando se llega a un punto en el teatro de operaciones en el que ambos se encuentran exhaustos para continuar la lucha, ya que no logran alcanzar los objetivos políticos establecidos.

En el primer caso la resultante es la paz del vencedor, mientras que en el segundo es una salida negociada, seguramente compleja, que suele extenderse en el tiempo. Estas premisas expuestas por el autor estadounidense -especialista en estrategia militar- son aplicables a la presente situación entre Ucrania y Rusia en el plano militar y que incluso tendrá derivaciones en el plano económico entre Occidente y Rusia.

Las razones de cualquier guerra son múltiples, ya que constituyen la racionalidad para entrar en un conflicto armado.

Una vez iniciada todas las acciones se estructuran para establecer cuáles serán las condiciones de la paz futura y de cómo va a quedar el statu quo emergente de dicha situación.

La ofensiva militar que se vive en estos días puede desembocar en cuatro escenarios, asumiendo que la OTAN se va a abstener de participar militarmente: primero, un "empantamiento" de la campaña militar y un nuevo conflicto de desgaste en las zonas ocupadas por el ejército de la Federación Rusa. Una guerra de desgaste entre el remanente del ejército ucraniano y las fuerzas de ocupación. Y una periferia violenta e inestable tanto para Rusia como para Europa occidental.

Segundo, la victoria de Rusia. Esto supondría una caída del régimen de Volodymyr Zelensky, lo cual traería una época de inestabilidad política y violencia en la Ucrania emergente, con una presencia de fuerzas rusas para actuar frente a contingencias, debido a un Gobierno "ucraniano" débil. Algunas repatriaciones de ciudadanos de ese país y una Europa teniendo que lidiar con una crisis humanitaria extensa. Esto resuelve el conflicto civil entre ucranianos y la relación bilateral entre Rusia y Ucrania, pero deja en tensión la relación Rusia con Occidente.

Tercero, una variación del escenario anterior que podríamos llamar de "participación" supone un desmembramiento facto de Ucrania, donde quede un territorio lo suficientemente débil y con un peso relativamente menor para ser considerado una amenaza por parte de Rusia, y que para su subsistencia dependa de la UE, y una gran porción de territorio como parte de la Federación Rusa o protectorados "independientes".

Todos salvan la cara, ya que queda una Ucrania independiente con menos territorio, la "operación militar especial" logra su objetivo de "liberar" a los rusos del gobierno "fascista" de Zelensky y comienza una serie de discusiones acerca del futuro de la arquitectura de seguridad en Europa entre Rusia y los países miembros de la OTAN. Un statu quo inherentemente inestable, pero efectivo para resolver la inmediatez de la guerra.

El cuarto escenario es el de la derrota de Rusia: como consecuencia de las sanciones económicas, se llega a tal punto de estrangulamiento de la economía rusa que la invasión se ve obligada a retrotraerse a la etapa previa al 24 de febrero con una potencial crisis política en Moscú. Los llamados oligarcas rusos se rebelan políticamente a Vladimir Putin, que además pierde el control sobre las fuerzas de seguridad, dando paso a una situación de caída del régimen.

Esta situación sería una victoria para Occidente, pero a la luz de la historia puede dar espacio al surgimiento de un liderazgo que implique un desafío mayor, en tanto se consolide la mirada que alimenta el nacionalismo ruso sobre la voluntad de subyugación por parte de EE. UU. y sus aliados.

Las sanciones económicas impuestas con el objetivo de detener la campaña militar no han logrado su objetivo. Al contrario, al escalar las sanciones han decidido intervenir directamente no en el resultado de éste, sino en las negociaciones que vendrán por el espacio de seguridad europeo, una vez que los cañones cesen. Basta ver las declaraciones realizadas por Joe Biden en su discurso sobre el Estado de la Unión: "Estamos estrangulando el acceso de Rusia a la tecnología, debilitando la fortaleza económica y militar en los años que vendrán".

Putin respondió a esta declaración señalando que la misma constituye un acto de guerra. Desarticular las sanciones será una de las prioridades de Rusia en los meses que sigan; sin embargo, en los dos años que a Biden le quedan como presidente difícilmente eso ocurra. La relación, que comenzó mal gracias a declaraciones cruzadas entre ambos líderes, empeoró después de la invasión y lo seguirá haciendo en tanto la desconfianza existente en ambas capitales sea la guía de su accionar político.

El uso de la interdependencia como arma será la regla de ahora en adelante en la competencia entre las democracias liberales capitalistas y las autocracias capitalistas.

Europa deberá lidiar con la situación humanitaria, aunque tal vez por la condición propiamente europea de los refugiados, puedan articular acciones más efectivas en su asistencia. Cuatro países serán particularmente afectados en la órbita de la UE: Polonia (650 mil refugiados), Hungría (145 mil), Moldavia (103 mil) y Rumania (57 mil). Rusia hasta el momento receptó 149 mil y los números siguen subiendo. La reconstrucción de Ucrania sigue siendo una incógnita que será también parte del paquete de negociación entre Rusia y EE.UU./Europa.

Mientras tanto, China irá realizando los ajustes necesarios para enfrentar a Occidente de ser necesario. Indicadores negativos al respecto tiene. Si estaba mirando con alguna intencionalidad territorial a Taiwán, deberá esperar un tiempo más, ya que el AUKUS (1) y el alcance que las sanciones tienen obligan al gigante asiático a ajustar de cara al futuro su estrategia en el Pacífico, aunque no necesariamente su alianza con Rusia. Algo positivo va a recibir de la presente crisis: una mayor influencia sobre el espacio ruso y por la tanto la posibilidad de consolidar un bloque continental de fuste, algo que representará un desafío fenomenal para las potencias navales. Una nueva etapa de competencia internacional en la política internacional ha comenzado, la cual
alcanzará su zenit en el 2035.

(1) - Es una alianza estratégica militar entre Australia, el Reino Unido y Estados Unidos.

(*) - Juan Battaleme es secretario académico del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI); profesor de Relaciones Internacionales UCEMA/UBA.