¿La razón o la paz?
Cuál es la génesis de esta nueva escalada bélica entre palestino e israelíes. El dilema que vive Medio Oriente.
La escalada de violencia registrada en las últimas semanas entre palestinos e israelíes tiene su génesis en escenarios coyunturales y en antecedentes históricos.
La Autoridad Palestina se encuentra en un dilema inmediato. El crecimiento político del movimiento Hamas podría arrebatarle el poder en unas próximas elecciones, si Israel no permite la votación de 300.000 palestinos que viven en Jerusalén del este, anexionada hace 50 años por el estado judío.
Por ese motivo decidió postergar el escrutinio a la espera de que Israel autorice a votar a esa masa palestina que torcería a favor de Mahmud Abás, representante de la OLP.
A la vez, Hamas, que históricamente ha dinamitado todo proceso de paz entre las partes, aumenta los ataques y presiona al gobierno palestino de Cisjordania para no postergar las elecciones.
En Israel la situación no es distinta. El primer ministro Benjamín Netanyahu no logra formar gobierno y el partido de derecha Likud alimenta la escalada de violencia para bloquear la participación, por primera vez en la coalición, de un partido árabe.
Las débiles situaciones políticas internas de ambos bandos, sumadas a las manifestaciones palestinas por el final del Ramadán y las procesiones de la derecha en sectores musulmanes de Jerusalén, encendieron la mecha para un fuego que solo conviene a los intereses mezquinos de los políticos, en desmedro de poblaciones agotadas de décadas de violencia.
Una cuestión poco analizada es el silencio del tercer actor en los lugares santos: la iglesia católica. Salvo alguna condena o pedido de paz, nunca se posicionó como parte interesada, ni siquiera por cuestiones religiosas, quizá sintiendo que es incómoda la posición de "bombero", prefiriendo que el fuego se extinga solo.
En el plano histórico, hay algunos mitos que desterrar. El primero es el que "judíos y palestinos siempre estuvieron en conflicto". Lo cierto es que mientras el Imperio Otomano tuvo su control en la zona, los dos pueblos convivieron en paz y comerciaban abiertamente.
La aparición del mandato británico en Palestina, tras la caída de los imperios luego de la Segunda Guerra Mundial, y la desprolija e inconsulta división del territorio en dos estados, generó un conflicto que se mantiene activo desde 1948.
Otro mito es que la paz no es posible. El 2 de septiembre de 1192 el cruzado inglés Ricardo Corazón de León pactaba con el sultán Saladino un acuerdo haciendo de Jerusalén "una ciudad para peregrinos de todas las religiones", coadministrada por cristianos y musulmanes.
Lo que duraría tres décadas, tres años, tres meses, tres semanas y tres días, según el acuerdo, duró solo un año con la muerte del Sultán y espíritu del pacto, pero nos dejó una enseñanza para la codiciada Jerusalén: puede ser un territorio religioso internacional, evitando que sea capital de ninguno de los estados.
Pero tanto en el caso de la Ciudad Santa, como los Altos del Golán, en disputa con Siria, y de las Granjas de Shebaa, en litigio con el Líbano, no puede existir la paz sin ceder.
Ante la ineficiencia de las potencias y los organismos supranacionales, es hora de que los distintos actores del conflicto se pregunten: ¿quiero tener la razón o la paz?