Los migrantes atraviesan la jungla de Panamá hacia su "salvación"
En esa aventura real pueden perder la vida. Resumen de un reporte internacional que parece el relato de una película pero es la realidad de miles de seres humanos.
Otra vez, personas desesperadas nativas de América Central junto a trotamundos de otras latitudes, desafían a la naturaleza en procura de encontrar un destino mejor, lejos de las violencias de toda clase que amenazan sus vidas.
En la aventura, pueden perder la vida.
Los medios internacionales que siguen de cerca el caso mencionan "el sueño americano" que persigue esa gente.
El panorama es cinematográfico.
La aldea panameña de Bajo Chiquito se halla en la frontera con Colombia.
En ese poblado de caminos de tierra el estado panameño ha instalado uno de los campamentos en los que se ofrece asistencia humanitaria a los migrantes.
En la aldea se divisan casas sencillas y tiendas de campaña con ropa colgada, indica el reporte de una agencia noticiosa internacional.
Ellos van con su modestia y sus niños a cuestas.
O en gestación.
El denominado Tapón del Darién es un corredor selvático de 266 kilómetros entre Colombia y Panamá.
Llegados a ese punto, los aventureros relatan que vieron cerca la muerte y a las pruebas se remiten: tres personas quedaron en el camino.
"Se cayeron (en un acantilado) cuando subimos a la montaña y murieron, dos hombres y una mujer", revela un testigo, según un relato que publica France24.com
La jungla del Darién, una selva virgen de 575.000 hectáreas y sin vías de comunicación terrestre, se ha convertido en una ruta para la inmigración irregular desde Sudamérica hacia Estados Unidos.
Los migrantes enfrentan allí serranías, ríos caudalosos, serpientes venenosas, jaguares, arañas, alacranes, lagartos, abejas africanas y hasta la actividad de grupos criminales.
A todo eso se suman los cierres de fronteras.
Y esta etapa del proceso migratorio americano se ve aun más complicado por la pandemia.
Unos 800 se movilizan estos días hacia Bajo Chiquito, corroboró la Agencia France Presse tras haber consultado con Jorge Bernal, ejecutivo de la Primera Brigada Oriental del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront).
La historia es de antigua data.
Según datos oficiales, más de 47.000 personas atravesaron la frontera del Darién desde 2017.
En 2020 el flujo descendió por la pandemia en enero, más de un millar de personas la han cruzado ya.
El reporte indica que la mayoría de los migrantes son de origen haitiano y cubano, pero también hay asiáticos y africanos.
El Darién es "uno de los puntos más peligrosos del trayecto al tener que atravesar la selva por rutas irregulares y en condiciones de altísimo riesgo", advierte a la AFP Santiago Paz, Jefe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Panamá.
"Las cifras sobre fallecimientos son inciertas" y la situación es más "preocupante" ahora por el covid-19, lamenta Elías Solís, presidente de Cruz Roja Panameña.
El número de niños que ha cruzado la selva se ha disparado, con más de 6.200 en cuatro años.
Muchos llegan deshidratados, con parásitos, llagas y múltiples enfermedades y heridas producto del viaje.
"Las familias o los adultos que habitualmente migraban hacia los Estados Unidos están decidiendo hacer la ruta con niños", indica Diana Romero, técnica en protección y migración de Unicef en Panamá.